Buenos Aires desde setenta años atrás/Capítulo XXX

Episodio histórico. -Batalla de Ayacucho. -Entusiasmo popular. -Festejos. -Representación dramática. -El coronel Ramírez. -Serenatas. -Banquetes. -Brindis. -Baile en el Consulado. -Otro dado por los norteamericanos. -Los cónsules Poussett y Slacum.

I

No podemos abstenernos de consignar en estas páginas, siquiera como medio que contribuya a generalizar el conocimiento de hechos gloriosos, el siguiente episodio de nuestro pasado, que, sin duda, interesará a muchos de nuestros lectores.

A las ocho de la noche del 21 de enero de 1825, llegó a Buenos Aires la noticia de la batalla de Ayacucho, en el Perú. Una victoria tan decisiva, y casi puede decirse inesperada, produjo una verdadera explosión de entusiasmo y alegría. El pueblo se agrupaba en los cafés y parajes públicos para oír a los diversos oradores que, con la exaltación del patriotismo, daban detalles sobre la batalla.

A las diez de la noche hizo un saludo la Fortaleza, que fue contestado por el Aranzazú, bergantín de guerra nacional, y por otro bergantín de guerra brasilero, anclados ambos en balizas interiores. Se iluminó, como por encanto, gran parte de la ciudad, y el ruido de cohetes era incesante.


II

En la noche del 22, hubo una representación dramática en nuestro Teatro Argentino, antecediendo el Himno Nacional en medio de estrepitosos vivas a la patria, a Bolívar, a Sucre, etc. El coronel Ramírez, parado en un palco, leyó el Boletín oficial, vivado con igual frenesí. La iluminación del teatro se había duplicado; los palcos ostentaban festones de seda, blancos y celestes, y una banda de música militar tocaba en la calle, frente al teatro.

Las fiestas duraron tres noches, y el entusiasmo era inmenso.

El Café de la Victoria estaba completamente lleno, lo mismo que toda la cuadra. Allí se sucedían los brindis patrióticos, y entre ellos el de «tolerancia religiosa.» Grandes grupos, con música y banderas desplegadas, recorrían las calles cantando la canción y vivando en las casas de los patriotas. Visitaron también la residencia del cónsul inglés, dando vivas a Inglaterra, al Rey, a la libertad. Otro tanto se hizo con el ministro norte-americano, coronel Forbes, quien obsequió espléndidamente a los concurrentes.

Varios banquetes se dieron en el afamado Hotel de Faunch. Cubrían las paredes del comedor las banderas de todas las naciones, entre las que aparecían retratos de Bolívar, Sucre, etc. La bandera tocó «God save the King», al brindarse por el Rey de Inglaterra.

El gobernador, don Gregorio Las Heras, dio otro espléndido banquete en el Consulado, en que abundaron también los brindis entusiastas.

En uno de estos banquetes, en celebración de la victoria de Ayacucho, se brindó por Mr. Canning, en los siguientes términos: «¡El sabio ministro de Inglaterra, el primer estadista del mundo, el honorable Jorge Canning, fiel amigo de la libertad! La justicia preside sus deliberaciones; su nombre será un motivo de placer para nosotros y para las generaciones que nos sucedan.»


III

Varios caballeros dieron baile, también en el Consulado; los adornos del gran patio toldado, que constituía el salón, la cena y demás accesorios, nada dejaban que desear: el baile duró hasta las siete de la mañana.

Los norte-americanos dieron, igualmente, un gran baile, en el mismo local, el 23 de febrero de 1825, en celebración de la batalla, y a la vez el aniversario de Washington. Fue la fiesta más espléndida que hasta entonces se viera en Buenos Aires. El exterior del Consulado estaba vistosamente iluminado, ostentando, en letras de fuego los nombres de Washington, Bolívar y Sucre.

La cena fue preparada por Mr. Faunch que, como nuestros lectores saben ya, era el más competente de su época en esas materias.

Las fiestas duraron los tres días de carnaval; en la lista civil y militar que asistió al Te-Deum, iban incluidos los cónsules extranjeros. Caminaban a la par Mr. Poussett, vice-cónsul inglés y Mr. Slacum, cónsul norte-americano. «Cincuenta años atrás», dice el escritor Mr. Love, refiriéndose en aquel tiempo a este suceso, «quien hubiera soñado semejante acontecimiento -Un cónsul británico, unido en un cortejo a un cónsul de sus colonias, hoy independientes, para celebrar la independencia de otra parte del continente americano!»

Tales fueron las fiestas en celebración de este importante y glorioso acontecimiento.