A Pedro Antonio de Alarcón

Poesías sueltas de José Zorrilla
A Pedro Antonio de Alarcón

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¡Dios te bendiga, Alarcón,
por tu carta bienvenida!
Por ella a muerte y a vida
es tuyo mi corazón.

Y aunque una gota de hiel
con el recuerdo tan triste
de quien tanto amé, vertiste
al fin de tu carta en él,

no por eso será esquivo
mi corazón para ti,
pues me ayuda el que perdí
a hallar su afecto en ti vivo.

¡Dios haya en la eternidad
recibido su alma buena!
La mía, de su fe llena,
dejó su santa amistad.

Tendamos un santo velo
sobre el mármol que le encierra:
nuestra alma debe la tierra
cruzar vestida de duelo.

Hablemos hoy de otra cosa:
tu noble carta al leer,
he sentido tal placer,
que en el alma me rebosa.

Hablas de mí de tal modo
que si de mí piensa hoy
como tú mi patria, voy
tal vez a atreverme a todo.

Si de tu carta supieras
cómo obran en mí a estas horas
las palabras tentadoras,
lo que escribes no escribieras.

Nunca tuve otra ambición
que ser en mi patria amado:
si engañarme has intentado…
¡Dios te perdone, Alarcón!

¿Sabes tú lo que es tener
entre ti y España el mar
y a que se seque esperar,
a España para volver?

¡Pues once años pasé así!
Bien quisto, tal vez amado,
sí, pero desesperado
de volver nunca, ¡ay de mí!

Tenía oro y no podía
pagar jamás mi pasaje,
y a la eternidad del viaje
tener que emprender temía.

¡Han sido once años de afán!
Aunque me los ha endulzado
el pueblo que me ha hospedado,
conmigo siempre galán.

¿Concibes, buen Alarcón,
cuando tu carta he leído,
lo que sentir he debido
en mi español corazón?

.......................

Dios me tuvo en tierra ajena
once años encadenado,
y hubiera muerto expatriado
si él no rompe mi cadena.

Yo creo en Dios: sí, en verdad:
humillé ante él mi cabeza,
y aguardé con entereza
la muerte o la libertad;

y atado de pies y manos,
de la calumnia y la envidia
sentí herirme con perfidia
los aguijones villanos.

¡Y no eran, Pedro, de allí
los que allí a traición me herían!
¡Pedro, los dardos venían
envenenados de aquí!

Mas mi fe en Dios es completa;
cristiano soy, y prefiero
la lealtad del caballero
a la fama del poeta.

Yo nunca he sabido odiar;
quienes me ultrajaron sé,
pero sus nombres eché
con sus ultrajes al mar.

Dios me otorgó su perdón;
y mi cadena al romper,
me mandó a España volver
sin ira en el corazón.

No me hará un triunfo arrogante:
si alguno un guante me arroja,
le ruego que le recoja
sin que yo se le levante.

.........................

Creíme olvidado aquí,
aunque en Dios siempre fié:
mas da harto premio a mi fe
si aún os acordáis de mí.

Dices muy bien, Alarcón;
sólo español y cristiano
fuí siempre, buen castellano,
el cantor de mi nación.

Nunca opinión he tenido,
ni política mancilla:
sólo a la prez de Castilla
mirado he por donde he ido.

Si mi nación me lo estima,
¡benditos sean de Dios
los duelos que llevé en pos,
los años que traigo encima!

............................

Perdona estas digresiones
a que me impulsó tu carta;
y antes que a Madrid me parta
lee mis últimas razones.

Traigo un voto que cumplir:
deja que antes de cantar,
diga a Dios ante el altar
lo que debo a Dios decir.

Deja que un momento en calma
con Dios mis deberes llene:
aguarda a que Dios serene
la tempestad de mi alma.

..........................

Supongo que no imaginas
que ansío palmas ni honores:
yo viví sembrando flores
y en todas sé que hay espinas.

Yo vengo ansioso a beber
la luz y el aire natal,
al Anáhuac imperial
por si tengo que volver.

Yo amo aquella infeliz tierra:
¡quién algo del corazón
no deja en una prisión
que por once años le encierra!

Mi palabra allí empeñé:
y aunque en extranjero hogar
allí tengo que expirar,
mi palabra cumpliré.

Si a quien mi palabra di
rico y feliz fuera, yo
se la pidiera, pues no
necesitara de mí;

mas como se puede hallar
solo, a la merced de Dios,
no he de ser yo de los dos
quien al otro ha de dejar.

A él mi palabra me liga;
si él de ella no me desata,
o Dios antes no me mata,
mi fe a cumplirla me obliga.

..........................

Pues debo a la corte ir
y en ella te debo ver,
cuándo y cómo debe ser
te debo a un tiempo advertir.

Aun traigo unas trovas viejas
que cantar en mi harpa rota,
y traigo una que otra nota
sobre cuentos y consejas;

y aún traigo algo que decir,
pues que mi oficio es hablar,
y algo traigo que contar,
si me lo quieren oír.

Mas como (si gran fortuna
no) tuve en Castilla casa,
voy antes a ver qué pasa
por la casa en que hube cuna;

así que, antes que a Madrid,
tengo que ir a investigar
si me guardan un hogar
Burgos o Valladolid.

.........................

Después… si deseas flores
derramar ante mis huellas,
sea: yo sabré con ellas
una guirnalda trenzar;

y a estilo de mis mayores,
en un templo, de fe en prenda,
haré de ella a Dios ofrenda
antes de hacerme a la mar.