Escena II

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ABEN HUMEYA, ZULEMA, FÁTIMA.


FÁTIMA.- ¡Madre mía!...


ZULEMA.- ¿Qué es eso?


ABEN HUMEYA.- ¡Elvira!


ZULEMA.- Habla, hija, explícate... ¿Por qué vienes tan azorada?...


FÁTIMA.- Ya nada temo... me hallo en vuestros brazos.


ZULEMA.- Pero ¿qué te ha sucedido? ¿No ibas con tus esclavas?


FÁTIMA.- Sí, madre mía; con ellas salí esta tarde para ir a ver la fiesta de Cádiar...; mi querida Isabel venía también conmigo, y su hermana nos seguía de cerca... ¡íbamos tan contentas, tan alegres!... Casi estábamos ya a las puertas del pueblo, cuando me dio un vuelco el corazón al divisar soldados castellanos...


ABEN HUMEYA.- ¡Siempre, siempre castellanos!


FÁTIMA.- Íbamos a pasar junto a ellos con los ojos clavados en el suelo, y ya nos estrechábamos las tres para salvar al mismo tiempo las puertas, cuando oímos de pronto un grito, y vimos a los soldados abalanzarse y arrancarnos los velos que nos cubrían el rostro.


ABEN HUMEYA.- ¡Eso han hecho, hija mía!


ZULEMA.- Escucha, Fernando, siquiera...


FÁTIMA.- Yo desprendí al punto mi velo, viéndoles desgarrar el de Isabel, que cayó medio muerta del susto...


ZULEMA.- ¿Y qué ha sido de ella?... ¿Cómo te salvaste tú sola?...


FÁTIMA.- Ni aun yo misma lo sé... ¡estaba tan turbada!... Por fortuna vi venir a mi abuelo, que acudió a nuestro socorro... Le he dejado en medio de los soldados; acababan de pregonar un nuevo bando; no se oían más que ayes y murmullo... Ni aun la cara me atreví a volver, creyendo ver a los soldados seguirme y alcanzarme... ¡Nunca más en mi vida me volveré a apartar de mi madre!


ZULEMA.- Sí, prenda de mi alma..., pero ve y da un, beso a tu padre... ¡No estaré con sosiego hasta que te vea en sus brazos!


FÁTIMA.- (Al dar un beso a ABEN HUMEYA.) ¡Estáis también temblando!


ABEN HUMEYA.- ¡No, hija, no..., los hombres no tiemblan jamás!


ZULEMA.- ¡Así callas, Fernando, y recibes con tanta tibieza las caricias de tu Elvira!


ABEN HUMEYA.- (Besándola en la frente.) Al contrario... mira como la beso.


FÁTIMA.- Ya todo se me pasó; no hay para qué afligiros...; estoy viendo que se os saltan las lágrimas...


ZULEMA.- ¡Llora!... ¡Perdidos somos!