Al recibir una carta de Buenos Aires
Has apurado, Rubén,
la célica medicina;
esperanza, amor y bien
son una poción divina,
peregrina.
Superior a toda ciencia
que le puedan dar los sabios:
ella ha vertido en tus labios
el elixir de Juvencia.
Lo que fué ya está borrado,
y el porvenir que obscuro era
es presente iluminado
por alba de primavera
verdadera.
Brille tu genio fecundo,
oriente sus ricas galas;
Alondra, tiende tus alas
sobre la aurora del mundo.
Nunca ha existido doctor
crisostómico parlante
que aplicara semejante
Medicina del amor.
Y por
virtud tan linda y leal
de tal ciencia peregrina,
diamantina
la alondra alzará su vuelo,
pues le señalas abiertas
tú las puertas
de la esperanza y del cielo.
¡Ay!, hermano,
soberano
que te vas por todas partes
de las ciencias y las artes,
el corazón en la mano!
Que en los dos
se cristalice un poema
hecho de aurora suprema
y de voluntad de Dios!