Yo soy er Tano
-Yo soy er Tano de Écija, ¿sabe usted?, er Tano de Écija. Y er Tano de Écija es el primer cantaor de seguirillas, y de soleares, y de serranas, y de carceleras, y de polos y de medios polos que hay bajo er sol, y bajo la luna y bajo el lucero matutino. Y aquí aoride usté me ve, yo canto siete veces más que el Chínche, y siete veces más que el Pirulero, y siete veces más que el Pucherete, y siete veces más que tos los que viven de dar jipíos, dende aquí a las pampas argentinas, ¿sabe usté?
-Pos que Dios Uno y Trino le conserve a usté la sirena -repúsole Joseíto el Cañamones, sonriendo irónicamente y mirando irónicamente también a aquel típico representante de la gitanería andaluza.
-Pero ¿es que se cree usté que es jonjana lo que yo platico? Vamos, hombre, lo que yo hablo es más verdá que la luz, y aquí aonde usté me ve, al parecer tan de uñas con el sastre y con er zapatero, si yo quisiera tendría la mar de ternos de elasticotín y ea diamante como un melón y la pechera bordá y las pretinas bordás y jasta los carcetines bordaos; pero es que ca uno es como es ca uno, y yo soy como me parió mi madre, y si bien yo tengo cuando quiero una sucursá der Banco en la campanilla, yo soy hombre mu raro y mu cabezón, y yo no canto más que cuando mi gusto me dice: «Canta», ¡y como yo allí, en Écija, tengo tres olivos y tres jigueras brevales y a mí er jamón se me repite, y en cambio me prevelico por el bacalao a la vizcaína!, pos velay usté, no canto nunca cuando la gente me lo quieen pagar, sino cuando a mí me sale de los ijares, cuando a mí me da la repotente gana, ¿sabe usté?
-Hombre, ¿y pa decirme eso es pa lo que usté me ha citao en este sitio? ¿Pa que yo me entere de lo que le gusta a usté er bacalao a la vizcaína?
-Aspere usté, hombre, y no sea usté súpito, hombre, que las cosas se deben emprencipiar por el principio, y si no ¿cómo dibatisté a saber lo que yo canto, si yo no se lo digo a usté como se lo acabo de decir, señor Joseíto?
-Pero, hombre, ¿a mí qué se me da que usté cante más que un mixto? Lo mesmito se me da a mí de eso que de la fábrica de azúcar o de la del chocolate de la Riojana?
-Ya verá usté como no dice usté eso cuando yo le diga a usté que na más que pa platicar con usté me he vinío yo de Ecíja, porque yo no he venío de Écija más que pa cantarle a usté lo que usté irnora, u sea que jace ya un año cuasi que se descorgó por mi pueblo una gachí que me miró una vez y me tuvo tábiro una temporá, una gachí argo parienta de usté, Lolilla la Miraflores.
-¡Ah!, ya, ya voy chanelando una miajita de lo que usté se trae conmigo -exclamó, fruciendo la frente, el gallardísimo Cañamones.
-Pos verá usté -continuó el Tano con acento plácido y zalamero-, como a mí me gusta lo güeno, como a usté, pongo por caso, y en el lao dizquierdo no manda naide, pos la verdá, ver a Lolilla y quearme medio perlático, to fue uno, y como es naturá, encomencé yo a dar paseítos en su calle, con las alas caías y arrastrando la cola, y viendo que ella ni pa Dios se adolesía de mí, y viendo que de la pena diba a perder jasta el cielo de la boca, pos jeché manos de mis méritos y una noche me pegué a su reja acompañao der Tabardillo, un gachó que toca la guitarra como los propios ángeles, y me arrimé a la reja, digo, y apenas er Tabardillo me dio la entrá, salí yo templándome, y na..., lo que pasa a cuasi toítas las mujeres en cuantito me oyen er pito, que se desparranguilló de gusto la Lola, y que se asomó a la reja, y que encomenzamos a platicar, y na..., lo que pasa..., que hoy dambos estamos sin sentío, y yo vivo pasando más fatigas que si estuviera en un pozo, y ella
- Tiene la cara morena
- y negrito el corazón,
- que se lo quemó la pena.
-Güeno, ¿y qué más? -exclamó con acento sordo el Cañamones, al cual a medida que hablaba el de Écija íbasele ensombreciendo más y más el atezado semblante.
-Pos bien: como era de esperar, ella se pasó en seguida ar moro, pero er bato, que tiée por sangre la jiel de los calamares, y al que no le gustó mucho mi postín, al comerse la partía, me cojió a mi Lola y a la probetica mía la tuvieron que meter en una tina de árnica, y endispués se la trajo aquí y ella aquí y yo allí empezamos a escribirnos, y oiga usté lo que me escribió mi Lola la última vez, que jace ya ocho día, por lo menos.
Y diciendo esto el Tano sacó de la faja la faltriquera, de la faltriquera un pañuelo, y de entre los dobleces del mismo una carta, la que leyó quitándole casi la arenilla con las encorvadas y negrísimas pestañas.
