Virgilio, Geórgicas, 1.1-230

​Virgilio, Geórgicas 1.1-230
Traducción de
Mario Colago Sánchez​
 de Virgilio

Quid faciat laetas segetes, quo sidere terram
uertere, Maecenas, ulmisque adiungere uitis
conueniat, quae cura boum, qui cultus habendo
sit pecori, apibus quanta experientia parcis,
hinc canere incipiam. uos, o clarissima mundi 5
lumina, labentem caelo quae ducitis annum;
Liber et alma Ceres, uestro si munere tellus
Chaoniam pingui glandem mutauit arista,
poculaque inuentis Acheloia miscuit uuis;

Desde ahora empezaré a cantar, ¡oh Mecenas!,
qué hace fértiles los campos, bajo qué constelación
conviene remover la tierra y unir las vides a los olmos,
cuál es el cuidado de los bueyes, qué cultivo exige el ganado,
cuánta práctica se requiere para las pequeñas abejas.
¡Oh vosotros, Líber y nutricia Ceres,
oh clarísimas luces del firmamento,
que conducís el año que se deja llevar por el cielo!
¡Por un favor vuestro la Tierra
cambió la bellota caonia por la fecunda espiga,
y mezcló las aguas del Aqueloo con las uvas recién descubiertas!


et uos, agrestum praesentia numina, Fauni 10
(ferte simul Faunique pedem Dryadesque puellae:
munera uestra cano); tuque o, cui prima frementem
fudit equum magno tellus percussa tridenti,
Neptune; et cultor nemorum, cui pinguia Ceae
ter centum niuei tondent dumeta iuuenci; 15
ipse nemus linquens patrium saltusque Lycaei
Pan, ouium custos, tua si tibi Maenala curae,
adsis, o Tegeaee, fauens, oleaeque Minerua
inuentrix, uncique puer monstrator aratri,
et teneram ab radice ferens, Siluane, cupressum: 20

¡Y vosotros, Faunos, númenes propicios a los labradores,
acercaos, Faunos, junto con las vírgenes Dríades!
Yo canto vuestros dones. ¡Y tú, oh Neptuno, para quien la primitiva
Tierra, al ser golpeada por tu gran tridente, hizo brotar al caballo que relincha!
¡Y tú, habitante de los bosques, en cuyo honor
trescientos novillos blancos como la nieve esquilan las fértiles dehesas de Ceos!
¡Y tú, oh Pan Tegeo, pastor de ovejas, dejando el bosque patrio y los pastizales de Liceo
y, ya que tienes cuidado de tu querido Ménalo,
asísteme favorable! ¡Y tú, Minerva, inventora del olivo!
¡Y tú, muchacho, divulgador del corvo arado!
¡Y tú, Silvano, que llevas por cayado un joven ciprés desarraigado!


dique deaeque omnes, studium quibus arua tueri,
quique nouas alitis non ullo semine fruges
quique satis largum caelo demittitis imbrem.
tuque adeo, quem mox quae sint habitura deorum
concilia incertum est, urbisne inuisere, Caesar, 25
terrarumque uelis curam, et te maximus orbis
auctorem frugum tempestatumque potentem
accipiat cingens materna tempora myrto;
an deus immensi uenias maris ac tua nautae
numina sola colant, tibi seruiat ultima Thule, 30
teque sibi generum Tethys emat omnibus undis;

¡Y vosotros todos, dioses y diosas, cuyo empeño es velar por los campos de sembrado,
y quienes nutrís nuevas cosechas sin la ayuda de semilla alguna,
y quienes hacéis bajar del cielo abundante lluvia para los sembrados!
Y sobre todo tú, ¡oh César!, de quien es dudoso qué concilio de dioses te albergará en el futuro,
ya quieras ir a ver las ciudades
y el cuidado de las tierras, y,
ceñidas tus sienes con el mirto materno,
el orbe máximo te reciba como promotor de las cosechas y señor de los climas;
ya te presentes como un dios del inmenso mar y los navegantes
veneren solo tus númenes, y la lejanísima Tule te sirva,
y Tetis pague con todas sus ondas el tenerte como yerno;


