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Escena VI
editarREBENQUE, DON CENÓN, y luego BRÍGIDA.
TÍO REBENQUE. -¡Señor don Cenón Carcoma!... ¡Usted en Ocaña! ¿Qué acontecimiento?...
D. CENÓN CARCOMA. -Bien, puede usted decir que es un acontecimiento. ¡Ay tío Rebenque! Estoy... Dígame usted, ¿no habrá un asiento para mí en la diligencia que pasa por el Quintanar?
TÍO REBENQUE. -¡Hombre!, lo siento está llena.
D. CENÓN CARCOMA. -¡Voto va sanes!
TÍO REBENQUE. -¿Pues no viene usted del Quintanar de la Orden?
D. CENÓN CARCOMA. -Sí señor que vengo, y lo que me desespera es tenerme que volver sin haber adelantado ni esto.
TÍO REBENQUE. -Pues ¿cómo?...
D. CENÓN CARCOMA. -¡Ay tío Rebenque de mis entrañas!, ¡me han asesinado!
TÍO REBENQUE. -¡Virgen Purísima! ¿Dónde?
D. CENÓN CARCOMA. -¡Me han arruinado!
TÍO REBENQUE. -¡Qué dice usted! Pues el camino es seguro, y no he oído decir que anden ladrones.
D. CENÓN CARCOMA. -No: los ladrones no están sólo en los caminos, ya lo sabe usted.
TÍO REBENQUE. -Ya...
D. CENÓN CARCOMA. -¡Otra cosa peor! Me han... ¿No ha pasado por aquí hace poco una silla de posta verde?
TÍO REBENQUE. -No señor.
D. CENÓN CARCOMA. -¡Pues, sabe Dios!... ¿Quiere usted tomar esto? (Le da una maleta que traía.)
TÍO REBENQUE. -Perdone usted..., no había reparado. (Tomándola, se la da a un mozo que pasa.)
D. CENÓN CARCOMA. -Pues señor..., (mira con inquietud al mozo que se lleva la maleta) como iba diciendo... (Vuelve a mirar.)
TÍO REBENQUE. -No tenga usted cuidado, está segura; yo respondo de ella.
D. CENÓN CARCOMA. -No, yo no... Pues señor, un amigo que salía del Quintanar para Madrid en una silla de posta me cedió el otro asiento. Corre que te corre..., ¡viaje inútil! No he podido atraparlos.
TÍO REBENQUE. -Atrapar, ¿a quién?
D. CENÓN CARCOMA. -A mi sobrina y al oficial, hombre.
TÍO REBENQUE. -¡La sobrina!
D. CENÓN CARCOMA. -Pues. ¡La perra se ha dejado robar!
TÍO REBENQUE. -¡Bah!
D. CENÓN CARCOMA. -Como usted lo oye. Se enamoró hace un año de un tal Mendoza o demonio, oficial de un regimiento de caballos que estaba allí de guarnición: yo no la dejaba respirar. Al fin se va el regimiento; anda con mil diablos. Entonces tomo mis medidas: ella estaba triste, siempre llorando y suspirando, y haciendo pantomimas. ¡Malo!, dije yo para mi capote, a casarla. Escribo a un antiguo amigo de Tuy, ofreciéndosela para su hijo, muchacho rico, robusto, un poco falto de alcances..., un marido de oro. Se arregla la cosa, viene el chico a Madrid a comprar los regalos de boda: me dicen al otro día que el maldito regimiento vuelve de guarnición... Escríbole al muchacho cuatro renglones..., nada más..., sin decirle..., pues. Yo no sé si él entendería la carta: lo cierto es que no ha parecido. Llega el regimiento antes que yo pensaba; mi sobrina ve al oficial, ¡y hoy mismo los dos pichoncitos han volado!
TÍO REBENQUE. -¡Qué me cuenta usted!
D. CENÓN CARCOMA. -Averiguo que han tomado el camino de Madrid, y salgo como un rayo. A media legua de aquí columbro la silla...
TÍO REBENQUE. -¿La silla verde?
D. CENÓN CARCOMA. -La misma. Aprieto: ya iba a alcanzarla..., cuando en una revuelta que hace el camino..., la pierdo de vista. Sin duda han echado por esos sembrados..., ¡y ese maldito bosque nos quitaba la vista!
TÍO REBENQUE. -¡Vaya un lance! En fin, ¿qué adelantará usted con morirse? Al cabo no es hija, y..., ¿quién sabe si el oficial se casará con ella, y...?
D. CENÓN CARCOMA. -¡Ya lo creo!..., ¡pues no es nada!..., ¡una muchacha rica!... Un alférez que no tiene más que la paga! Pero yo soy tutor, ¡tío Rebenque de mi alma!, ¡y me pedirá cuentas!..., y..., pues..., me embrollarán, y tendré que dar lo mío, y..., ¡me arruino! Con el mocito de Tuy era diferente: el amigo Almazán es muy rico, y..., vamos, me hubiera dado tiempo para arreglar la..., hubiera pasado por todo, y...
TÍO REBENQUE. -Ya entiendo: era otra cosa.
D. CENÓN CARCOMA. -¿Y ahora cómo hago yo para volverme al Quintanar?
TÍO REBENQUE. -Mire usted, lo primero que debe usted hacer es comer aquí.
D. CENÓN CARCOMA. -Sí, eso no está mal pensado; pero ¿y después?
TÍO REBENQUE. -Después no faltará ocasión..., habrá mil carruajes, y por poco dinero...
D. CENÓN CARCOMA. -Cree usted que...
TÍO REBENQUE. -Continuamente están pasando.
D. CENÓN CARCOMA. -Pues señor, corriente.
TÍO REBENQUE. -¿Brígida? Un cubierto para el señor don Cenón, y que pongan a calentar aquel pollo..., pronto. Verá usted qué bocado, señor don Cenón.
D. CENÓN CARCOMA. -Déjeme usted de bocados..., ¡la pena me mata!
TÍO REBENQUE. -Qué, ¿no tiene usted apetito ya?
D. CENÓN CARCOMA. -Sí señor..., ¡pero crea usted que este golpe!... ¡Ah cruel!..., ¿un pollo ha dicho usted?
TÍO REBENQUE. -¡Sí señor, con una salsita que ya, ya!...
D. CENÓN CARCOMA. -¡Ingrata! Qué corazón de... (Con tono lastimoso.)
TÍO REBENQUE. -Yo le aseguro a usted que está muy tierno.
D. CENÓN CARCOMA. -¿El corazón de mi sobrina?
TÍO REBENQUE. -No señor, el pollo.
D. CENÓN CARCOMA. -¡Ay, tío Rebenque! ¡Yo voy a enfermar de pesadumbre!
TÍO REBENQUE. -Ya está la comida. (Desde la puerta.)
D. CENÓN CARCOMA. -¿La mía?
TÍO REBENQUE. -Sí señor, vaya usted.
D. CENÓN CARCOMA. -¡Tío Rebenque! No se admire usted si oye decir que me ha quitado la vida este..., ¡voy a comer! (Éntrase en la posada.)
BRÍGIDA. -¿Qué tiene don Cenón?
TÍO REBENQUE. -Ah, ah..., pobre hombre..., de veras (riendo), lo arruinan..., ah, ah. (Éntrase.)