Baladas españolas/La golondrina
A bordo de un navío
que en la ciudad hercúlea
su ancla mojada en Chío
lanzó a la mar cerúlea,
en noche sosegada
oí esta balada
a un viejo marinero,
inválido sin par
que de su cuerpo mísero
sembrado tiene el mar:
-un pie en el Trocadero,
-un brazo en Trafalgar.
Como brilla en el cielo la luna
suspendida de un hilo de plata
peregrina
golondrina
en el aura meciéndose grata
se distingue en el palo mayor.
Es de aquella
caravana
que en la popa
va galana,
capitana;
y con ella
desde Europa
va cumpliendo un hermoso destino,
a adorar el sepulcro divino,
a posarse en el monte Tabor.
Guardia-marina
de ojos azules,
cabellos blondos,
palabras dulces,
¿adónde llevas
el arma lúgubre
que bajo el brazo
se te descubre?
-La golondrina...
¡Ah! ¡no la apuntes!
¡Ah! no la mates,
sin que la escuches.
LA GOLONDRINA
«Bajo mi pico
»llevo un papel,
»prenda de amores
»de una mujer.
»En él su vida,
»su alma va en él...
»¡lloraba tanto
»cuando volé!...
»¡Chis! vocingleras,
»¡chis! compañeras,
»¡chis! comadres, ¡chis! ¡chis! atended,
»que son cosas más dulces que miel.
»Me dio mil besos
»por galardón
»de la visita
»que haré a su amor;
»y cuando en mayo
»luzca otro sol,
»llevaré a España
»contestación.»
»¡Chis! vocingleras
»¡chis! compañeras
»¡chis! comadres, ¡chis! ¡chis! atención,
»que estas cosas son cosas de amor.
¡Maldito el que los cantos del pájaro no entiende,
que ese jamás del cielo la música escuchó!
¡Maldito el que los plomos a dirigir aprende!
¡Maldito el que la pólvora villana descubrió!
Gemido lastimero de un alma casi muerta
allá junto a las nubes oyose gorgear;
la pobre golondrina cayó sobre cubierta,
y de dolor gimieron los peces de la mar.
El último aleteo del ave agonizante
el pico ensangrentado cubrió con el papel;
y de la bella ausente, de su perdida amante,
el cazador artero memorias halló en él.
-«¡Maldito el que la mate!» -al comenzar decía.
-«¡Maldito el que la mate!» -el joven repitió;
y en sangre entrambas manos manchadas se veía,
y al mar para lavarse demente se arrojó.
EL VIEJO MARINERO
¿No lloráis, como lloro,
viejos, y niñas de cabellos de oro?
solo lloré en la tumba de Gravina...
¡y al recordar la pobre golondrina!