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zumaya

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Con dique, faro, onda, playa,
puente de hierro, y el tráfico
de una industria en que se ensaya,
va ya tomando Zumaya
faz propia y carácter gráfico.

Ya es punto de veraneo,
jira de turistas ricos,
de los de Zarauz paseo;
y tiene aquí hogar y empleo
un gran cantor do zorcicos.

Viene aquí Grilo a buscar
para su hija la salud
y oxígeno que respirar,
¡y a ver si al fondo del mar
puede arrojar su inquietud!

Lugar sano, playa quieta,
de algunas sirenas baño
y retiro de un poeta,
Zumaya no será extraño
que halle de oro alguna veta.

Con su templo bizantino,
su altar de imaginería,
su triple cuadro divino
y el par de ellos peregrino
que guarda en la sacristía;

con la fama proverbial
de su situación amena
y hospitalidad cordial,
y una ventolina buena
para su hidráulica cal,

ya dió de oro con la veta:
por Zumaya, pues, tranquilo
me voy. ¡A escape y aprieta!
¡Adiós, Zumaya!, ¡adiós, Grilo!,
un abrazo a Zabaleta.

Y ¡hala!, otra vez por la orilla
del Urola, entre un follaje
que daba humos al paisaje
de los de Murcia y Sevilla;
y parecía el carruaje
de ondinas una barquilla,
que en mar de verde oleaje
lleva un palo, popa y quilla,
vela y foques, de espumilla
blonda, nipis, tul y encaje.