Acto I
Pedro Carbonero
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Sale PEDRO y ROSELA de moros.
PEDRO:

  Solo Dios, Rosela, sabe
con la pena que he venido.

ROSELA:

No hay mal que no esté escondido
adonde la envidia cabe.
  Es una fiera inquietud
que al propio dueño persigue,
es una sombra que sigue
los pasos de la virtud.
  Mira el bien y no le alcanza,
como la imán siempre al Norte,
pestilencia de la Corte
y rayo de la privanza.
  Cuando vi que amanecía
y que llamando a la aurora
entre las nubes que dora
el Sol, Venus se escondía,
  pensé que me habías burlado
o que negocios mayores
que los de amistad y amores
te habían, Pedro, ocupado.
  Y quíseme desnudar,
mas cuando te vi volver
vistiéndome este placer,
me desnudé este pesar.

PEDRO:

  Si por la noche viniera
por ti, Rosela querida,
tu libertad y mi vida
en contingencia pusiera.
  Que los alcaides y guardas
discurriendo la ciudad
tienen grande cantidad
de ballestas y alabardas
  prendiendo los bencerrajes;
todos quedan en prisión.

ROSELA:

Traiciones y envidias son
de diferentes linajes.

PEDRO:

  Con hachas hicieron día
la noche, confuso abismo
la ciudad porque el Rey mismo
a la prisión asistía.
  Mil damas con rostros bellos,
mil viejos por las ventanas,
estos mesaban sus canas
y estas sus rubios cabellos.
  Quieren decir que también
está la Reina culpada.

ROSELA:

¡Ay, Pedro, tienta la espada
y el fiero brazo prevén
  que viene gran gente aquí!

PEDRO:

Calla y fíngete mi paje.

ROSELA:

Preso trae un bencerraje
un alcaide almoradí.

PEDRO:

  Vive el cielo que sospecho
que es Cerbín, que le he buscado
toda Granada y pensado
que estaba en salvo.

CERBÍN:

¿En mi pecho
(Entra ALMORADÍ y moros de guarda traen a CERBÍN preso.)
  halla el Rey culpa y traición?
¿Yo quiero matar al Rey?

ALMORADÍ:

Bencerraje, de la ley
es el alma la razón.
  Fundado está en hacer
el Rey esta diligencia;
pues quisiste hacer ausencia,
culpa debes de tener.

PEDRO:

  Vete, Rosela, a esta casa
que digo en el Albaicín,
mientras que llego a Cerbín
para saber lo que pasa.
  Pregunta allí por Hamete
y di que te esconda allí.

ROSELA:

¿Cómo tengo de ir sin ti?

PEDRO:

Mi ventura te promete,
  Rosela, seguridad.
El sol apenas se ve
y no es posible que esté
tan despierta la ciudad.

ROSELA:

  ¡Vuélvate el cielo con bien!

(Vase.)
PEDRO:

¿Qué es esto, amigo Cerbín?

CERBÍN:

Que voy preso, preso en fin
con Almoradí.

PEDRO:

¿Con quién?

CERBÍN:

  Con un amigo el mayor.

PEDRO:

Habráselo el Rey mandado,
¿pero qué causa habéis dado?

CERBÍN:

Dice el Rey que soy traidor.

PEDRO:

  No dirá, que lo más cierto
es que al Rey se lo dirán
traidores, que siempre están
con el veneno encubierto
  estas cobardes arañas
sin fuerzas y sin valor,
que hacen veneno la flor
en telas de sus entrañas.
  Bien puede el almoradí
soltarte, que es caballero.

ALMORADÍ:

¿Pues cómo un moro estranjero
osa hablar del Rey así?

PEDRO:

  Yo no digo del Rey nada,
que al soberano señor
debe respeto y amor
toda lengua y toda espada.
  Traidores de trato doble
son los que afrentó por Dios,
de los cuales no sois vós,
pues sois caballero noble.
  Volved a Cerbín la espada,
llevalde preso con ella,
pues tiene Almanzor por ella
la corona de Granada.
  Que si no hubieran nacido
bencerrajes ya el cristiano
tuviera el cetro en la mano
que con sangre han defendido.
  Y no sé si acierta el Rey
en derribar las colunas
de su reino, que en algunas
carga su corona y ley.
  Mas como envidia y privanza
no se sientan a una mesa,
siempre al villano le pesa
de lo que el honrado alcanza.
  Vós tenéis obligación,
alcaide, a templar su furia,
viendo que de aquesta injuria
tendrá el Rey información.
  Y que con el desengaño
volverá el Rey a estimar
los que intentó de afrentar
la envidia para su daño.

ALMORADÍ:

  ¿Hase visto atrevimiento
como este?

PEDRO:

Dadle la espada,
llévela preso envainada
por honra de vuestro intento.
  Que desnuda no ha servido
ninguna a Almanzor también.

ALMORADÍ:

¿Qué es esto? ¿Quién eres?

PEDRO:

¿Quién?
Un hombre soy bien nacido
  que vuelvo por quien lo es,
y nací de quien lo era
en Vélez de la Gomera.

