Vicente López y Planes (VAI)

Nota: Se respeta la ortografía original de la época


Vicente López y Planes.


VICENTE LÓPEZ Y PLANES


(1785 - 1856)




D

on Vicente López y Planes es no sólo el autor de la canción nacional que todos los

Argentinos conocen por la belleza de sus pensamientos y la robusta entonación de sus estrofas, sino uno de los pocos hombres que, habiendo figurado en la Revolución Argentina, le fué dado vivir largo tiempo, aun después de consumada esta, sin empañar el brillo de su vida, ni alterar en lo mínimo la fineza del vaso que contenía las virtudes que adornaban su carácter de hombre público y de ciudadano.

El nombre de Vicente López pasara á la más remota posteridad, como un ejemplo de acrisolado civismo y de nobleza republicana: el recuerdo de sus virtudes fortalecerá los corazones en los días de zozobra para la patria, y retemplará los espíritus.

Su vida es un modelo que debemos tener siempre delante de los ojos, y es una lección, porque ella enseña cuanto vale en la vida social la honradez y la pureza de las intenciones.


I.

Don Vicente López y Planes nació en Buenos Aires, el 3 de mayo de 1785, de padre español y madre porteña; frecuentó las escuelas de la capital del virreinato, y tuvo por maestro á uno de esos hombres raros, que poseen el envidiable privilegio de educar á la juventud no sólo con su palabra, sino también con su ejemplo. Las lecciones de Fernández, en el Colegio real de San Carlos, despertando el gusto por las bellas letras, abrieron anchos horizontes al espíritu investigador y curioso de los jóvenes que más tarde debían figurar en la Revolución, y legar á la posteridad una patria de que ellos habían carecido al nacer. López tuvo tal afición al estudio de la lengua latina, que sus maestros de este idioma fueron desde entonces sus mejores amigos.

López, que tocaba el fin de sus estudios cuando aparecieron en las aguas del Plata las naves Inglesas, se alistó en las filas del regimiento de Patricios, y combatió en ellas, distinguiéndose al par de todos los jóvenes americanos que formaron en sus entusiastas filas.

Pero las glorias conquistadas sobre los invasores pedían ser celebradas dignamente, y á López cupo el honor de eternizar en el verso los triunfos de aquellos memorables días, en un poema épico que tituló Triunfo Argentino (1808).


II.

Graduado en Chuquisaca de doctor en leyes, volvió á Buenos Aires; y en 1810, después de producidos los famosos acontecimientos de Mayo, marchaba al interior en calidad de secretario del auditor de guerra del ejército auxiliador, que lo era don Hipólito Vieytes.

En setiembre de 1811 fué nombrado secretario de hacienda del primer Triunvirato, cuyo alto puesto renunció en noviembre del mismo año. Siendo síndico procurador del Cabildo en el siguiente, fué electo diputado por la provincia de Buenos Aires á la Asamblea general Constituyente, que reunida en enero de 1813, le nombró por uno de sus secretarios.

En este mismo año la Asamblea adoptó por aclamación, como canción nacional, el himno cuyas primeras estrofas escribiera López, según se dice, al pie de un árbol en las provincias del Norte, dos años antes, siendo secretario del auditor de guerra del ejército auxiliador, himno que no debe ignorar ni un niño ni un adulto, porque es el fiel trasunto de las esperanzas y de los nobles anhelos que animaron en un momento supremo á los próceres de la Nación.



Himno nacional Argentino.


Coro.


Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir;
Coronados de gloria vivamos,
Ó juremos con gloria morir.


Coro, etc.

Oid mortales, el grito sagrado
Libertad, libertad, libertad.
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono á la noble igualdad.
Se levanta en la faz de la tierra
Una nueva gloriosa nación,
Coronada su sien de laureles,
Y á sus plantas rendido un león.

Coro, etc.

De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar:
La grandeza se anida en sus pechos:
A su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huecos revive el ardor,
Lo que ve renovando á sus hijos
De la patria el antiguo esplendor.

Coro, etc.

Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor;

Todo el país se conturba por gritos
De venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel;
Su estandarte sangriento levantan,
Provocando á la lid más cruel.

Coro, etc.
 
¿No los veis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz?
¿Y cual lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
Luto, llantos y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
Todo pueblo que logran rendir?

Coro, etc.

Á vosotros se atreve, Argentinos,
El orgullo del vil invasor:
Vuestros campos ya pisa, contando,
Tantas glorias, hollar vencedor.
Mas los bravos, que unidos juraron
Su feliz libertad sostener,
Á esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.

Coro, etc.

