Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo XIV

Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos
Capítulo XIV: Artículo definido

de Andrés Bello

266 (131). Comparemos estas dos expresiones, aquella casa que vimos, esta casa que vemos. Si ponemos la en lugar de aquella y de esta, no haremos otra diferencia en el sentido que la que proviene de faltar la indicación accesoria de distancia o de cercanía, que son propias de los pronombres aquel y este. El la es por consiguiente un demostrativo como aquella y esta, pero que demuestra o señala de un modo más vago, no expresando mayor o menor distancia. Este demostrativo, llamado artículo definido, es adjetivo, y tiene diferentes terminaciones para los varios géneros y números: el campo, la casa, los campos, las casas.

267 (132). Juntando el artículo definido a un sustantivo, damos a entender que el objeto es determinado, esto es, consabido de la persona a quien hablamos, la cual, por consiguiente, oyendo el artículo, mira, por decirlo así, en su mente al objeto que se le señala. Si yo dijese, ¿qué les ha parecido a ustedes la fiesta?, creería sin duda que al pronunciar yo estas palabras se levantaría, como por encanto, en el alma de ustedes la idea de cierta fiesta particular, y si así no fuera, se extrañaría la expresión. Lo mismo que si dirigiendo el dedo a una parte de mi aposento dijese, ¿qué les parece a ustedes aquella flor?, y volviendo ustedes la vista no acertasen a ver flor alguna. El artículo (con esta palabra usada absolutamente se designa el definido), el artículo, pues, señala ideas; ideas determinadas, consabidas del oyente o lector; ideas que se suponen y se señalan en el entendimiento de la persona a quien dirigimos la palabra.

268 (a). El artículo precede a sustantivos o expresiones sustantivas, verbigracia el rey, el rey de los franceses, la presente reina de Inglaterra.

269 (b). Unas veces el sustantivo o frase sustantiva que lleva artículo definido, es determinado por las circunstancias, como cuando decimos «la ciudad está triste»; otras se toma el sustantivo o frase sustantiva en toda la latitud que admite, verbigracia «la tierra no cultivada produce sólo malezas y abrojos».

270 (c). Pudiera pensarse que cuando se toma un sustantivo en toda la extensión de su significado, no deberíamos emplear el artículo. ¿De qué materia determinada se trata, cuando decimos la materia es incapaz de pensar? Tomándose el sustantivo en toda la latitud de su significado, ¿para qué sirve el artículo? En nuestra lengua sirve entonces para indicar que se trata de toda una clase de objetos que se supone conocida. Así la materia, en ese ejemplo, es toda materia, y mediante el artículo señala el significado general de la palabra en el entendimiento de aquellos a quienes hablamos. Si se tratase de una clase de objetos que no supusiésemos consabida, verbigracia de una especie de animales recientemente descubierta, no sería natural señalarla con el artículo definido. Diríamos, por ejemplo: «En la Nueva Holanda hay un animal llamado ornitorrinco, cuya estructura», etc. Para juntar el artículo definido con el nombre de una clase no consabida, sería necesario que inmediatamente la definiésemos: «El ornitorrinco, animal poco ha descubierto en la Nueva Holanda», etc.

271 (133). Antiguamente el artículo femenino de singular era ela. Díjose, pues, ela agua, ela águila, ela arena; y confundiéndose la a final del artículo con la a inicial del sustantivo, se pasó a decir y escribir el agua, el águila, el arena. De aquí proviene que usamos al parecer el artículo masculino de singular antes de sustantivos femeninos que principian por a. Hoy no es costumbre poner el por la, sino cuando la a inicial del sustantivo que inmediatamente sigue es acentuada: el agua, el águila, el alma, el hambre, el harpa. Cuando se habla de la letra a se dice arbitrariamente el a, y la a.

272 (134). Concurriendo la preposición a o de con el artículo masculino o femenino el, se forma de las dos dicciones una sola: al río, al agua, del río, del agua. Acostúmbrase separar la preposición del artículo, cuando éste forma parte de una denominación o apellido que se menciona como tal, o del título de una obra, verbigracia «Rodrigo Díaz de Vivar es generalmente conocido con el sobrenombre de el Cid». «Pocas comedias de Calderón aventajan a El postrer duelo de España».