ALMORADÍ:

Temo que ocasión me des
  para quitarte la vida.

PEDRO:

Que temas, bien puede ser,
que es de cobardes temer
y a la traición conocida.

ALMORADÍ:

¡Prendelde!

PEDRO:

  Es muy de mañana
y hay poca gente despierta.

ALMORADÍ:

¡Matalde!

PEDRO:

Es cosa muy cierta
morirme de mala gana.
  ¡Fuera, perros! ¡Ea, villanos!
¡Un escuadrón de traidores
prenderme!

(Mete mano.)
[MORO 1.º:

¡Fuerzas mayores
no he visto!

[MORO 2.º:

Terribles manos.

PEDRO:

  ¡Aquí, bencerraje, aquí;
pocos son y no es de día!

CERBÍN:

¡Oh, buen hidalgo! Confía,

PEDRO:

confía y vente tras mí.

(Vanse, sale ROSELA .)
ROSELA:

  Este es el fuerte Albaicín,
en la cumbre de Granada
y de Hamete la posada
está de esta calle al fin.
  Aunque aquella me parece
cerrada está; es de mañana,
que no llama a la ventana
el sol, aunque el alba crece;
  tirar una piedra quiero.
¡Hamete!

(Asómase HAMETE a la ventana, con tocador y candil.)
HAMETE:

¿Qué estar aliá?

ROSELA:

Aquí estoy.

HAMETE:

Yo estar acá.

ROSELA:

Abre, que ha un año que espero.

HAMETE:

  ¿Quién ser vós? ¡Válate el diablo,
pecarilio vosance!

ROSELA:

¿En el traje no se vee,
y en las razones que hablo?

HAMETE:

  ¡Desvearte! ¿Qué querer,
vertemos el orenal?

ROSELA:

Mira que temo algún mal
que me podrán conocer.

HAMETE:

¿Pos quén ser vós?

ROSELA:

  Soy Rosela,
¿tengo de decirlo a voces,
Hamete?, ¿no me conoces?
Mira que cesa la vela
  y que ya tocan las cajas.

HAMETE:

A potelia calia el boca,
que el Alhambra que me toca
extar trepas al tenajas.

ROSELA:

  Pues vestirte es necesario.

HAMETE:

¿Cómo tan presto vener
que aún no he sentido decer?
Haga ardente e letuario,
  mas esperamos aliá.
Que ya poner el quizel.

(Éntrase.)


ROSELA:

¿Qué hará mi Pedro que dél
tengo gran cuidado acá?
  No sosiega el corazón
ausente de lo que ama,
que es la puerta donde llama
la mano de la razón.
  Que como es razón temer
avisa el alma del daño.

(Entra TADEO .)
TADEO:

¿Que de tan injusto engaño
fuese la causa mujer?
  ¿Que Pedro por un antojo
todo el honor ha perdido
y guste haberme traído
desesperado de enojo?
  ¿Si ha vuelto en casa de Hamete?

ROSELA:

Un moro viene, ¡ay de mí!

TADEO:

Un morillo he visto aquí
que entre las piedras se mete.
  Sin duda que ha sido espía.
¡Traidor, tu muerte ha llegado!

ROSELA:

¡Detén, moro, el brazo airado
y el noble acero desvía!
  ¿Eres, por dicha, pariente
de Jaricarse?

TADEO:

No soy,
sino estranjero que voy
buscando agora mi gente.
  Que a Vélez quiero partirme;
sígueme tú.

ROSELA:

No, señor,
que me escondí de temor;
yo solo pensaba irme.

(Entra HAMETE .)
HAMETE:

  ¿Qué diablo hacer al cristiana?
¿Está de fora de vós?

TADEO:

¿Cristiana?

HAMETE:

Sí, joro a Dios.

ROSELA:

¡Ay, triste, mi muerte es llana!
  ¿Cómo, Hamete, has descubierto
lo que Pedro te encargó?

HAMETE:

Caliar, bobilia, que yo
estar más ben al concerto.
  Este ser el premo hermano
del Pedro que vós querer.

TADEO:

¿Que esta es cristiana y mujer?

ROSELA:

¿Que vós, señor, sois cristiano?

TADEO:

  De Pedro soy alma propia
si no es que vós lo sois ya,
que donde la vuestra está
la mía estuviera impropia.
  ¿Dónde queda, si sabéis?

ROSELA:

Vio que por el zacatín
llevaban preso a Cerbín
un alcaide y cinco o seis.
  moros, soldados de guarda,
y a librarle se quedó.

TADEO:

¿Esa locura intentó?
¿Cómo que no le acobarda
  el peligro en que estuvimos;
la ciudad que está cercada,
el Alhambra alborotada,
donde ayer muertos nos vimos?
  De aquestas temeridades,
¿qué bien se puede esperar?

ROSELA:

¡Qué tiempo, amor, qué lugar
de concertar voluntades!

(Salen PEDRO y CERBÍN .)
PEDRO:

  Aquí dije que aguardase
y estará también Tadeo.

