Yerto y doblado monte, y tú, luciente
Yerto y doblado monte, y tú, luciente río de mi zampoña conocido, cuando de los pastores el gemido canté y mi mal con cítara doliente; si nunca en vuestra cima y pura fuente de oír se deja mi dolor crecido, y si por el camino que han seguido otros, su afán llorando, voy presente, dos bellos ojos y un semblante honesto son causa; que cantar bien deseara el principio y los fines de las cosas. El tiempo a todo pone en ser perfeto; espero pues -si me es la edad no avara- mostrar cuán varias son y cuán hermosas.