Baladas españolas/Notas
En esta época de merodeo literario, que la antigüedad llamaba plagio más propiamente, bien hubiera podido el autor, siguiendo la moda, apropiarse las baladas que hay en su colección agenas; pero aunque la moda la disculpase, tiene el autor en mucho su reputación y su conciencia, elementos sin duda antipoéticos de que carecen los merodeadores literarios, dicho sea con su perdón, si a la verdad perdonan. Y no merece disculpa su torpeza, no por cierto, que el robo -porque es un verdadero robo- a la larga se descubre; y también hay gloria para el que pone en una obra literaria solo el hilo -como dice Calderón- si el hilo es bueno. Demás que en este comercio de las musas, por lo mismo que corre mucha moneda agena, el crédito no padece por la confesión de los recursos estraños que se utilizan, si para merecerlo queda algún fondo propio. Confesando Goethe en sus baladas y en sus lieds, las que tienen un origen suizo, finlandés, morlaco, etc., nada para sus contemporáneos ni para la posteridad ha desmerecido, como nadie censura a la abeja, porque en la fábrica del panal solo ponga el jugo de sus labios.
Así, pues, el autor de las Baladas españolas va a señalar concienzudamente al público las composiciones que ha traducido, imitado o parafraseado, seguro -porque puede estarlo- de que cualquiera que se tome el trabajo de confrontar con sus fuentes estranjeras las que en este caso se hallan, tendrá por lo menos en opinión de modesto y de verídico a quien, entre otras desventajas, acepta la de poner en parangón sus humildes versos con los primeros poetas del Norte y es decir, con los autores por escelencia de baladas.
Véase el lied de Goethe, Vanitas, vanitatum vanitas. La idea es la misma: la forma, diferente.
Childe-Waters, que nosotros en castellano diríamos el doncel Waters, pues los antiguos poetas ingleses daban ala palabra Childe o Chield una significación que ha venido degenerando hasta el child actual (niño), Childe-Waters es más que una balada, una canción popular, cuyo origen se remonta quizás al siglo XV. Si la copiáramos íntegra se espantarían nuestros lectores de la ferocidad de sus rasgos. ChildeWaters no es vio hombre: es un verdugo de la hermosa Ellen, a quien atormenta con una saña, que no se comprendería por fortuna en nuestro caballeresco país. La hace pasar los ríos a nado, la hace dormir a los pies de su cama, la hace... hasta Celestina de sus más inmundos placeres. Repetimos que en España no se comprendería el amor de Ellen, tan sumiso a toda indignidad. Pero en esta composición verdaderamente salvaje, como la califica Mr. de Chateaubriand en su Essai sur la literatture anglaise, de donde la hemos tomado, a través de la brutalidad del fondo y de la oscuridad de la forma, brillan rasgos de esquisita poesía, que hemos querido apropiarnos, trasladándolos a un cuadro menos repugnante. Rogamos a nuestros lectores que cotegen el Page de lanza con Childe-Waters, y comprenderán las dificultades que hemos arrostrado, si no vencido.
La idea de Childe- Waters parece tomada del Decamerón de Bocacio, y el espíritu revivir en Childe-Harold's Pilgrimage, de lord Byron.
Después de impresa mi primera edición he advertido que en El Juglar hay algún toque, aunque casi imperceptible de El Bardo, balada de Goethe.
A lo que dije sobre esta balada en las advertencias Al que leyere, debo añadir que es rigorosamente histórica, aparte la combinación del coro. Hasta en las palabras que he puesto en boca del Patriarca, me ceñí todo lo posible al texto de San Ambrosio, esplanado bellísimamente por Chateaubriand en el lib. I, cap. VI de El Genio del Cristianismo. Solamente he suprimido el acto de abrir las orejas y las narices al catecúmeno, diciendo: -ephpheta, ábrete,- -porque no cabía en el cuadro poético. También por dar a mi obra más colorido, en vez de celebrar el bautismo en la piscina, lo pongo en un río, llamándole Jordán por estensión.
Este lied, de Goethe, se titula El Filibustero.
Perico el ciego.- Balada XVII.
