Alfredo: 11
2.ª
editarROBERTO, ÁNJELA, ALFREDO.
ALFREDO.- ¿Habéis visto a Jenaro?
ROBERTO.- No...
ÁNJELA.- No le hemos visto.
ROBERTO.- ¿Deseáis que le busque?
ALFREDO.- ¡Y le dije que me aguardara en este sitio!... No hay barón en Sicilia peor obedecido que yo... ¡Es abusar ya demasiado de mis condescendencia!
ROBERTO.- Voy a buscarle, y le diré...
ALFREDO.- No es necesario. -(Pausa. ALFREDO se pasea). Perderemos el mejor tiempo para la cacería... (ROBERTO se va).
ÁNJELA.- ¿Salís a cazar?, ¡tan tarde...!
ALFREDO.- ¡Tarde!... No, no es tarde...
ÁNJELA.- Se está ya poniendo el sol... Me parecía que era tarde para cazar...
ALFREDO. (Con viveza y expresión).- ¡Ánjela! ¡Ánjela! Nunca es tarde para quien...
ÁNJELA.- ¡Qué palabras!... No os comprendo...
ALFREDO.- (¡Insensato!..., ¿qué iba yo a decir?)
ROBERTO.- (Entrando). Jenaro, señor, os aguardaba en esta puerta...
ALFREDO.- No era ahí donde yo le había mandado... ¡Todos se creen con derecho para hacer su voluntad! (Vase).
ÁNJELA.- ¡Cuánto siento que nos hubieseis interrumpido! Si tardáis un poco, me parece que Alfredo iba a confiarme alguna pena oculta. ¡Si le vieseis qué conmovido estaba!
ROBERTO.- ¡Conmovido!, sí..., eso es muy común..., pero no es tan fácil arrancarle su secreto. -En fin, ya estás viendo qué maneras...
ÁNJELA.- Bajo de esas maneras, sin embargo..., no lo dudéis, padre mío..., se esconde siempre un bello corazón. ¡Pues qué!, ¿puede renunciarse en un momento a las ideas y a los hábitos de toda la vida?... Mas he aquí Rujero que llega..., ¡cuán diferente del que acaba de dejarnos!-