anne nouum tardis sidus te mensibus addas,
qua locus Erigonen inter Chelasque sequentis
panditur (ipse tibi iam bracchia contrahit ardens
Scorpius et caeli iusta plus parte reliquit); 35
quidquid eris (nam te nec sperent Tartara regem,
nec tibi regnandi ueniat tam dira cupido,
quamuis Elysios miretur Graecia campos
nec repetita sequi curet Proserpina matrem),
da facilem cursum atque audacibus adnue coeptis, 40
ignarosque uiae mecum miseratus agrestis
ingredere et uotis iam nunc adsuesce uocari.

ya te añadas como un nuevo astro a los meses tardos,
por donde el cielo se extiende entre Erígone y las Quelas que la siguen
-ya el mismísimo centelleante Escorpión contrae sus tenazas
y te ha dejado más que un espacio justo del firmamento-;
cualquier cosa que vayas a ser (pues no te espere el Tártaro como rey
ni te venga tan cruel afán de reinar allí,
por mucho que Grecia admire los Campos Elisios,
y Proserpina, a la que se busca, no se preocupe de seguir a su madre),
haz fácil mi carrera y aprueba mis audaces empresas,
y, compadecido de los campesinos, ignorantes como yo de su camino,
avanza en uno y acostúmbrate ya desde ahora a ser llamado con votos.


Vere nouo, gelidus canis cum montibus umor
liquitur et Zephyro putris se glaeba resoluit,
depresso incipiet iam tum mihi taurus aratro 45
ingemere et sulco attritus splendescere uomer.
illa seges demum uotis respondet auari
agricolae, bis quae solem, bis frigora sensit:
illius immensae ruperunt horrea messes.
ac prius ignotum ferro quam scindimus aequor, 50
uentos et uarium caeli praediscere morem
cura sit ac patrios cultusque habitusque locorum,
et quid quaeque ferat regio et quid quaeque recuset.

Con la llegada de la primavera, cuando el agua helada se derrite en los nevados montes,
y la gleba, porosa con el Céfiro, se deshace,
entonces ya el toro, hundido el arado, empezará a darme mugidos,
y la desgastada reja del arado a hacerse brillante en el surco.
Solamente aquel campo que sintió dos veces el verano, dos veces el invierno,
responde a los deseos del avaro agricultor:
sus inmensas cosechas han hecho estallar los graneros.
Pero antes de hender con el hierro una llanura desconocida,
nos convendría estudiar primero los vientos, el variado clima,
las prácticas de cultivo tradicionales, las condiciones del terreno,
qué admite cada región y qué rechaza cada una.


hic segetes, illic ueniunt felicius uuae,
arborei fetus alibi atque inusa uirescunt 55
gramina. nonne uides, croceos ut Tmolus odores,
India mittit ebur, molles sua tura Sabaei,
at Chalybes nudi ferrum uirosaque Pontus
castorea, Eliadum palmas Epiros equarum?

Aquí crece más fértilmente el trigo, allí la uva;
en otra parte se vuelven verdes los frutos arbóreos y las praderas no cultivadas.
¿Acaso no ves cómo el Tmolo produce los perfumes de azafrán,
la India el marfil, los afeminados Sabeos sus inciensos,
los desnudos Cálibes el hierro, el Ponto el fétido
castóreo, y el Epiro los retoños de las yeguas de la Élide?


continuo has leges aeternaque foedera certis 60
imposuit natura locis, quo tempore primum
Deucalion uacuum lapides iactauit in orbem,
unde homines nati, durum genus. ergo age, terrae
pingue solum primis extemplo a mensibus anni
fortes inuertant tauri, glaebasque iacentis 65
puluerulenta coquat maturis solibus aestas;
at si non fuerit tellus fecunda, sub ipsum
Arcturum tenui sat erit suspendere sulco:
illic, officiant laetis ne frugibus herbae,
hic, sterilem exiguus ne deserat umor harenam. 70

