Armonías de la Pampa/V
I. A Buenos Aires "El cuello atado a la servil cadena "del tirano postrándose a los pies, "Buenos Aires esclava y miserable "ya no es el pueblo de ochocientos diez." ¡Oh Patria! así decían, y entretanto tú oías esas voces con desdén, esperando mostrar con grandes hechos que eras el pueblo de ochocientos diez. La vista al suelo con dolor bajabas, pero en tu corazón había fe, y ardiente por tus venas aún corría la sangre pura de ochocientos diez. Y de repente, cual gigante inmenso a quien dormido ataran al cordel, despertaste rompiendo tus cadenas como en el día de ochocientos diez. "¿Quién alza el grito?", preguntó el tirano, y trueno sordo retumbó a sus pies, y la corneta contestó en la pampa: "¡Yo soy el pueblo de ochocientos diez!" Fuiste vencida, cara patria mía, tus legiones sufrieron un revés, pero nadie dirá que no caíste como los héroes de ochocientos diez. En sus lanzas filosas levantaron los sicarios del déspota cruel, del inmortal Castelli la cabeza, del hijo noble de ochocientos diez. De la sangre del mártir de la Patria de cada gota un héroe ha de nacer, sangre fecunda, como fue fecunda la de los muertos de ochocientos diez. Tus nobles hijos, al mirar su busto, del polvo alzaron la humillada sien, y levantaron con robustos hombros el ara santa de ochocientos diez. "¡Venganza al pueblo!", prorrumpieron todos, "¡Palmas al mártir que murió con fe! "¡Gloria al que caiga en medio del combate! "¡Gloria a los hijos de ochocientos diez!" Se vio agitar del mártir la cabeza y su ojo frío se volvió a encender, y desatado el labio a la palabra, clamó: "¡Sois hijos de ochocientos diez!" II. El alzamiento En la llanura de la inmensa pampa, do de América el genio, firme estampa su huella colosal; do el Pampero con alas de gigante la nube arrastra y la ola que espumante alza la tempestad, levanta erguida el gaucho su cabeza, con el sello de agreste gentileza y de genial virtud, cuya negra melena al aire flota en la tostada frente a la que azota el ábrego del sud. ¡El gaucho! noble tipo americano, que desdeña doblar ante un tirano su indómito cerviz, que despreciando halagos femeniles, conserva los alientos juveniles de una raza viril. Entregado en su estancia al pastoreo, no escucha el importuno clamoreo que eleva la ciudad, sino cuando la patria acongojada le demanda el apoyo de su espada para su ley guardar. Así, cuando la horrenda tiranía de Rosas se afirmó, en su agonía la Patria le llamó: y al escuchar su voz, se alzó cual rayo del lado del hogar, montó a caballo y la lanza empuñó. "¡A las armas, valientes! ¡Al combate! "¿A quién cobarde el corazón no late "al toque de reunión? "¡A sus puestos, guerreros argentinos! "¡Venid cantando vuestros patrios himnos "al trueno del cañón!" Así dijo Castelli, y mil valientes, al toque del clarín, vuelan ardientes la patria a libertar; no es Castelli caudillo de alta hazaña: hombre del pueblo, vive en la cabaña de la mansión rural; pero la hermosa causa que proclama, millares de hombres a su lado llama, que no saben quién es, vuelan a las banderas de la gloria, y en su frente presagios de victoria creeríanse leer. Castelli los convoca a la pelea al pie del pabellón que al aire ondea, y que en Mayo nació; y en su serena faz resplandecía el entusiasmo santo en que él ardía cuando: "¡Igualdad!" gritó. De guerreros cubierta la llanura, y la bandera azul cual siempre pura se miró relucir; y a la sombra del símbolo divino pronunció juramento el argentino de ser libre o morir. Castelli desnudó su fuerte espada, y a lo cielos la vista levantada, sereno meditó: cruzó su frente signo misterioso, y a los libertadores dijo ansioso con alta inspiración: "¡Compatriotas!, se acerca el