A concilio dentro en Roma
A
concilio dentro en Romael Padre Santo ha llamado.
Por obedecer al Papa
este noble rey Fernando
para Roma fué derecho,
con el Cid acompañado.
Por sus jornadas contadas
en Roma se han apeado:
el Rey con gran cortesía
al Papa besó la mano,
y el Cid y sus caballeros,
cada cual de grado en grado.
En la iglesia de San Pedro
don Rodrigo había entrado,
do vido las siete sillas
de siete reyes cristianos,
y vió la del Rey de Francia
junto á la del Padre santo,
y á la del Rey su señor
un estado más abajo.
Fuése á la del Rey de Francia,
con el pié la ha derribado;
la silla era de marfil,
hecho la ha cuatro pedazos,
y tomó la de su Rey
y subióla en lo más alto.
Habló allí un honrado duque,
que dicen el Saboyano:
—Maldito seas, Rodrigo,
del Papa descomulgado,
porque deshonraste un Rey,
el mejor y más preciado.
Oyendo el Cid sus razones
d’esta manera ha fablado:
—Dejemos los reyes, Duque;
y si os sentís agraviado
hayámoslo entre los dos;
de mí á vos sea demandado.—
Allegóse cabe el Duque,
un gran rempujón le ha dado;
el Duque sin responder
se quedó muy mesurado.
El Papa cuando lo supo
al Cid ha descomulgado;
sabiéndolo el de Vivar
ante el Papa se ha postrado.
—Absolvedme, dijo, Papa;
sino, seráos mal contado.—[1]
- ↑ Los antiguos editores no tuvieron reparo en imprimir esta irreverente al par que contradictoria demanda, que hubieron de mirar como una niñada sin trascendencia del mozo Rodrigo. Por lo demás, ya se ha visto que no sólo estas palabras sino el hecho en sí mismo son de todo punto fabulosos. (Véase Prólogo, pág. 6.)