CERBÍN:

¡Oh, cómo tengo deseo
que de Almanzor se librase!

PEDRO:

En gran peligro se vio.

TADEO:

Gente viene, meted mano.
¿Quién es?

PEDRO:

Yo soy.

TADEO:

Pedro.

PEDRO:

¿Es Tadeo?

CERBÍN:

Tadeo.

TADEO:

¿Quién te libró?

CERBÍN:

  ¿Quién sino Pedro podía?

PEDRO:

¡Rosela!

ROSELA:

¡Querido dueño!

HAMETE:

Hamete estar algón leño,
¿nadie hacer más cortesía?

PEDRO:

  ¡Oh, Hametillo, por Dios vivo
que te estimo y que te quiero
más que a todo!

HAMETE:

Carbonero,
ya estar vosance cativo.
  Me carazón dal feción,
¿qué tenemos?

TADEO:

¿Que en prisión
te has visto?

CERBÍN:

En prisión está
  la mayor parte, Tadeo,
del linaje bencerraje,
yo solo de este linaje
libre pienso que me veo.
  Aunque no sé de qué suerte
podrá, de Pedro la espada,
sacarnos hoy de Granada
sin temer prisión o muerte,
  que aunque al librarme de aquellos
le vi matar dos o tres
y los demás a sus pies
deben el venir sobre ellos.
  No podrá de un escuadrón
que cada puerta defiende
librarme, como pretende
su esforzado corazón.
  Tiene la puerta de Elvira
a Rustán con cien caballos,
que el sol madruga a mirallos
y a los de su carro admira.
  Están en Bibalmazán
cien lanzas de Jazimín,
cercan a Bibataubín
ducientas de Redüán.
  Y en las demás de esta suerte
y hasta en las calles y plazas
son las industrias y trazas
contracifra de la muerte.
  Donde la fuerza no vale
y el peligro es senda estrecha,
si la espada no aprovecha,
con el ingenio se sale.
  Todos hemos de tomar
de moros del campo el traje
y tú mismo, bencerraje,
has de salir a cavar.
  Hamete será el señor
que nos lleva concertados
y para que mis soldados
alcancen parte mejor
  que a vueltas lleve también
otros moros jornaleros,
porque entre dos verdaderos
se encubran los falsos bien.

TADEO:

Rara industria.

CERBÍN:

No pudiera
ser de otro ingenio.

HAMETE:

¿He que yo librar a todos?

PEDRO:

¿Por qué no?

HAMETE:

El peligro considera.

PEDRO:

  Ello está considerado.
Concierta moros y sal
una vez al arrabal
y venga el mundo cifrado,
  yo he de librar a Cerbín,
yo le meteré en la vega.

HAMETE:

Nonca el fortona a vós nega,
Pedro, on ventoroso fen.
  Vamos e yo enganiar moros
decendo andar a cavar.

PEDRO:

Esto es sapes cautivar.
Pienso ganar mil tesoros;
  ven, Rosela, ven, Tadeo,
ánimo, Cerbín.

CERBÍN:

Ninguna
fuerza tiene la fortuna
contra el valor que en ti veo.

HAMETE:

  Alto pos modar pelejos

PEDRO:

Entra en casa.

HAMETE:

A bona fe
ser horón de vosance
e moros estar conejos.

(Vanse, salen SARRACINO y GUARDAS .)
SARRACINO:

  Hoy manda el Rey que con mayor cuidado
se guarden estas puertas, porque quiere
que la justa sentencia se ejecute
en los abencerrajes.

[GUARDA 1 .º:

Ningún hombre
ha salido, señor, la puerta Elvira
sin que fuese mirado atentamente,
pero por Dios, que a todos mueve a lástima
que tan alto linaje a morir venga
una muerte tan baja y afrentosa.

SARRACINO:

Celindo, no merecen los traidores
honra en la muerte y más cuando se atreven
al crimen que los francos bencerrajes.
Presa tienen la Reina también.

[GUARDA 1 .º:

¿Cómo?
¿Pues es, señor, de este linaje?

SARRACINO:

Entiendo
que tiene algún girón de aquesta sangre,
pero dícese de ella y lo han jurado
dos hidalgos de fez almoradíes
que amaba a un bencerraje y pretendía,
matando al Rey, que el bencerraje fuese
rey de Granada.

[GUARDA 1 .º:

¿Y sábese quién era?

SARRACINO:

Muley Hamete, el mozo, dicen todos
respeto de su talle y hermosura,
cual nunca la ha tenido moro en África;
excede el rostro en la blancura, Arfilo,
la nieve de las sierras en que nace
el helado Genil; sus ojos verdes
a los jaspes que cría entre sus aguas;
el color de la boca y las mejillas
imitan los que nacen en Granada;
es rojo de cabellos erizados
como unos hilos de oro en vez de bozo,
airoso cuerpo, cuello y manos blancas.

[GUARDA 1 .º:

Grandes testigos son contra su vida.

SARRACINO:

No se sabe muy bien, la Reina niega.
¿Qué gente?