fausto día, "de ventura, de paz y de alegría, "de vivir o morir; "después que revolquemos en la tierra "al tirano feroz, no habrá más guerra "y se podrá vivir. "¡Soldados!, un antiguo veterano "que esta bandera sustentó en su mano, "os convoca a la lid. "¿Insensibles seréis a su llamado, "y al gemido doliente y prolongado "de la Patria infeliz? "¡Cómo serlo! ¡Y el bravo miliciano "monta a caballo, y con el sable en mano "se apresta a combatir "¡ya el pueblo entero se alza como un hombre "invocando de Patria el santo nombre "con eco varonil! "A las armas, valientes argentinos, "venid a decidir vuestros destinos "con grande corazón. "¡Paisanos a las armas! Derroquemos "al infame tirano a quien debemos "llanto y desolación. "De lo alto del pirámide sagrado "¡Libertad! por tres veces aclamado "el arcángel de Dios. "¡En su cumbre, después de esta cruzada, "la bandera argentina laureada "pondremos con honor!" [7.] ¡Viva la Patria! ¡Viva! ¡Guerra al tirano! ¡Guerra! Por todo el llano y sierra se siente retumbar. Tres mil libertadores por la cruz de su espada a la Patria adorada juraron libertar. Castelli, Rico y Olmos al frente de sus bravos, a los torpes esclavos prometen humillar. Y en alto los aceros, ¡Al combate! , gritaron, y al combate volaron al son de himno triunfal. ¿En su entusiasmo de héroes, en sus nobles facciones, conocéis los campeones de Salta y de Maipú? Son ellos, que atrevidos con grande fe en el alma adornarán con palma el estandarte azul; o morirán como héroes legando un alto ejemplo, que brillará en el templo de la inmortalidad. ¡Honor para la Patria, si rompen sus cadenas! ¡Honor, si de sus venas la sangre sólo dan! III. Chascomús Mirad la extensa laguna de Chascomús: majestuosa Sobre la pampa reposa bajo esa bóveda azul. Allí fue que en otros tiempos sobre el indio fugitivo, llegó el español altivo y alzó la gigante cruz. ¿Quién, atronando su orilla con acento furibundo, turba el silencio profundo que reina en la soledad? Por una parte, un gran pueblo que sus derechos reclama; por otra, turba que infama a Dios y la humanidad. Hoy la víctima y verdugo se han mirado frente a frente, y van en batalla ardiente a deslindar la cuestión. ¡Oh señor, tú que los orbes sustentas entre tus manos, dispénsale a mis hermanos tu divina protección! Toca el clarín a la carga, y cargando a los esclavos, se arroja el pueblo de bravos con alientos de titán. ¡Viva la Patria! ¡Victoria! ¡Muera el tirano! clamando, van las legiones segando a sable, lanza y puñal. Mas ¡ay!, sus nobles cabezas se doblan ensangrentadas, y se miran pisoteadas por la mesnada feroz. ¡Será, gran Dios, que tu diestra mi Patria infeliz azota, y que su bandera rota sea alfombra al opresor! ¡Aun no! Del fuerte Castelli en medio de la pelea aun la azul bandera ondea y es un punto de reunión. Recorriendo va a galope las legiones desbandadas, gritando: "Tenéis espadas; "¡venid, morid con honor!" Sereno a su lado marcha Crámmer, valiente y experto; pero cayó al suelo muerto, y la pelea cesó. [8.] Sólo los muertos quedaron en la llanura tendidos, y huyeron despavoridos el vencido y vencedor. Gloria y honor y laureles al que muere batallando, y que sus ojos cerrando aun exclama: "¡Libertad!" Gloria eterna a los que alzaron la bandera de esperanza, y elevaron en su lanza los dogmas de la Igualdad. Nada importa una derrota: ¡No hay que plegar su bandera! ¡El tigre del Plata muera! ¡O ser libres o morir! Argentinos, a caballo, y mil veces más, vencidos, otras mil veces reunidos, volvamos a combatir. IV. Castelli Por los llanos inmensos de la pampa vaga Castelli triste y silencioso,[9.] y en su semblante pálido y ansioso está grabado el sello del dolor; Fiel adalid de un pueblo