Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo XLV

Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos
Capítulo XLV: De las oraciones negativas

de Andrés Bello

1132 (382). En las oraciones negativas en que la negación se expresa por no, la regla general es que este adverbio preceda inmediatamente al verbo; pudiendo sólo intervenir entre uno y otro los pronombres afijos: «Hay estilos que parecen variados y no lo son, y otros que lo son y no lo parecen» (Capmany). A veces el no pertenece al derivado verbal y no al verbo de la sentencia, y debe entonces preceder al primero; de aquí la diferencia de sentido entre «La gramática no puede aprenderse bien en la primera edad», en que se niega la posibilidad de aprenderse, y «La gramática puede en la primera edad no aprenderse bien»; en que se afirma como cosa posible el no aprenderse.

1133 (383). Son frecuentísimas las excepciones; pero pueden todas reducirse a una, que consiste en colocar el no antes de la palabra o frase sobre que recae determinadamente la negativa: «No porque se aprobase aquel arbitrio, lo adoptó la junta, sino porque era el único que se presentaba»; «No de los grandes y poderosos se valió el Salvador del mundo para predicar la divina palabra, sino de los pequeños y humildes»; «No sólo por extremada brevedad se hacen oscuros los conceptos, mas también por los difusos rodeos de términos monótonos y uniformes» (Capmany); «No a todos es dado expresarse con facilidad y elegancia».

1134 (384). Una particularidad del castellano es el subentenderse el no, cuando precede al verbo alguna de las palabras o frases de que nos servimos para corroborar la negación: «No la he visto en mi vida»; «En mi vida la he visto»; «No se le pudo encontrar en parte alguna»; «En parte alguna se le pudo encontrar»; «No se ha visto una criatura más perversa en el mundo»; «En el mundo se ha visto una criatura más perversa»; «El que más se admiró fue Sancho por parecerle (como era así verdad) que en todos los días de su vida había visto tan hermosa criatura»; «Amadís fue a ver el encantamiento de Urganda, y por cosa del mundo dejara él de probar tal aventura, sino que había prometido que hasta dar fin a aquel fecho» (el combate con Lisuarte) «no se pornía en acometer otra cosa» (Amadís de Grecia). De lo cual ha resultado que ciertas palabras originalmente positivas, como nada (nacida, subentendiendo cosa), nadie (nacido, subentendiendo hombre), jamás (ya más), a fuerza de emplearse para hacer más expresiva la negación, llevan envuelto el no cuando preceden al verbo, y no admiten, por tanto, que entonces se les junte este adverbio: «No tengo nada», «Nada tengo»; «No ha venido nadie», «Nadie ha venido»; «No le veré jamás», «Jamás le veré». Y como las hemos revestido de la significación negativa que al principio no tuvieron, se ha extendido por analogía la misma práctica aun a las palabras que han sido siempre negativas, como ninguno, nunca; y se ha hecho una regla general de nuestra sintaxis, que dos negaciones no afirman, colocada la una antes del verbo, y la otra después: «De las personas que estaban convidadas no ha venido ninguna», o «ninguna ha venido»; «No he dicho nunca tal», «Nunca he dicho tal». Y aun puede suceder que tres o cuatro negaciones equivalen a una sola: «No le ofendí jamás en nada»; «No pide nunca nada a nadie».

1135 (a). Sobre lo cual notaremos dos cosas: 1.ª que si una de las negaciones es no, ninguna otra la acompaña antes del verbo; pero no habiendo no, se pueden distribuir las negaciones como se quiera, con tal que una de ellas, a lo menos, preceda al verbo: «Nunca a nadie pide nada»; «Nada a nadie pide nunca»; 2.ª que las negaciones acumuladas deben ser palabras de diversos valores, como nada, negativo de cosa, nadie, negativo de persona, nunca, negativo de tiempo, no, simplemente negativo. La frase nunca jamás es la sola excepción a esta regla; pero jamás es, de todos los negativos originalmente positivos, el que mejor conserva su antiguo carácter, y así es que lo asociamos a siempre de la misma manera que a nunca, por siempre jamás.

1136 (385). A la regla que dos negaciones no afirman, hacen excepción:

1137 1.º Las frases conjuntivas ni menos, ni tampoco, que refuerzan el simple ni.

1138 2.º La preposición sin precedida de no; estos dos elementos combinados equivalen a con.

«No fue oído el suplicante, ni menos» o «ni tampoco se hizo caso alguno de los que intercedieron por él»; «Se vio insultada la magistratura, no sin general escándalo».

1139 (a). A veces hay dos negaciones, una con el verbo y otra con otro elemento de la misma proposición, conservando cada una su significado relativamente a la palabra sobre que recae: «No le fue permitido no asistir», equivale a no le fue permitido dejar de asistir; «No puedo no admitirle» vale tanto como no puedo dejar o no puedo menos de admitirle; que es como generalmente se dice.

1140 (386). Suele redundar el no después de la conjunción comparativa que: «Más quiero exponerme a que me caiga el aguacero, que no estarme encerrado en casa».

Este pleonasmo es necesario para evitar la concurrencia de dos que: «Siendo la marina el único o casi el único consumidor de esta especie de maderas, es más natural que dé la ley, que no que la reciba» (Jovellanos).

1141 (387). Por el contrario, después de seguro está se acostumbra subentender el no:

«... Seguro está
Que la piquen pulgas ni otro insecto vil»;

(Iriarte)

seguro está que vale tanto como es seguro que no.

1142. Los negativos de origen positivo se emplean a veces en su significado antiguo, como lo hemos observado de jamás: «¿Cree usted que nadie sea capaz de persuadirle?»; esto es, alguien. «Yo no espero que se logre nada por ese medio»; esto es, algo. «¿Quién jamás se puso en armas contra Dios y le resistió, que tuviese paz?» (Granada); esto es, en algún tiempo. «Mi amo es el hombre más celoso del mundo, y si él supiese que yo estoy ahora aquí hablando con nadie, no sería más mi vida» (Cervantes); con alguien. Y aun sucede que por analogía se extiende el mismo uso a los que son negativos de suyo y lo han sido siempre: «Las más altas empresas que hombre ninguno haya acabado en el mundo»; esto es, hombre alguno, nadie. «¿Viste nunca tú tal coche o tal litera como son las manos de los ángeles?» (Granada); esto es, alguna vez, jamás. Lo cual, con todo, se limita a proposiciones interrogativas o a subordinadas que dependen de subordinantes interrogativas o negativas, o de una frase superlativa, como en los ejemplos anteriores.

1143 (388). Aquí me parece oportuno observar el uso de alguno, alguna, que se pospone al sustantivo en las frases negativas, le precede en las positivas, y puede precederle o seguirle en las interrogativas: «Creo haberle visto en alguna parte»; «No me acuerdo de haberle visto en parte alguna»; «¿Le ha visto usted en parte alguna» o «en alguna parte?». Bien que estas dos últimas frases no son de todo punto sinónimas: la primera envuelve un sentido implícitamente negativo, que suele no llevar la segunda.