Existencia de Dios

Almanaque del espiritismo (1873)
Existencia de Dios

Nota: Se ha conservado la ortografía original.

SOCIEDAD BARCELONESA DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS.


EXISTENCIA DE DIOS.


Medium.-J. Surroca.

Querer el cuadrúpedo pisar el suelo cn la forma que lo hace el hombre, seria proteccion estúpida: querer la materia comprender la fuerza ó espíritu que le anima, dirige y gobierna, seria proteccion absurda: querer el espíritu conocer ciertamente la gran fuerza, la. causa primera, 6 Dios, es locura.

Porque asi como el cuadrúpedo en su propio estado carece de una condicion necesaria para obtener en deseo, otra forma: y la materia de una fiacultad que no tiene, la inteligencia; á nosotros, para dar cima tambien a nuestra pretensian nos falta, si no algun nuevo sentido, mando menos refinar, purificar, limpiar nuestra inteligencia y sentimiento de cuantos defectos el hombre conoce ya aquí en la tierra que habita.

No puede ser de otra manera, porque Dios existe. Negar su existencia no será mas que un efecto de ignorancia ú orgullo que a todos nos sobra una y otro.

Se ha dicho que con un buen telescopio se observan astros que vedados a nuestra propia vista están. Con la fé razonada, telescopio más puro que aquel, se divisar: ya loa primeros albores de la existencia del Gran Motor de Todo: de la existencia de Dios. Y aquel que sin dicho telescopio niego, a Dios, seguro es que no le concibe y ni le concebirá jamas, hasta que, despreciando en orgullo, se acoja í aquel instrumento espiritual.

Hasta ahora, que se sepa, no existe una razon plausible para negar la existencia de Dios, puesto que para apoyar la negativa es menester una prueba convincente: ésta no existe; luego es muy prudente quedemos en la dada. Y ei dudamos, empezamos á entrar en la fe. Sea está tan razonada como se quiera, y nos será permitido entrever algo que nos conduzca al principio del conocimiento de la existencia de Dios.

Y esa fe sea tan solo la buena voluntad de querer pensar y sentir si existe aquel; nada más: no desbarremos queriendo penetrar la ciencia de de su Sér, el modo y condiciones en que existe, porque es seguro que el caos, la confusion serán el premio de nuestro atrevido desvarío.

Como á ejemplo de nuestro atrevimiento observemos; que el hombre en en poco progreso, aun no ha podido conocer, ni concebir siquiera, la calidad de la primitiva sustancia de la materia, y eso que la tenemos sujeta á nuestra vista.

Contentémonos, pues, por ahora, y nos es suficiente, con entender que una cosa no se crea á si misma: que todo efecto reconoce una causa mediata ó inmediatamente que le produce; y que segun sea este, material ó inteligente, debo, ineludiblemente, ser aquella análoga a su efecto; y que remontándonos con nuestra sencilla imaginacion por la ley de las causas y sus efectos, llegaremos, por último, a cierto extremo, donde una cause forzosamente nos detiene: sea esta, pues, la primera: sea Dios.

Otra gran ley existe y que llamamos de semejanza o de afinidad: apliquemos esa ley á nosotros mismos con relacion á Dios. Y la única afinidad que a Él nos una es la de ser nosotros efecto y Él causa. Observemos al propio tiempo que asi como la causa conoce siempre á su efecto, porque es dependiente de ella, porque le ha creado, no sucede generalmente lo propio con respecto al efecto. Muchísimas efectos desconocen sus propias causas. Ellos existen, y no tienen más conocimiento de sus causas que por la deduccion. Basta esta, pues, para no negar su causa. Por otra parte , todo efecto tiene algo de todos o parte de las cualidades que posee la causa que lo produce. Pues bien: observemos que nosotros, efecto, poseemos inteligencia. sentimiento y voluntad, y que nuestra causa, sea cual fuere, debe de tener cuando menos esos tres facultades; pero en más, no en igual y nunca en menos calidad o fuerza que nosotros.

Y supongamos, ahora, que queremos ocupar en primera de esas facultades con la que le ha dado su existencia, y nos encontramos que para ello es menester poner, precisamente, en ejercicio y colocar frente á frente esa misma facultad; ¿de que nos valemos entonces para formar un juicio exacto de tal comparacion? Imposible nos será apreciarla, porque en realidad no puede existir, a causa de faltarnos un requisito ú otra facultad distinta con que poder juzgar las cosas comparadas. De aqui la inferioridad de nosotros respecto a la Superioridad de Aquel, nuestro Creador. Hé aquí ln diferencia de causa y efecto. .

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¡Ah!... entre la estrecha limitacion de nuestras facultades y la limitada latitud de las de la Gran Causa media el obstáculo de lo relativo a lo absoluto en que tropezamos cuando queremos comprenderla: media el escollo del atraso en que pueda vivir el niño con respecto a su padre: creciendo aquel en desarrollo de inteligencia y buena voluntad, llega donde su padro en virtud de la ley del progreso: procuramos, pues, nosotros. niños, progresar y quizás llegaremos tambien a nuestro Padre; a Dios.

No siendo mucho más sábios y mucho más buenos de lo que somos, entiendo ser imposible llegar á comprender á Dios. El ignorante, por ejemplo, ¿se dará cuenta de lo que en si es y lo que vale el verdadero sábio? ¿El malvado, comprenderá la virtud del bueno y lo que significa y vale esta? No; y aún menos cuando generalmente el orgullo y la vanidad retrae al uno del saber y aporta al otro del bien, de la ambicion y el egoísmo. De consiguiente, nosotros que a fuer de orgullosos y egoístas somos ignorantes y malos no comprenderemos al Autor de Todo que forzosamente debe ser sábio y bueno en absoluto.

Comprendo, por fin, que el sentir y concebir á Dios y conocerme á mi mismo me es suficiente para principiar a comprenderle; y no me abandona la esperanza de que, trabajando en el buen terreno del Saber y de la virtud, comprenderé mañana mejor que hoy y otro dia mejor que mañana á Dios.