generoso cayó con él en medio del combate, mas la derrota que al cobarde abate no ha destemplado el varonil valor. Extiende en torno suyo la mirada, y en la patria cautiva piensa el bravo; no ve sino al tirano y al esclavo, al verdugo y la víctima infeliz. A espectáculo tal cae de rodillas con la vista clavada al firmamento, y prorrumpiendo en dolorido acento: "¡Oh Patria mía, mísera de ti!" Oyese entonces en el vecino bosque el rumor de las armas estridente, y apretando la espada fuertemente, con ademán resuelto se erguió; y vio venir a él, husmeando sangre, los feroces lebreles del tirano, como a la hambrienta jauría que en el llano a su víctima acosa con furor. "¡Muere, salvaje!", rugen los bandidos, y él les reponde: -"Moriré peleando; "si no triunfé en el campo batallando, "con mi muerte, de todos triunfaré." Y a Dios encomendando su alma fuerte, traba con todos angustiosa lucha, y circundando, con tesón relucha, y repite; -"Peleando moriré." Al suelo cayó al fin hecho pedazos sin desmayar su espíritu valiente, y dio a la patria con valor consciente cuanto podía como mártir dar. Y los feroces tigres carniceros el cadáver caliente degollaron, y con impía planta profanaron los despojos del héroe popular. Y su busto sangriento y palpitante pusieron por escarnio en la picota; y su sangre que cae gota por gota marcando está las horas del dolor. El pueblo le contempla con asombro y de su labio cárdeno y helado parece que esperase atribulado el grito de Esperanza y Redención . Clavada está en un palo su cabeza cual señal que concita a la venganza, como faro que alienta la esperanza para un tiempo de paz y libertad; que si hoy como trofeo al despotismo se mira torpemente escarnecida, un día llegará en que bendecida la circunde aureola celestial. Héroe del Sud, tus pálidas cenizas por la pampa se encuentran dispersadas, pero de todo un pueblo veneradas tienen sepulcro en cada corazón; en la inmortal memoria de tu pueblo que nunca el heroísmo ha renegado, tu nombre como en bronce está grabado. Tiene tu noble espíritu mansión. V. Los emigrados Los rotos escuadrones salvados del cuchillo, buscando otro caudillo volviéronse a reunir; y en el Tuyú cercados, con varonil fiereza juraron con firmeza Libertad o morir. El vencedor soberbio cubierto de humor rojo, en su brutal enojo esto llegó a decir: "Rendiréis vuestras armas y seréis mis esclavos." Y reponden los bravos: "¡Libertad o morir!" Olmos y Rico dicen a sus fieles guerreros: "¡Valientes compañeros, "ya vamos a partir; "el fuego de la Patria "en el alma llevemos "y por ella juremos "Libertad o morir. "Para salvar las armas, "dejamos este suelo; "buscando con anhelo "campo en que combatir: "y sea nuestro grito "al dejar esta playa, "y al entrar en batalla, "¡Libertad o morir!" "¡Busquemos otro campo!" Mil veces contestaron... ¿Pensáis que derramaron un llanto femenil? En mísero abandono sus hogares dejaban, y tan sólo exclamaban: "¡Libertad o morir!" Antes que como infames doblegar la cabeza, supieron con firmeza sus cabezas erguir: y dejaron la Patria y a las naves subieron, y otra vez repitieron: "¡Libertad o morir!" "Adiós, patria", decían, "para ti viviremos, "y por ti moriremos "en la porfiada lid; "que si tus caras playas "hemos abandonado, "es porque hemos jurado "¡Libertad o morir!" Epílogo Por las llanuras del Sud yacen doquier esparcidas las semillas bendecidas del árbol de libertad. Con la sangre del martirio ha sido ese árbol regado: si sus ramas han cortado, el tronco intacto quedó. Cuando en los campos del Sud clave su pendón la gloria, y el arcángel de victoria bata su palma inmortal, con potente lozanía brotarán esos raigones, y gigantes dimensiones el árbol adquirirá.