A fuerza de arrastrarse: 48


Escena XIV editar

PLÁCIDO; un CRIADO; después, BLANCA y JAVIER.


PLÁCIDO.-Ha cedido; ya sabía yo que cedería; otro ser ante el cual no tendré que arrastrarme.

CRIADO.-(En voz baja.) Ahí está el señor... He dicho que pasen. (Se retira.)

BLANCA.-Plácido...

PLÁCIDO.-(Volviéndose rápidamente.) ¡Blanca!... (Pausa. Quedan en pie los tres sin pronunciar palabra.)

JAVIER.-Te empeñaste en que viniésemos; aseguraste que nuestra presencia podrá salvarte de un peligro... o atenuarlo.

BLANCA.-Y aquí estamos.

JAVIER.-Por algunos momentos seremos figuras decorativas en tu casa.

PLÁCIDO.-¿Piensas tú lo mismo, Blanca?

BLANCA.-¿Qué quieres que piense? Y ahora dinos lo que hemos de hacer. ¿Pasearnos por tus salones? ¿Saludar al marqués? ¿Felicitar a Josefina? Lo que tú nos digas; dispón de nosotros.

JAVIER.-Y a todos aquellos con quienes hable, les diré: «Que somos muy amigos, que nunca hemos dejado de serlo, que te estimo y te admiro por tus altas cualidades.» ¿No es esto?

PLÁCIDO.-Sí. Los humildes venís a casa del poderoso a traer una «limosna» de dignidad y de honradez. Dios os lo pague.

JAVIER.-No tenemos otra cosa que dar.