[GUARDA 1 .º:

Jornaleros de la Vega.

(Entran PEDRO, HAMETE , y CERBÍN , y TADEO , y ROSELA , y otros dos moros, o tres, como trabajadores con azadas.)
[GUARDA 1 .º:

  Con todo, se han de mirar
poco a poco alertamente.
Alcen los rostros.

HAMETE:

Parente
ven poder dejar pajar,
  todos estar de mis vinias.

[GUARDA 1 .º:

¿Tanta gente?

HAMETE:

E pocos son;
la herba estar compasión
que cobremos las campenias.

[GUARDA 1 .º:

  ¡Qué rico está el buen Hamete!

PEDRO:

Quédate, Hamete, en Granada
y a la parte concertada
en anocheciendo vete.

(Éntranse todos y vuelve HAMETE .)
HAMETE:

  Caliar y andar a la serra
que aliá iremos a boscar,
mas ser el que a que gastar
que el provecho de la terra.

[GUARDA 1 .º:

  Tantos jornales no niego
que es lo que la hacienda roba.

HAMETE:

Joro a Dios con ona arroba
no hacelde de pasa he hego;
  jornalero andar allí
que hoy pensalde de perder
todo el gana de comer.

[GUARDA 1 .º:

¿Y ya comerá?

HAMETE:

Y así,
  ¿cuándo decemos que el Rey
degoliar el Zencerrajes?

[GUARDA 2.º:

Si no es, que los ojos bajes
y que al pregón de la ley
  más sangrienta que se ha hecho
cierres, Hamete, el oído;
verás y oirás que ha podido
la envidia de un traidor pecho.

HAMETE:

  A potos envidia pura
haber vendido ese gente
forte, galiarda e valente,
e de Granada hermosora.
  Er lo a ver Alá sabemos
el que liorar.

[GUARDA 1 .º:

Ve en buenhora.

(Vanse las guardas.)
HAMETE:

A Fedaura so soñora
ver ven librando podemos.
  Que lievas este papel,
gran peligro andar pescozo,
mas bona fe estar bon mozo
e hacelde amestad con él.
  E vós, Pedro, me mandalde
el que repleca no hacelde,
que Pedro mocho querelde,
e no se querer de balde.
  A esto quedalde acá
a Bebarambla premero
andar a ver mal tan fero
despós ayodarme Alá.

(Vase. Entra un MORO y SARRACINO .)
[MORO:

  Que se cierren las puertas de Granada
manda el Rey, Sarracino, mientras dura
la ejecución de la sentencia injusta
que se hace en Bibarrambla del linaje
mejor que a España vino desde el África.

SARRACINO:

Calla, Leocán, no digas que es injusta.

[MORO:

Yo digo en esto lo que todos dicen,
yo lloro en esto lo que todos lloran.

SARRACINO:

Cerrad, moros, las puertas.

[MORO:

Ya cerramos,
¿quiéreslos ver?

SARRACINO:

A Bibarrambla vamos.

(Vanse. Entra FIDAURA y DALIFA .)
DALIFA:

  No se atreve el vil tirano
a que en Bibarrambla sea.

FIDAURA:

¿Quién hay, Dalifa, que crea
un caso tan inhumano?
  ¿Quién hay que no se arrojara
de mejor gana a la muerte?

DALIFA:

En que te escuchan advierte
y en que te miran repara.

FIDAURA:

  No puede, amiga, el dolor,
porque acabará la vida,
si se viera resistida
tan grande fuerza de amor.
  Que cuando callarse intenta
del corazón imagina,
que viene a ser como mina,
que si no sale, revienta.
  ¿Está en los presos Cerbín?

DALIFA:

¿Quién duda será el primero?

FIDAURA:

¿Cómo, cielos, que no muero
viendo tan cerca su fin?

DALIFA:

  Y mi Tarfilo, Fidaura,
¿no te sirve de consuelo?

FIDAURA:

Mal de ajeno desconsuelo,
las esperanzas restaura;
  no porque es tu mal ajeno
para mí, que propio es.
Voces dan; helados pies,
moved mi vida aun veneno.
  Dalifa, ¿de qué dan voces?

DALIFA:

Débenlos ya de sacar
a una sala a degollar
esos verdugos feroces.
  Que en la plaza no han osado,
de temor del pueblo.

FIDAURA:

Corre,
Dalifa, baja a la torre
mientras me arrojo en mi estrado.

DALIFA:

Voy.

FIDAURA:

  En mi estrado dije cielo.
(Vase.)
Ahora es bien que me ampares;
desta torre de Comares
me quiero arrojar al suelo.

(Entra HAMETE .)
HAMETE:

  El alboroto
me haber dado tal logar,
que hasta aquí poder entrar.

FIDAURA:

¿Cómo en lugar tan remoto
  para los hombres entraste?
Hombre, ¿dónde vas así?

HAMETE:

¿Vós no conocelde a mé?

FIDAURA:

¿Cómo estas cuadras pisaste?

HAMETE:

  Caliar, que ser mensajero
de Cerbín.

