ALFREDO, BERTA, EL GRIEGO.


EL GRIEGO.- Y vuestro amigo no sabe faltar a su palabra... Verdaderamente no lo merecíais... ¡Espíritus débiles, que no saben sobreponerse a una preocupación!... En fin, lo habéis querido: el sacerdote os aguarda en el altar...

ALFREDO.- ¡No sé cómo pagaros tanto servicio!..., ¡cómo acreditaros mi agradecimiento! -Berta..., ¡cuando gustéis!...

BERTA.- (Apenas puedo sostenerme..., ¡qué angustia!) ¡Vamos!