Ésta es una tradición popular que yo creía esclusivamente española, hasta que he sabido que todas las naciones la poseen. Con efecto, la apoteosis de la poesía y de la música, tal como se simboliza en Perico el ciego, está en el corazón de todos los pueblos inteligentes. Puede decirse que es una paráfrasis católica de las fábulas paganas de Orfeo y de Anfión. La edad media ha producido muchas trasformaciones literarias de esta misma índole, y he aquí por qué la religión en los tiempos caballerescos tuvo tanto de fanatismo, que pareció idolatría. La demanda del sancto Grial, ¿qué es en suma sino los trabajos de Hércules por místico estilo?
El Kan es la vivienda del árabe del desierto. -Duna, cerro pelado, por lo común de arena, donde el beduino planta su aduar. Haylos también en Europa y en España mismo, en todo el litoral mediterráneo, donde son hasta móviles, como en África, que el viento los lleva a una parte y otra. -El patio en Oriente, más que sitio de recreo como en nuestras casas del mediodía, sirve de caballeriza. -Por último, el Djerid es una fiesta o danza que hacen los árabes a caballo, de donde quizá vienen las corridas de estafermo y sortija de la España caballeresca.
No se han puesto estas notas debajo del texto, como en la Judía castellana, porque no eran tan necesarias como allí para su inteligencia.
La cacería feudal.- Balada XXIII.
La chasse du burgrave, balada de Víctor Hugo, me ha inspirado ésta, donde además he traducido e imitado algunas de sus estrofas.
Ballesteros ¡preparaos!
compañeros ¡alegraos!
esta noche gran festín.
(Estrofa 9.ª española.)
Archers, mes compagnons de fetes,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Nous ferons ce soir une chere
chère...
(9.ª y 10.ª francesas.)
Mientras con trémula voz,
la galana castellana,
desde el puente
dulcemente
grita: -¡Adiós!
(Estrofa 3.ª española.)
Il part, et madame Isabelle,
belle,
dit gaiement du haut des remparts:
-Parts!
(15.ª francesa.)
¡Sus! La mitad de mi estado
al que mate ese venado.
(Estrofa 10.ª española.)
Mon chateau pour ce cerf!
(23.ª francesa.)
No por Dios de entre las algas
salgas.
(Estrofa 14.ª española.)
Ah! dans les eaux du lac agreste
reste!
(38.ª francesa.)
Esta noche les das buena
cena.
(Estrofa última española.)
Et ce soir, sur les delectables
tables,
tu feras un excellent met.
(48.ª francesa.)
El final es idéntico en ambas baladas, aunque el pensamiento satírico está menos claro, menos comprensible en la de Víctor Hugo. También éste ha imitado su balada, según dice, de una Colección de tradiciones de las orillas del Rhin.
Ésta es una canción popular de las islas del archipiélago de Feroe, cuya poesía se reduce solo a estas canciones, la mayor parte religiosas. En Les chants populaires du Nord, de Mr. Marmier, puede verse Magdelaine, cuya sublime sencillez me sedujo, y que creo francamente que ha palidecido al trasladarse a nuestro clima desde los hielos del Norte. -En esta edición he variado la forma, a mi entender mejorándola.
Un solo rasgo de una balada inglesa de Campbell, titulada La Florecilla, me ha inspirado esta composición, que por lo demás es enteramente original.
El Dios y la Bayadera, lindísima composición de Goethe, que más que balada es un cuento fantástico, me ha inspirado un misterio. La forma y el giro de ambas composiciones son muy diferentes, aunque el fondo sea el mismo.
Esposa sin desposar.- Balada XXXII.
El pensamiento de esta balada es en el fondo el mismo que el de la Fiancée du Timbalier, de Víctor Hugo; pero sólo en tres estrofas la, imitación o más bien paráfrasis.
Carlos quinto, rey de España,
a campaña
en son de guerra salió.
(Estrofa 4.ª española.)
Monseigneur le due de Bretagne
a' pour les combats meurtriers,
convoqué...
(1.ª francesa.)
Cada día en mi delirio
iré un cirio
ante el Eterno a encender.
(Estrofa 12.ª española.)
J'ai brulé trois cierges de cire
sur la chasse de Saint-Gildas.
(5.ª francesa.)
A girones las banderas
prisioneras
el suelo besando van.
(Estrofa 22.ª española.)
Quelques enseignes prissonnieres,
honteuses, passent les dernieres....
(Penúltima francesa.)
La campana vengativa.- Balada XXXIV.
Esta balada de Goethe se titula La campana que anda.