FIDAURA:

¿Vive?

HAMETE:

Sí veve
e de so mano recebe
este carta.

FIDAURA:

¿Vivo o muero?

HAMETE:

  Veve, pos estar hablando,
válgate Dios, nonca a vós.

FIDAURA:

¡Su letra y firma, por Dios,
es esta que estoy mirando!
  ¡Tiemblo de amor y temor;
pongo en el papel la boca!

HAMETE:

¡Caliar, deablo, que estar loca!
¡Leelde, que estar mojor!

(Lee.)
FIDAURA:

«Las manos de un cristiano, Fidaura mía, me han librado de las del Rey tirano y hoy con su ayuda salgo de Granada. Alégrate de mi dicha, que presto volveré a sacarte del Alhambra, dándome Dios vida, la tuya guarde. Cerbín.»

FIDAURA:

  ¿Hay tal nueva, hay tal contento?
¡Dame esos brazos, amigo!
¿Tanto bien?

HAMETE:

Merar qué digo,
vosance caliar so entento,
  que en pasar estos noblados
Cerbén venemos por ella.

FIDAURA:

¿Dónde está?

HAMETE:

Fidaura belia,
ya estar con doce soldados,
  que valer por mel quinientos,
todos castanios de fama.

FIDAURA:

¿Cómo el capitán se llama?

HAMETE:

No entender los pensamentos
  mas tenelde por verdad;
que no le coja Almanzor.

FIDAURA:

¡Ay, Cerbín!, ¡ay, mi señor!
Si salió de la ciudad...

HAMETE:

  Ya estar fora, yo le ve
con ona azada en el hombro.

FIDAURA:

Di tu nombre.

HAMETE:

Yo me nombro...

FIDAURA:

No te receles de mí.

HAMETE:

  Hameteco estar mi nombre.
nacer en Bebamejí,
haberme creado aquí,
tenemos amor a on hombre.
  que ser castanio e server
de lo que querer mandar.

FIDAURA:

Quiérote este anillo dar.

HAMETE:

E yo querer receber.

FIDAURA:

  ¡Que vive la luz divina
de mi señor, vivo eres
Cerbín!

HAMETE:

Soniora.

FIDAURA:

¿Qué quieres?

HAMETE:

¿Estar esta pedra fena?

FIDAURA:

  Vale un tesoro, mas di:
¿cuándo veré yo a mi bien?

HAMETE:

Acá volver yo tambén;
escreberle vós por mé,
  que yo traer el resposta.

FIDAURA:

Otro anillo te he de dar.

HAMETE:

Tanto podemos bligar,
que alia corramos el posta.

FIDAURA:

  Cuantas tengo en las dos manos
te he de dar.

HAMETE:

Serto provecho,
¡oh, qué lindo quedar hecho!,
on Obespo de castanios,
  voy a la serra en que está
cameno de Andójar es.

FIDAURA:

Yo le escribiré después.

HAMETE:

Gárdete, soniora, Alá.

FIDAURA:

  Y dirasle tú al cristiano
que le quiero regalar.

HAMETE:

Es hombre el más sengolar,
que a posto al a espada mano;
  guardar que nadie te note.

FIDAURA:

¿Y cómo, si es de importancia?

HAMETE:

No haber tan lenda ganancia
como e rono alcabote.

(Vanse. Sale el REY , SARRACINO y ALMORADÍ .)
SARRACINO:

  No dudes, que estará dentro en Granada.

REY:

¿Que un moro solo te quitase un preso?

ALMORADÍ:

Si tú vieras la fuerza de su espada
no tuvieras dejalle a mucho exceso.

REY:

¿Está ya la sentencia ejecutada?

SARRACINO:

Si quieres ver el trágico suceso
vuelve los ojos a la sala y mira
los sangrientos ejemplos de la ira.

(Corre una cortina y vense con invención las cabezas encima de una mesa.)
REY:

  Este es el fin que la soberbia tiene
y el ser un hombre ingrato al beneficio.

SARRACINO:

A tal bajeza el que se ensalza viene.

ALMORADÍ:

Bajar los altos es del cielo oficio.

REY:

Banquete ha sido próspero y solene;
yo tendré en la memoria este servicio,
nunca vasallo puso a rey tal mesa;
de que entre ellas no esté Cerbín me pesa.

ALMORADÍ:

  Yo te daré ese postre, si yo puedo,
antes que el sol mañana en el poniente
peine al cabello su dorado enredo
y encubra al indio su abrasada frente.

SARRACINO:

Que se meta en la sierra tengo miedo
y en Órgiva le esconda algún pariente.

ALMORADÍ:

No es posible, señor, que haya salido.

REY:

Cubrid los cuerpos, gran tragedia ha sido.

SARRACINO:

  Aquel mancebo, que aun estando muerto
mostraba de su rostro la hermosura
era Muley Hamet.

REY:

¿Y será cierto
que la Reina le amó con tal locura?

SARRACINO:

Lo que hasta ahora tiene descubierto
Rustán Celín, que la verdad procura,
no condena a la Reina.