273 (135). Los demostrativos este, ese, aquel, se sustantivan como los otros adjetivos, y eso mismo sucede con el artículo, que toma entonces las formas él (con acento), ella, ellos, ellas (aunque no siempre, como luego veremos): «El criado que me recomendaste no se porta bien; no tengo confianza en él»: él es el criado que me recomendaste. «La casa es cómoda; pago seiscientos pesos de alquiler por ella»: ella es la casa. «Los árboles están floridos; uno de ellos ha sido derribado por el viento»: ellos reproduce los árboles. «Las señoras acaban de llegar; viene un caballero con ellas»: ellas se refiere a las señoras. Hemos visto (capítulo IX) que la estructura material de varios nombres se abrevia en situaciones particulares; parece, pues, natural que miremos las formas el, la, los, las, como abreviaciones de él, ella, ellos, ellas, y estas últimas como las formas primitivas del artículo. Sin embargo, a las formas abreviadas es a las que se da con más propiedad el título de artículos.

274 (136). Veamos ahora en qué situaciones requiere nuestra lengua que se usen las formas sincopadas del artículo. Para ello es necesario, o que se construya con sustantivo expreso, o que se ponga al sustantivo subentendido alguna modificación especificativa: «Alternando el bien con el mal, consuela a los infelices la esperanza, y hace recatados a los dichosos el miedo» (Coloma): dícese el bien, el mal, la esperanza, el miedo, sincopando el artículo, porque lo construimos con sustantivo expreso: en los infelices, los dichosos, se entiende hombres, y no se dice ellos, sino los, por causa de las especificaciones infelices, dichosos. «No cría el Guadiana peces regalados sino burdos y desabridos, muy diferentes de los del Tajo dorado» (Cervantes): dícese sincopando el Guadiana, el Tajo, porque no se subentiende el sustantivo; y los, no ellos, subentendiéndose peces, por causa del complemento especificativo del Tajo dorado.

275 (137). Cuando la modificación es puramente explicativa, se usa la forma íntegra del artículo, no la sincopada: «Ellos, fatigados de tan larga jornada, se fueron a dormir»; «Ella, acostumbrada al regalo, no pudo sufrir largo tiempo tantas incomodidades y privaciones».

276 (138). «Divididos estaban caballeros y escuderos, éstos contándose sus trabajos, aquéllos sus amores»: aquí se trata de reproducir dos conceptos, y por tanto se emplean dos pronombres demostrativos, que denotan más o menos distancia. «Voy a buscar a una princesa, y en ella al sol de la hermosura» (Cervantes): tratándose ahora de reproducir un concepto que no hay peligro de que se confunda con otro, no es preciso indicar más o menos distancia, y nos basta la vaga demostración del artículo. Obsérvese, con todo, que la variedad de las terminaciones él, ella, ellos, ellas, nos habilita para reproducir, no sólo con claridad sino con elegancia, dos sustantivos de diferente género o número, sin indicar más o menos distancia: «Echaron de la nave al esquife un hombre cargado de cadenas, y una mujer enredada y presa en las cadenas mismas: él de hasta cuarenta años de edad, y ella de más de cincuenta; él brioso y despechado; ella melancólica y triste» (Cervantes); «Lo que levantó tu hermosura lo han derribado tus obras; por ella entendí que eras ángel; y por ellas conozco que eres mujer» (Cervantes); «Determinaron los jefes del ejército católico aguardar el socorro del País Bajo, esperando alguna buena ocasión de las que suele ofrecer el tiempo a los que saben aprovecharse dellas y dél» (Coloma).

277 (139). Así como de los demostrativos este, ese, aquel, nacen los sustantivos esto, eso, aquello, de él o el nace el sustantivo ello o lo; empleándose la forma abreviada lo cuando se le sigue una modificación especificativa: «En las obras de imaginación debe mezclarse lo útil con lo agradable»; «Quiero conceder que hubo doce Pares de Francia; pero no quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo Turpín escribe; porque la verdad de ello es que» etc. (Cervantes). «¿Qué ingenio habrá que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Gui de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible?» (el mismo). «En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio» (el mismo). Ello o lo carece de plural.

Dícese el mero necesario y lo meramente necesario; el verdadero sublime y lo verdaderamente sublime. Necesario, sublime, en la primera construcción están usados como sustantivos, y son modificados por adjetivos. En la segunda el sustantivo es lo, modificado por necesario y sublime, que conservan su carácter de adjetivos y son modificados por adverbios.

278 (a). Este, ese, esto, eso, y las formas íntegras del artículo definido se juntaban en lo antiguo en la preposición de, componiendo como una sola palabra: deste, desta, destos, destos, desto; dese, desa, desos, desas, deso; dél, della, dellos, dellas, dello; práctica de que ahora sólo hacen uso alguna vez los poetas.

