RUJERO, ROBERTO, EL GRIEGO.


EL GRIEGO.- Alfredo pregunta por vos..., tiene que comunicaros ciertas órdenes.

ROBERTO.- ¿A mí?

EL GRIEGO.- A vos... Son respectivas a la ceremonia que va a verificarse.

ROBERTO.- Entonces..., podéis decirle que busque otro a quien comunicarlas..., porque yo no pienso contribuir por mi parte a tamaño escándalo.

EL GRIEGO.- ¿Eso respondéis al barón?... ¿Así cumplís vuestras obligaciones?

ROBERTO.- Eso le respondo..., así cumplo mis obligaciones... Vos le serviréis mejor..., y le acabaréis de despeñar en un precipicio sin fondo. -Ven, Rujero...

EL GRIEGO.- Esperad, Rujero: tengo que deciros dos palabras... Ya os seguirá... (Podéis pensar de mí lo que queráis..., pero sabed que las palabras que se pronuncian más en secreto, resuenan en mis oídos tanto como las esplosiones del volcán).

RUJERO.- (¡Y bien!...)

EL GRIEGO.- (Era sólo una simple advertencia...) Id... Roberto os aguarda...

RUJERO.- (¡Apenas le habíamos nombrado!)