La naturaleza, a determinados lugares, siempre ha impuesto estas leyes y pactos eternos,
desde aquel tiempo primero en que
Deucalión arrojó al despoblado mundo las piedras
de donde nacieron los hombres, duro linaje. Ea, pues,
que toros robustos remuevan inmediatamente la fértil capa de la tierra
desde los primeros meses del año,
y que el verano polvoriento cueza las glebas que yacen a los ardientes rayos del sol;
pero si la tierra no fuese fecunda,
bastará levantarla con un ligero surco bajo el mismísimo Arturo:
en el primero caso, para que las hierbas no impidan unas ricas cosechas;
en el segundo, para que la escasa humedad no abandone la estéril arena.


Alternis idem tonsas cessare noualis
et segnem patiere situ durescere campum;
aut ibi flaua seres mutato sidere farra,
unde prius laetum siliqua quassante legumen
aut tenuis fetus uiciae tristisque lupini 75
sustuleris fragilis calamos siluamque sonantem.
urit enim lini campum seges, urit auenae,
urunt Lethaeo perfusa papauera somno;
sed tamen alternis facilis labor, arida tantum
ne saturare fimo pingui pudeat sola neue 80
effetos cinerem immundum iactare per agros.

Permite tú mismo que los barbechos esquilados tarden alternativamente
y que el campo perezoso se endurezca en la inacción;
o, si no, cambiada la estación, puedes sembrar el rubio trigo
allí donde antaño produjiste la fértil legumbre de vaina quebradiza
o delicados granos de la arveja y
frágiles tallos y sonante hojarasca del amargo altramuz.
La cosecha de lino consume al campo, la de avena lo destruye,
lo asolan las adormideras rociadas con el sueño leteo.
Pero, sin embargo, el cultivo por períodos es factible, siempre y cuando
no se pongan reparos en saturar los áridos suelos con un rico estiércol o
en arrojar sucia ceniza por los campos agotados.


sic quoque mutatis requiescunt fetibus arua,
nec nulla interea est inaratae gratia terrae.
saepe etiam sterilis incendere profuit agros
atque leuem stipulam crepitantibus urere flammis: 85
siue inde occultas uiris et pabula terrae
pinguia concipiunt, siue illis omne per ignem
excoquitur uitium atque exsudat inutilis umor,
seu pluris calor ille uias et caeca relaxat
spiramenta, nouas ueniat qua sucus in herbas, 90
seu durat magis et uenas astringit hiantis,
ne tenues pluuiae rapidiue potentia solis
acrior aut Boreae penetrabile frigus adurat.

Así como los campos de sembrado descansan al cambiarse los cultivos,
de igual manera la tierra no arada tiene algún beneficio.
A menudo también es útil incendiar los campos estériles
y quemar el rastrojo insignificante con crepitantes llamas:
ya sea porque de ello las tierras reciben fuerzas ocultas y originan fértiles pastos,
ya sea porque depuran a través del fuego cualquier defecto
y la humedad perjudicial se evapora;
ya sea porque aquel calor dilata más vías y conductos ocultos
por donde la savia llega a las nuevas plantas;
o porque el calor da más robustez y estrecha las venas que están entreabiertas,
para que ni las finas lluvias ni la excesiva fuerza del sol abrasador
ni el frío penetrante del Bóreas las destruya.


multum adeo, rastris glaebas qui frangit inertis
uimineasque trahit cratis, iuuat arua, neque illum 95
flaua Ceres alto nequiquam spectat Olympo;
et qui, proscisso quae suscitat aequore terga,
rursus in obliquum uerso perrumpit aratro
exercetque frequens tellurem atque imperat aruis.

Muchísimo favorece a los campos de sembrado el que deshace con rastrillos las glebas estériles
y arrastra zarzos de mimbre
-y no en vano lo contempla la dorada Ceres desde el alto Olimpo-
y el que, al labrar la superficie, pone en movimiento su espalda,
y por segunda vez la destroza, al hacer girar el arado en diagonal,
y, constante, trabaja con ahínco en la tierra y domina los campos de sembrado.