279 (140). Las formas íntegras él, ella, ellos, ellas (no las abreviadas el, la, los, las), se declinan por casos. Su declinación es como sigue:

Terminación masculina de singular
Nominativo y terminal, el.
Complementario acusativo, le o lo.
Complementario dativo, le.

Terminación masculina de plural
Nominativo y terminal, ellos.
Complementario acusativo, los, a veces les.
Complementario dativo, les.

Terminación femenina de singular
Nominativo y terminal, ella.
Complementario acusativo, la.
Complementario dativo, le o la.

Terminación femenina de plural
Nominativo y terminal, ellas.
Complementario acusativo, las.
Complementario dativo, les o las.

Ello se declina del modo siguiente:
Nominativo y terminal, ello.
Complementario acusativo, lo.
Complementario dativo, le.


Ejemplos:

«¿Sabe usted el accidente que ha sucedido a nuestro amigo?, (nominativo) salía de su casa, cuando le o lo (complementario acusativo) asaltaron unos ladrones, que se echaron sobre él (terminal) y le (complementario dativo) quitaron cuanto llevaba».

«Se ha levantado a la orilla del mar una hermosa ciudad; la (complementario acusativo) adornan edificios elegantes; nada falta en ella (terminal) para la comodidad de la vida; la (complementario acusativo) visitan extranjeros de todas naciones, que le o la (complementario dativo) traen todos los productos de la industria humana; ella (nominativo) es en suma una maravilla para cuantos la (complementario acusativo) vieron veinte años ha y la (complementario acusativo) ven ahora».

«Se engañan a menudo los hombres, porque no observando con atención las cosas, sucede que éstas les (complementario dativo) presentan falsas apariencias que los (complementario acusativo) deslumbran; si no juzgaran ellos (nominativo) con tanta precipitación, ni los (complementario acusativo) extraviarían tan frecuentemente las pasiones, ni veríamos tanta diversidad de opiniones entre ellos (terminal)».

«Creen las mujeres que los hombres las (complementario acusativo) aprecian particularmente por su hermosura y sus gracias; pero lo que les o las (complementario dativo) asegura para siempre una estimación verdadera, es la modestia, la sensatez, la virtud; sin estas cualidades sólo reciben ellas (nominativo) homenajes efímeros; y luego que la edad marchita en ellas (terminal) la belleza, caen en el olvido y el desprecio».

«Se dice que el comercio extranjero civiliza, y aunque ello (nominativo) en general es cierto y vemos por todas partes pruebas de ello (terminal), no debemos entenderlo (complementario acusativo) tan absolutamente ni darle (complementario dativo) una fe tan ciega, que nos descuidemos en tomar precauciones para que ese comercio no nos corrompa y degrade».

280 (141). Obsérvese que los casos complementarios preceden o siguen siempre inmediatamente al verbo o a ciertas palabras que se derivan del verbo y le imitan en sus construcciones (capítulo XV). Cuando preceden se llaman afijos; cuando siguen, enclíticos, que quiere decir arrimados, porque se juntan con la palabra precedente, formando como una sola dicción. Así se dice me parece o paréceme; os agradezco o agradézcoos; le o lo traje, y trájele o trájelo; le dije o la dije, y díjele o díjela, presentarles, presentándolas, etc.

281 (142). Se llama sentido reflejo aquel en que el término de un complemento que modifica al verbo se identifica con el sujeto del mismo verbo, como cuando se dice: yo me desnudo, tú te ves al espejo, vos os pusisteis la capa; la persona que desnuda y la persona desnudada son una misma en el primer ejemplo, como lo son en el segundo la persona que ve y la persona que es vista, y en el tercero la persona que pone y la persona a quien es puesta la capa.

282 (143). En la primera y segunda persona los casos complementarios y terminales no varían de forma, cuando el sentido es reflejo; pero en la tercera persona varían. Las formas reflejas de estos casos para todos los géneros y números de tercera persona, son siempre se, sí. Se es complementario acusativo y dativo; sí terminal que se construye con todas las preposiciones, menos con; después de la cual se vuelve sigo y forma como una sola palabra con ella; he aquí ejemplos:

Complementario acusativo: «El niño o la niña se levanta»; «Los caballeros o las señoras se vestían»; «Aquello se precipita a su ruina».

Complementario dativo: «Él o ella se pone la capa»; «Los pueblos o las naciones se hacen con su industria tributario el comercio extranjero»; «Aquello se atraía la atención de todos».

Terminal: «Ese hombre o esa mujer no piensan en sí»; «Estos árboles o estas plantas no dan nada de sí»; «Eso pugna contra sí».

