Escena V

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Los mismos. MULEY CARIME.


MULEY CARIME.- ¿Qué haces?


MORISCO.- (Queriendo descargar el golpe.) Es hijo de un castellano...


MULEY CARIME.- ¡Detente! Yo te creía un hombre esforzado..., no un asesino.



(La VIUDA, rendida de cansancio y de angustia, está a los pies de MULEY CARIME y abraza sus rodillas, así como el niño.)


MORISCO.- Es que...


MULEY CARIME.- Ya lo sé; con la oscuridad de la noche te has engañado..., yo te disculpo... ¡Creías perseguir a un enemigo... y es una mujer!



(El MORISCO se queda confuso; apártase poco a poco y va a juntarse con los demás.)


UN MORISCO.- (En el grupo.) ¡Otra vez el viejo... por todas partes se le encuentra!


MULEY CARIME.- (A la mujer.) Levántate, infeliz...; nada tienes ya que temer... ¿Por qué me besas la mano? Yo no he hecho sino lo que debía.


MORISCO l.º- ¿Lo estáis oyendo?... Ni aun trata de disimular...; siempre ha querido bien a los cristianos.


MORISCO 2.º- ¡Quién sabe!... Tal vez lo será en el fondo de su corazón.


LA VIUDA.- (Al tiempo de levantarse.) Así, hijo mío...; bésale los pies...; acaba de salvarte la vida.



(El niño lo ejecuta.)


MULEY CARIME.- ¿No tienes más hijos que éste?


VIUDA.- Es el único... y he estado a punto de perderle... ¡Ya le he visto traspasado en mis brazos!... (Abraza al niño con la mayor ternura.)


MULEY CARIME.- No llores, buena mujer, no llores... ¿y no ves que afliges a ese niño?... Escucha: (En tono más bajo.) corres peligro si te vuelven a hallar aquí... En este momento están ciegos, y son capaces de todo... Ven conmigo; yo te acompañaré hasta las puertas del pueblo, y te indicaré un paraje en que puedas guarecerte.


VIUDA.- ¡Dios os bendiga!... Habéis salvado a este infeliz huérfano...


MULEY CARIME.- Ya me conoce el angelito... ¿Lo ves?... Me toma la mano... Venid, venid conmigo.



(Vanse por la calle opuesta a la que conduce al castillo.)