REY:

El cielo quiera
que se libre la Reina y que no muera.

SARRACINO:

  Tiénesla amor y justamente creo,
porque Muley Hamet era muy mozo
y era muy alto su primer empleo.

REY:

Mis celos muestran de su muerte el gozo.

SARRACINO:

Era, señor, muy desigual empleo
a quien apenas apuntaba el bozo.

REY:

La sangre sobre el mármol de la fuente
guardará su memoria eternamente.

SARRACINO:

Aquí viene Rustán.

(Entra RUSTÁN .)
REY:

  ¿Pues cómo toma
Granada este suceso?

[RUSTÁN:

No quisiera
hablarte en estas cosas, por Mahoma.
Toda Granada contra ti se altera,
de donde el Albaicín la frente asoma
hasta la fuente del jardín postrera,
que está en Generalife, todo es llanto.
Nunca pensé que lo sintieran tanto;
  pónense luto, cierran las ventanas,
unos dicen que ha sido alevosía
por invidia de cartas africanas
de alarbes que han echado a Berbería,
otros dicen que son tretas cristianas
porque muera la fama y valentía
de los abencerrajes de Granada
y entre Fernando con desnuda espada.
  Culpan Almoradí y a Sarracino
y algunos aliatares y gomeles
por celos de la fama que a Cerbino
amaban siendo almoradís crueles
crece el rumor, la furia, el desatino,
que si no lo remedias como sueles,
no pongo duda que la humilde plebe
tome las armas y a ofenderte pruebe.

REY:

  Echa, Rustán, un bando que al momento
ninguno traiga luto ni haga llanto,
so pena de la vida, que es mi intento
hacer las fiestas del Baptista santo.
Comiéncese de nuevo y el contento,
a pesar del dolor, se doble tanto
que dure el regocijo quince días.

(Vase el REY .)
SARRACINO:

En fin, alcaide, son invidias mías.

[RUSTÁN:

  El Rey se va, no puedo ahora hablarte.

(Vase RUSTÁN .)
ALMORADÍ:

Y yo también el invidioso he sido.

SARRACINO:

¿Qué quieres? A los dos nos hacen parte
de la culpa que jamás hemos tenido.
Granada, Almoradí, quiere culparte
y aunque dicen verdad, pues el olvido
de Fidaura fue causa deste engaño,
yo hice por Dalifa el propio daño;
  juntos somos culpados y así es justo
que juntos el remedio procuremos.
Que viva Alí me da mortal disgusto
y importa que la vida le quitemos.
Diole la carta al moro y sabe el gusto
que de la muerte de Cerbín tenemos.
Antes que nos descubra, pues importa,
vivo le entierra y la cabeza corta.

ALMORADÍ:

  Alí me ha sido siempre leal criado
pero para vivir menos sujeto
hoy a Genil le sacaré engañado
y nuestro engaño quedará secreto.
Si está todo mi honor aventurado
en poner tus consejos, en efeto,
camina y buscarémosle.

SARRACINO:

La mengua
de todo nuestro honor está en su lengua.

(Vanse.)
(Sale PEDRO CARBONERO , en su hábito, y TADEO y ANDRÉS y SIMÓN , y CERBÍN de moro, y ROSELA con calzones, capotillo, y montera y ballesta.)
PEDRO:

  Estamos agora en parte,
Cerbín, que todo el poder
del mundo no puede ser
para que te prendan. Parte
  de aquestas altas montañas
soy dueño de tal manera,
que como Marte en su esfera,
reino entre aquestas cabañas.
  No verás encina o roble,
sierra ni peñasco fiero,
que de Pedro Carbonero
no tiemble con ser inmoble.
  Las aves antes que el Sol,
o sus rayos las enricen,
Pedro Carbonero dicen,
el «Cordobés español».
  Con mis doce compañeros
he ganado mil tesoros
robando a Granada moros
del Jaragui jornaleros.
  Traigo cautivos cristianos,
como has visto repartir,
que me los suelen pedir
deudos, parientes y hermanos.
  Solo esta bella mujer
no he dado a quien la pidió,
pero no la fuerzo yo
a que viva en mi poder,
  que ella me muestra afición
y gusta de aquesta vida.

CERBÍN:

Si de ti, Pedro, es querida,
sobra a Rosela razón
  y de no querer volver
a sus deudos mucho más,
que es deuda estar donde estás,
de agradecida mujer.

ROSELA:

  No la libertad es parte
que me diste, Pedro mío,
para que con este brío
siga las armas de Marte,
  sino el tenerte afición
y el ir siguiendo la luz
de un Alejandro andaluz,
de un español Cipión.
  Eres el sol destos ojos,
por quien ni las más estrañas
peñas de aquestas montañas
darán a mis pies enojos.
  Ni llevar por esa cuesta
tan alta en veloz corrida
la espada que ves ceñida
ni en el hombro la ballesta.
  Que cuando en verdes espartos
solamente el pie tuviera,
iré corriendo ligera
de Sierra Morena a Martos.
  Soy tuya, mi profesión
es guerra, el valor arguyo
de que soy soldado tuyo,
capitán de mi afición.
  Moros sabré cautivar
del Jaragui de Granada,
sabré manijar la espada
y la ballesta tirar.
  Y sabré quererte tanto,
Pedro de los ojos míos,
que pasaré a pie los ríos
y en tu ausencia, el de mi llanto.