Terminal construido con la preposición con: «El padre o la madre llevó los hijos consigo»; «Ellos o ellas no las tienen todas consigo»; «Esto parece estar en contradicción consigo mismo».

283 (a). Algunas veces aplicamos el terminal sí a objetos distintos del sujeto: «Para diferenciar a los vegetales entre sí, debe el botánico atender en primer lugar al desarrollo de la semilla»; lo cual no tiene nada de irregular cuando el complemento a que pertenece el sí viene inmediatamente precedido del nombre a que este sí se refiere.

284 (144). De los cuatro casos de la declinación castellana, el nominativo se llama recto; los otros oblicuos, que en el sentido reflejo toman el título de casos reflejos.

285. Úsase el nominativo para llamar a la segunda persona o excitar su atención, y se denomina entonces vocativo: «Válame Dios, y ¡qué de necedades vas, Sancho, ensartando!» (Cervantes). Mas a veces este llamamiento es una mera figura de retórica; Lupercio de Argensola, describiendo la vida del labrador, concluye así:

«Vuelve de noche a su mujer honesta,
Que lumbre, mesa y lecho le apercibe;
Y el enjambre de hijuelos le rodea.

Fáciles cosas cena con gran fiesta,
Y el sueño sin envidia le recibe:
¡Oh Corte, oh confusión! ¿Quién te desea?».

Precede frecuentemente al vocativo una interjección, como se ve en el último ejemplo.

286 (145). La declinación por casos es exclusivamente propia de los pronombres yo, tú, él (en ambos números y géneros) y ello; los otros nombres no la tienen, pues que su estructura material no varía, ya se empleen como nominativos, designando el sujeto, ya como complementos o términos. En este sentido los llamamos indeclinables.

287 (146). Conviene advertir que caso complementario y complemento significan cosas diversas. Los casos complementarios son formas que toman los nombres declinables en ciertas especies de complementos.

288 (147). El complemento acusativo (llamado también directo y objetivo) se expresa de varios modos en castellano. Si el término es un nombre indeclinable, formamos el complemento acusativo o con el término solo, o anteponiendo al término la preposición a: «Los insectos destruyen la huerta»; «La patria pide soldados»; «El general mandó fusilar a los desertores»; «El juez absolvió al reo».

Si el término es un nombre declinable, damos a este nombre dos formas diversas, una para cuando el complemento acusativo se expresa con el término solo, y otra para cuando se expresa con el término precedido de la preposición a: «Me llaman; A mí llaman, no a ti»; me designa por sí solo el complemento; mí no designa más que el término, y esto es lo que se quiere significar llamando caso complementario al primero y terminal al segundo.

Cuando decimos los insectos destruyen la huerta, la huerta es un complemento acusativo, porque significa la cosa destruida; pero no es un caso complementario de ninguna clase, porque huerta no tiene casos y bajo una forma invariable es nominativo (la huerta florece), complemento acusativo (compré una huerta) y término de varias especies de complemento (pondré una cerca a la huerta, vamos a la huerta, los árboles de la huerta, etc.).

289 (148). En los nombres indeclinables el complemento dativo lleva siempre la preposición a; «Pondré una cerca a la huerta». Pero en los nombres declinables se forma este complemento o por medio de un caso complementario, «Les comuniqué la noticia», o por medio del caso terminal precedido de a, «A mí se confió el secreto».

290 (149). Conviene también advertir que la preposición a no sólo se usa en acusativos y dativos, sino en muchos otros complementos. Así en «Los reos apelaron al juzgado de alzada», «La señora estaba sentada a la puerta», «El eclipse comenzó a las tres de la tarde», los complementos formados con la preposición a no son acusativos ni dativos, porque si lo fueran, podrían ser reemplazados por casos complementarios, y si, por ejemplo, se hubiese antes hablado de la puerta, podría decirse, reproduciendo este sustantivo: «la señora le o la estaba sentada»; le o la en el caso complementario acusativo. Como ni uno ni otro es admisible, y sólo sería lícito decir a ella, entendiendo a la puerta, es claro que en el ejemplo de que se trata no podemos mirar este complemento como acusativo ni como dativo.

291 (150). Así como el llevar la preposición a no es señal de complemento acusativo o dativo, el no llevar preposición alguna tampoco es señal de complemento acusativo. En «el lunes llegará el vapor», el lunes es un complemento que carece de preposición, y que sin embargo no es acusativo, porque, si lo fuese y hubiera precedido la mención de ese lunes, sería lícito decir «le o lo llegará el vapor», sustituyendo le o lo a el lunes.