En el campo me crié
entre matas y lentiscos,
nunca zapatos calcé,
hábito franciscano visto,
dos martirios pasaré
pero no será por Cristo,
y así al cielo no iré.
A la inquisición llevaron
a una porción de sujetos,
y muertos que fueron estos,
sus restos depositaron,
y a otro año de ellos sacaron
al origen de sus pleitos.
Cinco compañeros juntos
por lo regular vivimos,
y cuando nos dividimos
es para varios asuntos;
sirvo al vivo y al difunto,
siempre en movimiento estoy,
de una parte a otra voy
por mandato de los hombres
a quien serví, no te asombres,
aun antes de ser quien soy.
M. V. G. E. R.
(Anagrama.)
La M, muerte publica;
vicio la V, bien formada;
la G, guerra; la E, espada,
y la R, rayo indica.
De modo que si me ensayo
a unirlas como se advierte,
dicen estas letras: «Muerte,
vicio, espada, guerra y rayo».
¿Qué ingenio torpe e inmundo
mujer así disfrazó
y de tal modo ultrajó
la mejor cosa del mundo?
¿No fuera más cierto y fijo
que dejara descifrado
mujer, maravilla, vida,
gloria, estrella y regocijo?»
¿Cuál será la muy mentada
que se halla al fin de la vida,
no halla en el mundo cabida
ni en el cielo tiene entrada,
que no se encuentra en los meses
y en la semana dos veces?
Cualesquiera que me viera
entre cadenas metido,
creerá que contra la iglesia
algún mal he cometido.
Pues jamás cometí daño,
ni en obra, ni en pensamiento,
y estoy, por decreto humano,
condenado a fuego eterno.
Suélenme sacar al aire,
y es para mí más tormento,
pues el fuego en que me abraso
crece con el movimiento.
En medio del mar estoy y no me mojo,
en brasas me colocan y no me abraso,
en el aire me hallo y no me caigo,
sin que puedas echarme me tienes en tus brazos.
¿Cuál es aquel asmastrote,
ídolo de la mujer,
por cuyos costados entran
dos a dos, y tres a tres?
Dos cosas tiene de llave,
y de Fortuna una y tres,
dos del juego de ajedrez,
tiene una de hombre armado,
y otra que si le falta
ya no se puede mover.
Vino cierto anciano un día,
y ufano con su valía,
me aseguró que en su nombre
un gran misterio hallaría;
en confusión me habéis puesto,
diga hermano la verdad;
diré que en el primer verso
la veréis con claridad.
Muerdo al fuego, y el bocado
es daño y bien del mordido,
no vierte sangre el herido
aunque se ve acuchillado;
mas si es profunda la herida
por mano que no acierte,
causa al herido la muerte
y en la muerte está su vida.
¿Cuál es la dama pulida,
aseada y bien compuesta,
temerosa o atrevida,
pudorosa o descompuesta,
y gustosa o desabrida?
Si son muchos porque asombre
muda de mujer el nombre
en varón, y hay cierta ley
que habla por ella al rey
y la lleva cualquier hombre.
Al volver por una esquina
me encontré con un convento;
las monjas vestían de blanco,
la abadesa, de pellejo;
más arriba, dos ventanas;
más arriba, dos espejos.
más arriba, una plazuela
donde pasean los polluelos.
Por inútil y por viejo,
me apartó el rey de su tropa,
y sin darme pres ni ropa
total me quitó el manejo,
dejándome boca abajo,
en pago de buen servicio.