«Tanillo de mis ojos: Has de saber tú al recibo de ésta, que la cosa se está poniendo mu esaboría, que mi primo er Cañamones está por mí que elira, y como aprieta más que un miserere, y como a mí mi primo me sabe a ragua de cañadú abitocá, y corno tú me sabes a mí a lo que tú sabes que a mí me sabes, pos yo digo que yo no tengo lo que tengo más que pa tu presona gitana, y que antes de casarme con mi primo me tiro a la mar pa que me coman los peces, y cuando yo digo esto me arrima mi bato ca pie e paliza que me troncha, y to mi cuerpo lo tengo acardenalao, y como quiera que esto no es vivir, yo te pío por los ojitos e tu cara que vengas acá y que veas de arreglar er negocio sin dirte der seguro, porque has de saber tú que mi primo es mi primo, porque es hijo der señor Paco er Cacatúa, al que Dios tenga en su santa gloria, y er, Cacatúa era como sabes hermano de mi probe mare, y si le fueras der seguro y sus embistierais dambos y yo tuviese la suerte de que tú le dieras un crugío al otro, mi bato no te lo perdonaría ni manque te vistieras de nazareno, y sería peor lo roto que lo descosío, asín es que ven juyendo y ve de arreglar la cosa, sin que la tierra se entere tan siquiera de que yo te he escrito esta carta, que me la escribe er sereno, que ya sabes tú que es hombre más callao que un chuzo -Tuya, tuya, tuya, tuya, tuuya, tu Lola la Miraflores».
-Güeno, pos no está esaboría der to esa carta, no, señó, que no está esaboría -exclamó con voz ronca y vibrante el Cañamones.
-Pos bien: ahora bien, si vo peleo con usté y me da usté candela..., malo, pero que mu malo; si yo le arrimo a usté un crugío y lo lisio, malo, pero que mu malo tamién. Y siendo dambas cosas malas, está más claro que er solera claro que yo no peleo con usté. ¿Usté se entera?
-Y si no peleamos, ¿qué es lo que vamos a jacer, que yo me entere?
-Pos lo primerito que va usté a jacer, digo, si es que usté quiere jacello, es contestarme a una pregunta, y esta pregunta es que me diga usté si es verdá que usté está prendaíto der to de su prima Lola.
-Ya esto no es cuestión de enamoramiento, hombre; esto es cuestión de negra honrilla. A mí mi prima me gusta, porque a quién no le gusta la chipé. Pero ahora mi prima me paga a mí eso de compararme con la ragua de una cañadú abitocá, y endispués que me pague a mí ella eso, asín que me lo pague, ya pensaremos qué es lo que vamos a jacer mosotros.
-¿Y no sería muchísimo mejó que jiciéramos dambos un tratillo que a dambos mos conviniera?
-¿Y qué tratillo quié usté que hagamos mosotros?
-Pos verá usté. Usté no está prendao como yo de la Dolores, usté vive como las propias rosas cortando aquí er bacalao en el cante jondo, y yo si se me pone sobre er corazón, pueo dejarlo a usté pollito, pero que pollito der to, y quitarlo a usté der comeero. ¿Usté se entera?
-Por enterao.
-Pos bien: si usté se empeña en lastimarme un ala del corazón, yo me vengo de Écija, dejo allí mis cuatro olivos y mis cuatro jigueras y me vengo aquí, y ya aquí encomienzo a dar jipíos, y no van a llamarlo a usté a cantá, ni manque lo recomiende er Gobierno. ¿Usté se entera?
-¡Por enterao!
-Pos bien: si por el contrario usté me deja libre la jaza y me jecha una manita pa con su tío de usté, yo le prometo, en cambio, no golver a cantar una copla elante e gente en to lo que me quea de vía.
El Cañamones quedó pensativo durante algunos instantes, miró después con escrutadora intensidad al de Écija, y
-¿Me da usté su palabra de hombre de que esa carta se la ha escrito a usté mi prima?
-Mi palabra de hombre que ella me la ha mandao, porque eso de escribirla ya sabe que quien la ha escrito ha sío er sereno de su calle.
Tornó a quedar pensativo el Cañamones, y tras otros instantes de vacilación, díjole sonriendo irónicamente al ecijano:
-¿Y quién me prueba a mí que es usté cantando un proigio, como usté dice?
-Eso se lo pruebo yo a usté ahora mismito, pero que ahora mismito. ¡Pus pa qué si no lo he citao yo a usté en este escampao!
Y el Tano, tras un brevísimo silencio, entreabrió los labios, y...
-Por vía de Dios y de la Santísima Virgen, chavó, que canta usté que pone er pelo de punta, camara -exclamo brusca y apasionadamente el Cañamones cuando el Tano hubo puesto fin a su seguidilla gitana.
-¡No se lo decía yo a usté, hombre! -díjole el de Écija con expresión complacida, y después, y mirando maliciosamente a su rival, le preguntó:
-Y qué, ¿entonces hacemos o no el tratillo que yo pensaba jacer con usté, mozo güeno?
-Ya lo creo que sí que lo hago, pero con una condición, y es que siga usté cantando toíto lo que le de a usté la repotente gana.
-No, eso no; yo le prometo a usté no cantar en tanto y cuanto no me lo pía usté, por favor, lo menos catorce veces...
Y según hemos oído asegurar a muchas gentes, para que cante una copla el ya marido de Lola la Miraflores, hácese preciso que se lo suplique catorce veces, por lo menos, Joseíto el Cañamones.