Armonías de la Pampa/IV
Mi caballo era mi vida, mi bien, mi único tesoro.
Juan M. Gutierrez
Juan M. Gutierrez
Mi caballo era ligero como la luz del lucero que corre al amanecer; cuando al galope partía al instante se veía en los espacios perder. Sus ojos eran estrellas sus patas unas centellas, que daban chispas y luz: cuanto lejos divisaba en su carrera alcanzaba, fuese tigre o avestruz. Cuando rendía mi brazo para revolear el lazo sobre algún toro feroz, si el toro nos embestía, al fiero animal tendía de una pechada veloz. En la guardia de frontera paraba oreja agorera del indio al sordo tropel, y con relincho sonoro daba el alerta mi moro como centinela fiel. En medio de la pelea, donde el coraje campea, se lanzaba con ardor; y su estridente bufido cual del clarín el sonido daba al jinete valor. A mi lado ha envejecido, y hoy está cual yo rendido por la fatiga y la edad; pero es mi sombra en verano, y mi brújula en el llano, mi amigo en la soledad. Ya no vamos de carrera por la extendida pradera pues somos viejos los dos. ¡Oh mi moro, el cielo quiera acabemos la carrera muriendo juntos los dos!