Vmida solstitia atque hiemes orate serenas, 100
agricolae; hiberno laetissima puluere farra,
laetus ager: nullo tantum se Mysia cultu
iactat et ipsa suas mirantur Gargara messis.
quid dicam, iacto qui semine comminus arua
insequitur cumulosque ruit male pinguis harenae, 105
deinde satis fluuium inducit riuosque sequentis,
et, cum exustus ager morientibus aestuat herbis,
ecce supercilio cliuosi tramitis undam
elicit? illa cadens raucum per leuia murmur
saxa ciet, scatebrisque arentia temperat arua. 110

Implorad, ¡oh agricultores!, veranos lluviosos e inviernos apacibles;
con el polvo invernal el trigo es muy abundante,
el campo fértil: solamente la Misia se jacta de no practicar ningún cultivo,
y los mismísimos Gárgaros se admiran de sus cosechas.
¿Qué puedo decir de aquel que, sembrada la semilla, continúa manejando de cerca los campos de sembrado
y empuja violentamente los montones de arena no productiva
y dirige en seguida a los sembrados el agua corriente de un río y de los cercanos arroyos;
y cuando el campo desecado está ardiente con sus plantas marchitas,
se lo ve sacando agua desde la cima por una senda escarpada?
Aquélla, cuando cae por las bruñidas rocas, provoca un ronco murmullo
y enfría los áridos campos de sembrado con sus surtidores.


quid qui, ne grauidis procumbat culmus aristis,
luxuriem segetum tenera depascit in herba,
cum primum sulcos aequant sata, quique paludis
collectum umorem bibula deducit harena?
praesertim incertis si mensibus amnis abundans 115
exit et obducto late tenet omnia limo,
unde cauae tepido sudant umore lacunae.

Y, ¿qué de aquel que, para que el tallo no se incline hacia adelante por el peso de las espigas,
hace pacer la exuberancia de los campos en hierba tierna
tan pronto como los sembrados allanan los surcos?
¿Y de aquel que extrae de la arena que absorbe agua la humedad acumulada de una charca?
Sobre todo si el río, en crecida, se desborda en los meses poco seguros
y anchamente recubre todo con el barro que empujan delante sus aguas,
de donde huecas cavidades exhalan un tibio vapor.


Nec tamen, haec cum sint hominumque boumque labores
uersando terram experti, nihil improbus anser
Strymoniaeque grues et amaris intiba fibris 120
officiunt aut umbra nocet. pater ipse colendi
haud facilem esse uiam uoluit, primusque per artem
mouit agros, curis acuens mortalia corda
nec torpere graui passus sua regna ueterno.
ante Iouem nulli subigebant arua coloni: 125
ne signare quidem aut partiri limite campum
fas erat; in medium quaerebant, ipsaque tellus
omnia liberius nullo poscente ferebat.

Y sin embargo, aunque hombres y bueyes hayan cumplido esto, los trabajos
que consisten en remover la tierra, estorban el ganso del todo inmoderado,
las grullas estrimonias y la achicoria de amargas fibras
o la nocividad de la sombra. El mismísimo Júpiter
no quiso que el camino de la agricultura fuese cómodo; él fue el primero que con método
movió los campos, agudizando con inquietudes la inteligencia de los mortales,
y no permitió que sus reinos estuviesen paralizados en profundo letargo.
Antes de Júpiter, no había campesinos que arasen los campos de sembrado:
ni siquiera estaba permitido por las leyes divinas delimitar o dividir el terreno con linde;
se intentaba obtener una cosecha a disposición de todos, y la mismísima Tierra,
sin solicitud alguna, proporcionaba todo con más liberalidad.


ille malum uirus serpentibus addidit atris
praedarique lupos iussit pontumque moueri, 130
mellaque decussit foliis ignemque remouit
et passim riuis currentia uina repressit,
ut uarias usus meditando extunderet artis
paulatim, et sulcis frumenti quaereret herbam,
ut silicis uenis abstrusum excuderet ignem. 135
tunc alnos primum fluuii sensere cauatas;
nauita tum stellis numeros et nomina fecit
Pleiadas, Hyadas, claramque Lycaonis Arcton.

