Escena XII editar

MULEY CARIME, ZULEMA.


ZULEMA.- (Al abrir la puerta.) ¿Qué ruido es ése? ¡Sois vos!


MULEY CARIME.- (Aparte.) ¡Mi hija!... ¡Dios mío!


ZULEMA.- Me pareció que había oído la voz de mí esposo... En este mismo instante estaba pensando en los dos.


MULEY CARIME.- ¡En los dos!


ZULEMA.- ¿Por qué no?... Yo nunca separo a entrambos en mi pensamiento ni en mi corazón... ¡Todas las noches, antes de dormirme, ruego a Dios por vos y por él!


MULEY CARIME.- ¡Zulema!...


ZULEMA.- Me parece que estáis contristado, y que os cuesta trabajo contener vuestras lágrimas... ¿Nos amenazan más desdichas?...


MULEY CARIME.- No te inquietes..., sólo tengo que decirte que voy a ausentarme...


ZULEMA.- ¡Ausentaros!... ¿Y qué causa tan urgente puede obligaros a ello?


MULEY CARIME.- Es necesario, hija mía...


ZULEMA.- ¿Lo sabe mi esposo? (MULEY CARIME no responde.) ¡Ah! no me queda duda, él es quien os lo ha mandado... Pero no se verificará, no; yo sabré impedirlo. (Va a ir al instante, mostrando resolución y confianza.)


MULEY CARIME.- (Con tono grave.) Detente... ¿A dónde vas?


ZULEMA.- (Con abatimiento.) En busca de mi esposo... ¿No me es lícito rogarle por mi padre?


MULEY CARIME.- Es inútil, mi querida Zulema..., del todo inútil...


ZULEMA.- No lo creáis; es el único favor que le he pedido; y a él le consta lo mucho que yo os amo... ¡Lejos de vos, lo digo con toda mi alma, no podría yo sobrellevar la vida!


MULEY CARIME.- ¿Y a qué vienen ahora esas lágrimas?...


ZULEMA.- No lloro...; pero me siento enternecida siempre que se me ocurre un pensamiento muy triste... ¡Dios, Dios sabe lo que le he pedido mil veces!... (Coge con la mayor ternura la mano de su padre.) Y me lo concederá..., sí, me lo concederá... Ya he llorado a mi madre, a mi pobre madre..., y el corazón me dice que no tendré que llorar más que a ella.


MULEY CARIME.- (Desasiéndose de su hija, y echándose en el sofá.) ¡Esto ya es demasiado, Dios mío, demasiado!... Ten lástima de un padre... (Después de un corto intervalo.) Ven, Zulema, acércate...


ZULEMA.- (Con viveza.) ¿No os iréis?...


MULEY CARIME.- Es preciso, hija mía...


ZULEMA.- Pero, a lo menos, volveréis pronto...


MULEY CARIME.- ¡Pronto!


ZULEMA.- Mas, ¿qué quiere decir esa amarga sonrisa?... La sangre se me ha helado en las venas.


MULEY CARIME.- Tengo necesidad de recogerme un poco..., es fuerza separarnos. (Levantándose.) Tus palabras me traspasan el corazón; y no tengo la fortaleza necesaria... Tú llenas de amargura mis últimos momentos...


ZULEMA.- (Con sobresalto.) ¡Los últimos!...


MULEY CARIME.- (Volviendo sobre sí.) Los últimos que me quedan antes de separarnos... (La abraza con la mayor ternura.) A Dios, Zulema, quédate con Dios. ¡Él será tu padre... como lo es de todos los desdichados!


ZULEMA.- ¿Qué quieren decir esas palabras misteriosas, ese acento tan desconsolado?... ¿Tal vez os amenaza algún riesgo?...


MULEY CARIME.- No, hija, ninguno...


ZULEMA.- Sin duda os aflige algún triste presentimiento... ¡Si os viese yo en este instante por la última vez! ¡Ah! no, padre mío, no; de aquí no saldréis... (Échase de pronto a los pies de su padre y abraza sus rodillas.)


MULEY CARIME.- Déjame, hija, déjame..., por Dios te lo pido...; me estás haciendo sufrir mil veces la agonía de la muerte.


ZULEMA.- Aguardad siquiera a que amanezca... Pasaremos juntos algunas horas más... ¡Prepararé mi ánimo a esta separación cruel!...


MULEY CARIME.- No, hija, no puede ser...; ya me están aguardando...



(Dan las dos en el reloj de la sala; MULEY CARIME se muestra como herido de un rayo, y cae sobre los almohadones.)


ZULEMA.- ¿Por qué os habéis estremecido?... (Mirando al reloj.) Es el reloj, que acaba de dar la hora... (Volviendo hacia su padre.) Mas, ¿qué veo?... Habéis perdido el color, y estáis todo inmutado... Claváis en mí los ojos, y ni siquiera derraman ya una lágrima... (Levántase despavorida.) ¡Aben Humeya!... ¡Aben Humeya!...


(MULEY CARIME pone su mano en la boca de su hija como para impedirle que grite; ella la aparta con horror.)


¡Dios mío!... ¡Está su mano helada!...


MULEY CARIME.- ¡Hija mía... hija!


ZULEMA.- Respirad, respirad libremente...; no nos separaremos...; donde quiera que vayáis, os seguiré yo.


(MULEY CARIME la mira con extrema ternura y cogiéndole la mano la aplica a su corazón.)


Sí, ya lo sé...; ahí estoy..., ahí estoy para siempre...


MULEY CARIME.- (Con un hondo quejido.) ¡Para siempre! (Expira.)


ZULEMA.- ¡Padre... padre! ¿No me respondéis?... ¡No conocéis ya a vuestra hija! ¡Ven, Aben Humeya, ven a socorrerme...; mi padre ha muerto!


(Cae postrada a los pies de MULEY CARIME. Después de un breve silencio óyense a lo lejos, hacia el fondo del teatro, algunos tiros de arcabuz, y luego resuenan golpes repetidos hacia el lado del aposento de ZULEMA.)