Poesías religiosas, caballerescas, amatorias y orientales
Zora la tártara​
 de Juan Arolas


I
Si cantáis himnos de flores
¿Por qué no cantáis a Zora,
La querida del pirata
De las africanas costas?

La tártara es tan garrida
Como las perlas de Akoja;
Como el sol en los diamantes
Brilla el amor en sus formas.

De púrpura de Helesponto
Cinta delicada y corta,
Si el silencio la selló,
Viene a ser su linda boca

Y abultados levemente
Tiene los labios de rosa,
Como de los mutuos besos
Conviene a las dulces glorias.

De una perfección oval
Es su cara encantadora
Que tiene una languidez,
Tiene un imán, una cosa

Que conmueve el corazón
Tocando sus fibras hondas
Y que el labio no la explica,
Pero el ánima la goza.

Son tan largos los cabellos
Que si desatados flotan
Sobre el cuerpo de jazmín,
Lo embellecen y lo adornan;

Porque la naturaleza
Se los diera como joya,
Como velo de placeres
Para el lecho de las bodas.

¡Sus ojos...! ¡ah...! se reflejan
En ellos las dichas todas
Y son para los creyentes
Paraíso de Mahoma.

Del trono de Salomón
Con las perlas se corona,
De la reina de Sabá
Puede superar la pompa

Y es su talle tan flexible
Como rama que se dobla
Del fresco rosal de Irém
En los valles del aroma.

En los palacios de Orán
Tal es la risueña esposa
De Assém, el feroz pirata
De las africanas costas.


II
Los vientos con gran furor
Baten las hinchadas lonas;
Son las cuerdas cuando silban
Fibras de metal sonoras:

Hierve el mar, de hirviente lava
Son sus encontradas olas
Y en montañas que se estrellan
Asaltan la firme proa.

-«¡Muy bien! exclamó el pirata;
»Ya no hay vista más hermosa
»Que una atmósfera de fuego
»Y una tempestad tras otra.

»¡Vengan truenos! ¡vengan rayos!
»Que si el cielo se desploma,
»Si los mares nos sepultan
»Ni me pesa, ni me enoja.

»Los relámpagos brillaron
»Sobre vuestras frentes torvas:
»Hombres de hierro...! entonad
»Vuestros cánticos ahora.

»Cantad, que el león de Orán
»Vio una presa muy famosa:
»Sí...; mirad por dó señala
»Mi cuchilla vengadora.

»¿Qué es lo que acabáis de ver,
»Hijos de Omar, entre sombras?»
-»Un navío que naufraga»:
Gritaron mil voces roncas.

-«Escuchad, volvió a decir,
»Las señales no dudosas
»De que pierde la esperanza,
»Porque su agonía toca.

»¡Sangre...! ¡muerte! ¡destrucción!
»Abordarlo es lo que importa;
»¡Mueran todos degollados!
»¡Viva Assém y viva Zora

»Porque mi amada es muy bella
»Y entre muchas ella sola
»Puede ablandar con sus ojos
»Este corazón de roca.

»Yo le di de los dos mundos
»Las riquezas, las estofas,
»Las esencias del Arabia,
»Los diamantes de Golconda.

»Porque es fiel: que si una vez
»La pudiese hallar traidora
»Con su sangre lavaría
»Mi baldón y su deshonra.»

Dijo y requirió el puñal
Del cinto con las pistolas
Arrojando infausta luz
Sus pupilas horrorosas.

Su velero bergantín
Se arrojó con furia loca
Sobre el náufrago navío
Como flecha voladora.

Se oyó un grito: -«Dios es Dios,
»Su profeta fue Mahoma,
»Mueran todos los cristianos,
»Viva Assén y viva Zora.»


III
La tártara sobre un lecho
Que las púrpuras adornan
Del áloes y el jazmín
Los gratos olores goza.

De la suerte del pirata
No se muestra cuidadosa:
La pasión del africano
Muy grosera se le antoja.

Y aunque son de flor sus grillos
Y de flor son sus esposas
Maldice su esclavitud,
La maldice y después llora.

Mas venga la tiranía
Del señor que la aprisiona
Reclinándose en los brazos
De un esclavo a quien adora.

La bella quiere a Taléb,
Hecho esclavo entre las ondas
Del golfo fatal de Ormuz
Que han cruzado avaras flotas.

¡Ay...! ¡qué lenta va la noche!
¡Qué pesadas son sus horas...!
Taléb tarda y sin dormir
En vano le espera Zora.

De repente en sus jardines
Resonaron voces sordas
Y bajo de las palmeras
Vio la luz de cien antorchas.

Cayó en tierra desmayada,
Retornó al lucir la aurora,
Pero vio al feroz Assém
Que le dijo: -«Ingrata, toma,

»Toma el último regalo
»Con el cual mi amor te dota,
»No puedes ver un tesoro
»Más digno de nuestras bodas.»

Y arrojó sobre su falda
Una cabeza espantosa...:
La cabeza de Taléb
Con la cual manchó sus ropas.