Aquél añadió el nocivo veneno a las negruzcas serpientes,
y ordenó a los lobos depredar y que el mar se agitara;
despojó la miel de las hojas, ocultó el fuego,
y detuvo las diferentes clases de vino que fluían en riachuelos por doquier,
para que la experiencia desentrañara poco a poco, reflexionando, las variadas artes
y buscara en los surcos la planta del trigo,
para que hiciera salir a golpes el fuego escondido en las venas del pedernal.
Entonces por vez primera los ríos sintieron los alisos ahuecados;
entonces el navegante contó el número de estrellas y les puso los nombres
de Pléyades, Híades y fúlgida Osa, hija de Licaón.


tum laqueis captare feras et fallere uisco
inuentum et magnos canibus circumdare saltus; 140
atque alius latum funda iam uerberat amnem
alta petens, pelagoque alius trahit umida lina.
tum ferri rigor atque argutae lammina serrae
(nam primi cuneis scindebant fissile lignum),
tum uariae uenere artes. labor omnia uicit 145
improbus et duris urgens in rebus egestas.
prima Ceres ferro mortalis uertere terram
instituit, cum iam glandes atque arbuta sacrae
deficerent siluae et uictum Dodona negaret.

Entonces se inventó dar caza a las fieras con lazos, usar el engaño de la liga,
y rodear los grandes pastizales con perros.
Uno ya azota el ancho río con trasmallo,
buscando las zonas más profundas; otro ya arrastra por el piélago sus húmedas redes.
Entonces se conocieron la rigidez del hierro y la hoja de la ruidosa sierra
-pues los hombres primitivos hendían con cuñas la madera fácil de abrir-,
entonces nacieron las diversas artes.
El trabajo tenaz y la necesidad que urge en las situaciones duras superaron todas las dificultades.
Ceres fue la primera que enseñó a los mortales a labrar la tierra con el arado,
cuando ya en el bosque sagrado faltaban las bellotas y los madroños,
y Dodona no les concedía el sustento.


mox et frumentis labor additus, ut mala culmos 150
esset robigo segnisque horreret in aruis
carduus; intereunt segetes, subit aspera silua
lappaeque tribolique, interque nitentia culta
infelix lolium et steriles dominantur auenae.
quod nisi et adsiduis herbam insectabere rastris 155
et sonitu terrebis auis et ruris opaci
falce premes umbras uotisque uocaueris imbrem,
heu magnum alterius frustra spectabis aceruum
concussaque famem in siluis solabere quercu.

Luego también el trabajo se aplicó al trigo, cuando la malvada
herrumbre sobrevino a los tallos y el cardo estéril estuvo erizado en los campos de sembrado.
Desaparecen las mieses: aparecen la maleza erizada,
los lampazos y los tríbulos; y entre esplendorosos cultivos
son dueñas la improductiva cizaña y las infecundas avenas.
Pues, si no persigues encarnizadamente a la mala hierba con rastrillos en mano,
y no espantas a los pájaros con ruido,
y no reduces con la podadera las sombras que oscurecen tu campo, y no invocas con votos la lluvia,
¡ay!, contemplarás en vano el gran acervo de otro agricultor
y tendrás que saciar tu hambre sacudiendo la encina en los bosques.


  Dicendum et quae sint duris agrestibus arma, 160
quis sine nec potuere seri nec surgere messes:
uomis et inflexi primum graue robur aratri,
tardaque Eleusinae matris uoluentia plaustra,
tribulaque traheaeque et iniquo pondere rastri;
uirgea praeterea Celei uilisque supellex, 165
arbuteae crates et mystica uannus Iacchi;
omnia quae multo ante memor prouisa repones,
si te digna manet diuini gloria ruris.

