A la esperanza
CXX
A LA ESPERANZA [1]
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
á tu hija la fé con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mi no cabes,
Esperanza inmortal, ave divina!
que es mi alma para tí harto mezquina
y te ahogas en ella, y por tal arte
huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho sin tí por si consigo
luchando así, á las ciegas, olvidarte.
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto
á amparar nuestras pobres amarguras,
y á hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido á vuestro llanto.
Yo te espero, sustancia de la vida;
no he pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,
pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré á tu fortaleza,
y viviré esperándote, Esperanza!
- Notas
- ↑ Ver explicación en Epílogo y notas.