PEDRO:

  Quisiérate responder
tan tierno como era justo
pero debo, al ser robusto,
dejarme de enternecer.
  Yo estoy tan agradecido,
Rosela, a tu voluntad,
que de amarte con verdad
tengo al amor prometido
  este pecho y, esta vida
te servirá eternamente,

TADEO:

¿Qué se ha de hacer desta gente
que anda en el monte perdida?

PEDRO:

  ¿Dices los moros cautivos?

TADEO:

¿Pues quién?

PEDRO:

Váyanse a vender.

TADEO:

¿Adónde y cómo ha de ser?

PEDRO:

Donde quiera, si están vivos.

TADEO:

  Uno solo de coraje
es muerto.

PEDRO:

¿Emperrose?

TADEO:

Sí.

PEDRO:

¡Alto! Vayan por ahí
y aunque de precio se baje
  no vuelva al monte ninguno.

TADEO:

¿Quién irán?

PEDRO:

Simón y Andrés.
¿Cuántos son?

SIMÓN:

Son ventitrés
y de más años alguno.

PEDRO:

  A veinte escudos los den
uno con otro.

SIMÓN:

Yo voy.

CERBÍN:

Mirando tu guerra estoy.

PEDRO:

¿Y parécete bien?

CERBÍN:

Bien.

(Vanse SIMÓN y ANDRÉS . Entra HAMETILLO , a lo gracioso con alforjas y una azagaya.)
HAMETE:

  ¡Oh, bendeto estar Alá!,
que habemos acá liegado.

PEDRO:

¿Es Hamete?

HAMETE:

Bon recado.

PEDRO:

Ea, los brazos me da.
  Ya sabes que soy primero.

HAMETE:

Ahora ben brazos te damos
par Dios macho le costamos,
senior Pedro Carbonero.

PEDRO:

  Yo pago con afición.

HAMETE:

Machos alpargates rasgó
vós, Carbonero, ser trasgo
volverse el paga carbón;
  abracemos a Cerbín
y a Tadeo.

ROSELA:

¿Y a mí no?

HAMETE:

¿Qué ser vós?

ROSELA:

¿Yo?

HAMETE:

¿Quén ser yo?

ROSELA:

¿No me conoces, rocín?

HAMETE:

  ¡Válgate el diablo poteca!
¡Qué bona andar y qué fresca!
¿Quén te haber dado gregesca?

ROSELA:

Mi Pedro.

HAMETE:

Ser vós so pereca.

ROSELA:

  Soy hombre, ¿ya no lo ves?

HAMETE:

¿Ya ser soldado de fama,
ser camarada de cama
conmego?

ROSELA:

Hablemos después,
  estafeta de embelecos.

(Vase.)
HAMETE:

E joro a Dios se dormer,
que Hamete hacerte parer
tres docenas de Hametecos.

CERBÍN:

  ¿Qué hay, Hamete, de Granada?

HAMETE:

Este carta darame
Fedaura; he ser para te.

CERBÍN:

¡Oh, prenda del alma amada!
  ¡Oh, papel!, ¡oh, letras mías!
¡Oh, consuelo de mis males!

[HAMETILLLO:

¿No traer porte?

CERBÍN:

A prendas tales
se da el porte en alegrías.

HAMETE:

¿Alegreas?

CERBÍN:

  ¿Pües no?

HAMETE:

Logo vós cobrar el porte,
pos sendo yo el que le emporte
no cobrar el porte yo.
  Por bona fe, que haber hecho
obespa Fedaura a mé.

CERBÍN:

Desde que el alma le di
no tengo prenda en el pecho.

HAMETE:

  Por Mahoma eso espenazo,
no te traer otra a vós.

CERBÍN:

Somos amigos los dos,
¿qué más porte que un abrazo?

HAMETE:

  Pos ona prenda traer
que dar para to consuelo,
he no la dar.

CERBÍN:

¡Santo cielo!,
¿prenda suya en tu poder?
¿Qué prenda, Hamete?

HAMETE:

  Ona banda,
para que pasar la aosencia.

CERBÍN:

No hace buena diligencia
si no das lo que te manda.

HAMETE:

  Ne voso hacer bon amante,
se no das bricias a mé.

CERBÍN:

Este anillo no te di
por ser tan rico el diamante
  y por ella le he de dar.

HAMETE:

Mostra.

CERBÍN:

Ya está en tu poder.

HAMETE:

Pos ahora no tener
banda, bon pagado estar
  del porte que te pedí.

CERBÍN:

En fin, me engañó, leer quiero.

HAMETE:

Ha sonior, Carbonero,
esto aprendemos de té.