Es necesario decir, además, qué herramientas tienen los rudos campesinos,
sin las cuales las cosechas no podrían sembrarse ni crecer:
en primer lugar, la reja y el arado, que se doblan al tratar la pesada madera de roble;
las carretas de lento rodar de la madre Eleusina,
y trillos, rastras y rastrillos de diferente peso;
además de eso, utensilios de mimbre y de poco valor de Celeo,
zarzos de madroño y la mística criba de Baco.
Cosas todas que muy de antemano en la memoria has de tener prevenidas para luego restablecerlas,
si aspiras a alcanzar la gloria en el arte divino de la labranza.


continuo in siluis magna ui flexa domatur
in burim et curui formam accipit ulmus aratri. 170
huic a stirpe pedes temo protentus in octo,
binae aures, duplici aptantur dentalia dorso.
caeditur et tilia ante iugo leuis altaque fagus
stiuaque, quae currus a tergo torqueat imos,
et suspensa focis explorat robora fumus. 175

Al instante, un olmo que es doblado a fuerza bruta en los bosques, es adaptado
como cama y recibe la forma del curvo arado.
A éste se le encajan del lado de la raíz un timón alargado en ocho pies,
un par de orejas y un par de dentales de doble espaldar.
Se cortan también, con anticipación, para el yugo, un tilo liviano, un haya grande
y una esteva que haga rodar por detrás el eje hacia abajo;
y, al estar suspendidas las maderas sobre el fuego, el humo observa su efecto.


Possum multa tibi ueterum praecepta referre,
ni refugis tenuisque piget cognoscere curas.
area cum primis ingenti aequanda cylindro
et uertenda manu et creta solidanda tenaci,
ne subeant herbae neu puluere uicta fatiscat, 180
tum uariae inludant pestes: saepe exiguus mus
sub terris posuitque domos atque horrea fecit,
aut oculis capti fodere cubilia talpae,
inuentusque cauis bufo et quae plurima terrae
monstra ferunt, populatque ingentem farris aceruum 185
curculio atque inopi metuens formica senectae.

Puedo referirte innumerables preceptos de los antiguos,
si no evitas y no te incomoda conocer cuidados sutiles.
En primer lugar, la era ha de ser allanada con un enorme rodillo,
ser revuelta con la mano y ser endurecida con pegajosa greda,
para que no broten hierbas en ella ni se agriete vencida por la sequedad;
si no, diversas plagas la echarían a perder:
bajo tierra el pequeño ratón establece con frecuencia su casa y hace sus nidos,
o los ciegos topos excavan sus guaridas;
en las grietas también se encuentran el sapo e incontables criaturas que la Tierra produce;
también saquean el ingente montón de grano
el gorgojo y la hormiga, temerosa a la desvalida vejez.


contemplator item, cum se nux plurima siluis
induet in florem et ramos curuabit olentis:
si superant fetus, pariter frumenta sequentur
magnaque cum magno ueniet tritura calore; 190
at si luxuria foliorum exuberat umbra,
nequiquam pinguis palea teret area culmos.
semina uidi equidem multos medicare serentis
et nitro prius et nigra perfundere amurca,
grandior ut fetus siliquis fallacibus esset 195
et quamuis igni exiguo properata maderent.

Asimismo, presta atención a cuando el almendro en los bosques se cubre totalmente
de flores y encorva sus perfumadas ramas:
si sus frutos sobran, los cereales seguirán el ejemplo
y, con el gran calor, vendrá una magna trilla;
pero si la sombra rebosa de un exuberante follaje,
la era solo trillará rastrojos ricos de paja.
He visto, en efecto, a muchos sembradores dar un tratamiento especial a sus semillas
y rociarlas primero con nitro y negra amurca,
para que el fruto creciese más en las engañosas plantas leguminosas
y para que las semillas, aunque con poco calor, se ablandasen rápido.


uidi lecta diu et multo spectata labore
degenerare tamen, ni uis humana quotannis
maxima quaeque manu legeret: sic omnia fatis
in peius ruere ac retro sublapsa referri, 200
non aliter quam qui aduerso uix flumine lembum
remigiis subigit, si bracchia forte remisit,
atque illum in praeceps prono rapit alueus amni.

