A secreto agravio, secreta venganza/Jornada 3/Escena XVII

Jornada tercera

Escena XVII

EL REY, EL DUQUE DE BERGANZA. ACOMPAÑAMIENTO.

DUQUE

Pensando el mar que dormía
segundo sol en su esfera,
mansamente retrató
a sus ondas las estrellas.

REY

Vine, duque, por el mar;
que aunque pude por la tierra,
me pareció que tardaba,
cuanto por aquí es más cerca.
Y habiendo estado las aguas
tan dulces y lisonjeras,
que el cielo, Narciso azul,
se vio contemplando en ellas,
ha sido justo venir
donde tantos barcos vea,
cuyos fanales parecen
mil abrasados cometas,
mil alados cisnes, pues
formando esta competencia,
unos con las alas corren,
y otros con los remos vuelan.

DUQUE

A todo ofrece ocasión
la noche apacible y fresca.

REY

Entre la tierra y el mar
deleitosa vista es ésta;
porque mirar tantas quintas,
cuyas plantas lisonjean
ninfas del mar, que obedientes
con tanta quietud las cercan,
es ver un monte portátil,
es ver una errante selva;
pues vistas dentro del mar,
parece que se menean.
Adiós, dulce patria mía,
que en él espero que vuelva
(puesto que es la causa suya),
donde ceñido me veas
de laurel entrar triunfante
de mil victorias sangrientas,
dando a mi honor nueva fama,
nuevos triunfos a la Iglesia,
que espero ver...
(Voces dentro.)
¡Fuego, fuego!

REY

¿Qué voces, duque, son ésas?

DUQUE

Fuego, dicen; y hacia allí
la quinta, que está mas cerca.
Y si no me engaño, es
la de don Lope de Almeida,
se está abrasando.

REY

Ya veo
en ímpetu salir della,
hecha un volcán de humo y fuego,
las nubes y las centellas.
Grande incendio, al parecer,
de todas partes la cerca:
parece imposible cosa
que nadie escaparse pueda.
Acerquémonos a ver
si hay contra el fuego defensa.

DUQUE

¡ Señor! ¿Tal temeridad?

REY

Duque, acción piadosa es ésta,
no temeridad.