Visión
de Vicente Wenceslao Querol

«-¿Quién eres tú que, en la apartada cumbre,
coronada de nieblas,
huyes de la azorada muchedumbre
y con tus sueños tu desierto pueblas?
-Ven.»
Sobre el ígneo coche
de rápidos, flamígeros corceles
crucé con él las sombras de la noche,
y surcamos los ámbitos profundos
del no medido espacio,
a través de los soles y los mundos.
«-¿Qué es esto?
-Mi palacio.»
Y descendimos sobre el mar, que muje
como corcel salvaje, cuando el viento
lo azota, y con empuje
fiero levanta, orlados de diademas,
montes de agua espumosa al firmamento.
«-¡Lejos huyamos de su horror!
-No temas.»

Y en oriental estancia,
sobre la alfombra de mullida seda
y entre aromas de célica fragancia,
vi danzar la hurí leda,
medio desnudo el seno de alabastro.
«-¡Dichoso quien lograr sus besos pueda!
-Yo desdeño el placer que huye sin rastro.»

Y entre el fragor de las revueltas haces
que se entrechocan crueles,
sirvió su voz de aliento a los audaces
que, hiriendo con las lanzas los broqueles,
repetían sus cánticos de guerra:
«-¿Por qué no les das paces?
-Yo sólo doy laureles.»

Y descendimos desde la ardua sierra
hasta el valle tranquilo
do juega el viento manso,
brindándonos las grutas fresco asilo,
grato rumor las fuentes cristalinas.
«-¿Por qué en el blando césped te reclinas?
-Es mi mejor descanso.»
Y de la corte el popular tumulto,
que cubre el fraude, la ambición y el dolo,
huyó pasando oculto:
«-¿No gozas?
-Me hallo solo.»

Y en la antigua ciudad de rotas piedras
sentóse entre las moles de granito,
que festoneaban las silvestres yedras:
«-¿Qué haces aquí?
-Medito.»

Y entró del templo en la desierta nave,
do suena hueca bajo el pie la tumba;
donde el canto sonoro
envuelto sube entre el incienso suave
y por los arcos góticos retumba:
«-¿Por qué bajas la frente?
-Rezo y lloro.»

Y ascendimos de nuevo a la montaña
sobre el carro de fuego,
y, evocadas por él, con forma extraña,
mil sombras miré luego
raudas pasar. Lo que la edad oculta
en el oscuro porvenir incierto;
lo que dentro del alma se sepulta,
todo lo miré abierto.
«-¿Quién eres tú, que mandas al destino,
descifras los arcanos,
tienes la inmensidad para camino,
polvo ante Dios, y Dios de los humanos?
-Yo guardo del perdido Paraíso
dentro del alma la visión primera;
yo los abrojos de la tierra piso,
la frente en otra esfera;
yo sé del cielo el olvidado idioma:
mago la Siria me llamé; profeta
quien bebió el agua del Jordán escaso;
sibila un tiempo me invocó de Roma
la muchedumbre inquieta:
hoy ignorado por la tierra paso,
hoy me llamo poeta.»