He visto que las semillas escogidas de hace largo tiempo y contempladas con mayor afán
degeneraban a pesar de todo, si la fuerza humana no
intervenía en recoger cada una de las más grandes cada año. Así, por disposición de los Hados,
todo va empeorando y se va retrocediendo, mientras todo se desmorona.
No de distinta manera sucede con el que, con los remos, hace subir su barca, a duras penas, contra la corriente:
si por azar afloja los brazos,
el lecho de rápidas aguas lo arrastra río abajo.


 Praeterea tam sunt Arcturi sidera nobis
Haedorumque dies seruandi et lucidus Anguis, 205
quam quibus in patriam uentosa per aequora uectis
Pontus et ostriferi fauces temptantur Abydi.
Libra die somnique pares ubi fecerit horas
et medium luci atque umbris iam diuidit orbem,
exercete, uiri, tauros, serite hordea campis 210
usque sub extremum brumae intractabilis imbrem;
nec non et lini segetem et Cereale papauer
tempus humo tegere et iamdudum incumbere aratris,
dum sicca tellure licet, dum nubila pendent.

Debemos además observar las tantas estrellas de la constelación de Arturo,
los días de las Cabrillas y el luciente Dragón,
como los que, llevados a su patria por ventosos mares,
sondean el Ponto y los estrechos de Ábidos, rico en ostras.
Cuando la constelación de Libra haya hecho iguales las horas de día y de sueño,
y ya divida el mundo por la mitad entre la luz y la oscuridad,
tened constantemente en movimiento a los toros, ¡oh agricultores!, sembrad cebadas en las llanuras
hasta la última lluvia del indomable invierno;
y por supuesto, también es el momento adecuado para cubrir con tierra la cosecha de lino y la adormidera, consagrada a Ceres,
y para darse prisa en apoyarse sobre los arados,
mientras lo permite la sequedad de la tierra, mientras las nubes están suspendidas.


uere fabis satio; tum te quoque, medica, putres 215
accipiunt sulci et milio uenit annua cura,
candidus auratis aperit cum cornibus annum
Taurus et auerso cedens Canis occidit astro.
at si triticeam in messem robustaque farra
exercebis humum solisque instabis aristis, 220
ante tibi Eoae Atlantides abscondantur
Cnosiaque ardentis decedat stella Coronae,
debita quam sulcis committas semina quamque
inuitae properes anni spem credere terrae.

En primavera es la siembra de las habas; entonces también te reciben, ¡oh alfalfa!,
los surcos ablandados, y llega el cuidado anual del mijo,
cuando el brillante Tauro de cuernos de oro inaugura el año,
y el Can sucumbe, cediendo su lugar a la constelación que le sigue por detrás.
Pero si no dejas en reposo la tierra con el fin de cosechar trigo candeal y dura escanda,
y solo te dedicas a las espigas,
se te esconderían las orientales hijas de Atlas
y desaparecería de tu vista la estrella de Gnosos de la centelleante Corona,
antes de que entregaras a los surcos las respectivas semillas y antes de que
te apresuraras a confiar a la forzada tierra la esperanza del año.


multi ante occasum Maiae coepere; sed illos 225
exspectata seges uanis elusit auenis.
si uero uiciamque seres uilemque phaselum
nec Pelusiacae curam aspernabere lentis,
haud obscura cadens mittet tibi signa Bootes:
incipe et ad medias sementem extende pruinas. 230

Muchos acostumbran empezar antes del ocaso de Maya;
pero la esperada cosecha acaba engañándolos con inútiles avenas.
Pero si siembras la arveja y la común habichuela,
y no desprecias el cuidado de la lenteja de Pelusio,
el Boyero, al caer del horizonte, te enviará inequívocas señales:
comienza la siembra y prolóngala hasta mediada la estación de las escarchas.





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