(Carta.)
CERBÍN:

«Cuando vi que sacaban los bencerrajes, de la torre a la sala del baño para cortarles las cabezas, me quise arrojar de la torre de Comares a los jardines, pero como en este tiempo llegase Hamete, cobré aliento con tu carta. Dice que espere que vendrás por mí, yo viviré con esa esperanza, cúmpleme la palabra y Dios te guarde. Fidaura.»
  ¿Pues cómo, Hamete? ¿Ya el Rey
degolló los bencerrajes?

HAMETE:

Per no dar trestes mensajes
haber caliado, Muley,
  ser tragedia lastemosa.

CERBÍN:

¿Y que Fidaura sintió
tanto el entender que yo
iba a la muerte afrentosa
que se arrojaba?

HAMETE:

  El que deces
ser verdad; elia querer,
pero dejarlo de hacer
por no hererse en el nareces,
  que se no ya amortajamos,
e descansar con Mahoma.

CERBÍN:

Aliento y trabajo toma
pues aquí despacio estamos,
  Hamete, y di cómo fue.

HAMETE:

Que me place, aunque tomar
pena.

CERBÍN:

Comïenza a contar.

HAMETE:

Escocharme v:osance.
  On martes, cuando ya el sol
bordando los alejares,
desde las torres Bermejas
eba a Xenela baniarse,
manda rey Chico Manzor,
que Alá pocos años garde,
e tan pocos que no liege
a ver so veda otro martes,
cerrar a Granada el portas
e poner garda en las calies,
de loceda enfanterea
e de fortes capotanes.
Toda la gente corer
al Bebaranbla a la parte
que haber on treato triste
enlotado, forte e grande.
Neneos, mojeres e vejos
en ona voz lamentable
dar gretos, lamiar Mahoma,
el dormer e no hescocharles.
Mesarse el que tener barbas,
el que no tener, terarse
de los cabelios le vi
e rasgar los almaizares.

HAMETE:

Mas tenendo el Rey temor
que el cedad se alborotase,
vendo tanto sentemento
hasta en pedras e anemales,
que yo ver liorar el perros
y este no ser desparate,
que si lioraban los moros
que macho que el perros ladren,
mandar que el garda que haber
bajado dos horas antes
al calie de los Gomeles
desde el torre de Comares
ocopar el plaza nova
y el Zacatín sen haliarse
hasta el treato otra cosa
que armas, lanzas e torbantes;
sober a la Alhambra toda
e que entorno la cercasen
en que a ver el ato treste
consenter entrar a nadie.
E yo, que antes haber edo
a dar to papel aliarme
dentro lleno de temor,
e ver el caso escochalde,
saler delante on trombeta,
coyo son rompendo el aire,
a pesar de mi bonete
hacer el cabello alambre.

HAMETE:

Logo, en larga procesión
de dos en dos, los algaides
de portas e de castilios,
con amarellos semblantes
e tras elios un pregón
que decer palabras tales:
«Sepan todos coantos veven,
que estos son los zencerrajes,
a que nostro rey Manzor
mandamos descabezalies
por traidores al Corona,
e a so sonior desleales.»
Yo entonce entré més dentes,
aonque temblamos el carnes,
decemos poto mentes,
que estar honrado lenaje.
Entrar en la sala todos
desnoda on hombre on alfanje
e sobre ona blanca pela,
fonte de poros cristales,
cortar todos las cabezas
e con el calente sangre
el mármol blanco e lostroso
volver por mel partes jaspe.

CERBÍN:

Dame, Pedro, licencia que me mate,
que no es la vida para mal tan grande.

PEDRO:

Tente, Cerbín, ¿eso dices?

CERBÍN:

Son todos deudos y padres,
todos hermanos y primos.

PEDRO:

Vive tú, que Dios te guarde,
para que a Fidaura cobres,
que trabajos semejantes
nunca el cielo los envía
a hombres bajos ni cobardes.
Vente a desnudar conmigo,
que antes que dos meses pasen
espero verte en Granada.

CERBÍN:

Vereme en Granada tarde,
¿cuántos murieron, Hamete?

HAMETE:

Alí Soltán, bencerraje,
Maniloro, Rocaferro,
Tarfilo, Modarra, Alfayde,
Sen otros de menos conta
que quedar presos en cárcel
para sacar otro dea
porque el dolor no se acabe.
 

CERBÍN:

¡Dame, Pedro, licencia que me mate,
que no es la vida para mal tan grande!

PEDRO:

¡Desesperado se fue,
corre, Tadeo! ¡Atajarle!

TADEO:

Yo voy, tú ven con Rosela
poco a poco a los jarales.

HAMETE:

¡Eh!, ¿ya, Pedro, no comemos?

PEDRO:

Sí, Hamete.

HAMETE:

¿Qué haber que darme?

PEDRO:

Un buen cabrito de leche,
dos conejos que aquí nacen,
vino de Castillanzul,
que hará que las piedras hablen,
jamón de Rute y de grana
cuando las hebras le saques.

HAMETE:

Dame, Pedro, lecenca que el gaznate
remoje e beba en ona bota grande.