Aquella tarde, en tu casa

AQUELLA TARDE, EN TU CASA


A

quella tarde, tu casa la espalda a los vientos daba;

tu activa madre cosía, leías tú, yo soñaba.
Muy fría estaba esa tarde, pero en tu casa ¡qué extraño!
reinaba suave calor que a mi alma hacíale daño.

¡Ah! de mi madre la ausencia sentí esa tarde, comprendo.

Madre:¡quién juntas nos viera cosiendo tú y yo leyendo!

Mil hojas tuviera el libro de versos que compusiera
mi amor para ti solita. Tu dicha mi gloria fuera.
Arco y laurel de mi lira fuera tu amor, madre mía.
¡Qué abrigo fueran tus brazos en esta estación tan fría!
Nunca se helaran mis manos pudiendo asirse a tu falda.
Mi casa, estando tú en ella, diera a los vientos la espalda.
Y si por mi, madre mía, doliérate ser tan pobre
yo te dijera: —Contigo ¿qué bien habré que no sobre?:
vino es el agua, exquisito manjar es el pan moreno,
y el mundo todo, lo abarca nuestra casita en su seno.
¿Dices que burdo es mi traje?... Sobrado lujo en él miro.
¿Tiene mi frente tus besos?... No a otra caricia aspiro.
Y al morir, si al lado mio rezar te oyera, ¡oh fortuna!,
el “bienmorir” fuera a mi alma como una canción de cuna. . .

Mas... desperté. ¡Oh Realidad! tu frío hallé irresistible.
Madre! ¡cuan lejos estabas!... Eras un sueño imposible.