A secreto agravio, secreta venganza/Jornada 3/Escena XVI

Jornada tercera

Escena XVI

DON LOPE

¡Qué bien en un hombre luce
que callando sus agravios,
aun las venganzas sepulte!
Desta suerte ha de vengarse
quien espera, calla y sufre.
Bien habemos aplicado,
honor, con cuerda esperanza,
disimulada venganza
a agravio disimulado.
¡Bien la ocasión advertí
cuando la cuerda corté,
cuando los remos tomé
para apartarme de allí,
haciendo que pretendía
acercarme! Y ¡bien logré
mi intento, pues me maté
al que ofenderme quería
(testigo es este puñal),
al agresor de mi afrenta,
a quien di en urna violenta
monumento de cristal!
¡Bien en la tierra rompí
el barco, dando a entender
que esto pudo suceder
sin sospecharse de mí!
Pues ya que conforme a ley
de honrado, maté primero
al galán, matar espero
a Leonor: no diga el rey,
viendo que su sangre esmalta
el lecho que aún no violó,
que no vaya, porque yo
en mi casa no haga falta.
Pues esta noche ha de ver
el fin de mi desagravio,
medio más prudente y sabio
para acabarlo de hacer.
Leonor (¡ay de mí!), Leonor,
bella como licenciosa,
tan infeliz como hermosa,
ruina fatal de mi honor;
Leonor, que al dolor rendida,
y al sentimiento postrada,
dejó la muerte burlada
en las manos de la vida,
ha de morir. Mis intentos
sólo los he de fiar,
porque los sabrán callar,
de todos cuatro elementos.
Allí al agua y viento entrego
la media venganza mia;
y aquí la otra mitad fia
mi dolor de tierra y fuego;
pues esta noche mi casa
pienso intrépido abrasar.
Fuego al cuarto he de pegar,
y yo, en tanto que se abrasa,
osado, atrevido y ciego
la muerte a Leonor daré,
porque presuman que fue
sangriento verdugo el fuego.
Sacaré acendrado dél
el honor que me ilustró,
ya que la liga ensució
una mancha tan cruel;
y en una experiencia tal,
por los crisoles no ignoro
que salga acendrado el oro
sin aquel bajo metal
de la liga que tenía
y su valor deslustraba.
Así el mar las manchas lava
de la gran desdicha mía:
El viento la lleve luego
donde no se sepa della:
La tierra ande por no vella,
y cenizas la haga el fuego;
porque así el mortal aliento,
que a turbar el sol se atreve,
consuma, lave, arda y lleve
tierra, agua, fuego y viento.

(Vase.)