El valiente Argentino á las armas
Corre ardiendo de brío y valor:
El clarín de la guerra, cual trueno

En los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone á la frente
De los pueblos de la ínclita unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al Ibérico, altivo león.

Coro, etc.
 
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia, y las mismas murallas,
Del tirano en la Banda Oriental,
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo Argentino triunfó;
Aquí el fiero opresor de la Patria
Su cerviz orgullosa dobló.

Coro, etc.

La victoria al guerrero Argentino
Con sus alas brillantes cubrió,
Y azorado á su vista el tirano
Con infamia á la fuga se dió.
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos á la Libertad,
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno á su gran majestad.

Coro, etc.

Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando
Les repite — ¡Mortales oid!...

Ya su trono dignísimo abrieron
Las Provincias Unidas del Sud;
Y los libres del mundo responden:
Al gran pueblo Argentino, ¡Salud!

Coro, etc.


III.

Disuelta la Asamblea en 1815, López participió de la suerte de sus colegas; pero en el año siguiente ocupaba la secretaría de Gobierno al lado del director Balcarce. Aunque renunció poco después, el sucesor de este, Pueyrredón, conservóle á su lado en idéntico carácter.

En marzo de 1817, López qus había sido electo diputado al Congreso por la provincia de Buenos Aires, dejó la cartera de gobierno que desempeñaba, siendo sustituido por el doctor Don Gregorio Tagle.


IV.

Los sucesos de 1820 produjeron un cambio radical en la organización del país; y la provincia de Buenos Aires consagróse á su Constitución interna. Creada la Universidad en 1821, se estableció una cátedra de economía política, la cual fué encomendada al doctor López: pero ignoramos por qué circunstancias no pudo dictar ningún curso. En setiembre de 1824, al mismo tiempo que se disponía la formación de una Comisión topográfica, sé nombraba á López para que la presidiera.

En el intervalo de tiempo transcurrido entre su nombramiento de catedrático de economía política y presidente de la Comisión topográfica, López había dado principio á la publicación del Registro Estadístico de la provincia, que duró hasta 1825, inaugurando así una serie de trabajos completamente desconocidos hasta entonces en el país.

Elegido Presidente de la República don Bernardino Rivadavia, éste no pudo sostenerse en su puesto, y renunció las altas funciones de que se hallaba investido. En su consecuencia, el Congreso general Constituyente eligió, para sucederle provisoriamente, á don Vicente López, quien un mes más tarde declinaba el alto honor que le fuera dispensado, en un documento que hace honra á su carácter, y que revela una vez más las virtudes cívicas que le adornaban.


V.

Reorganizada de nuevo la provincia de Buenos Aires, el gobernador Dorrego, al constituir su ministerio después del tratado de paz celebrado con el Brasil, le llevó á su lado en calidad de Ministro de Hacienda. Miembro del Senado consultivo, en setiembre de 1829, López fué nombrado Ministro de Relaciones exteriores en enero de 1832, renunciando á los pocos días,

Durante muchos años presidió el Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Buenos Aires; y en 1852, después de la caída de Rosas, fué nombrado gobernador provisorio (4 de febrero), mientras se reunía la Legislatura provincial.

En ese carácter concurrió en 31 de mayo al acuerdo de gobernadores reunidos en San Nicolás de los Arroyos, contribuyendo así á echar los cimientos de la Constitución federal. Los sucesos posteriores que trajeron la desmembración de la provincia de Buenos Aires, le alejaron de su ciudad natal, residiendo algún tiempo en Montevideo, de donde se trasladó nuevamente á Buenos Aires, para morir en esta ciudad el 10 de octubre de 1856.

Las composiciones poéticas de López no se reducen sólo al Triunfo Argentino y la canción nacional. López ha dejado piezas de mérito escritas á propósito de las victorias de la Revolución, y un trabajo meditado cuyo asunto debía ser la contemplación moral del universo.

Los siguientes fragmentos de un canto á la batalla de Maipo, dan una ligera idea del tono épico de sus composiciones:


Aquella ingrata noche habia pasado,
Aquella noche que á la patria un grito
De dolor arrancara.
El enemigo osado
De la victoria el hijo favorito
Se cree con arrogancia: su alma avara
Las riquezas y el triunfo devorando,
Apura, impele, incita sus legiónes:
Maipo ya al oprimirlo sus pendones,
Venganza corre al mar del Sud gritando.

Nuestro ejército allí. ¡Genio sublime
De Patria, Libertad! Tú solamente
Obraste tal portento.
Mientra el cuidado oprime
Al pensador común, su brava gente
Reune el héroe con inmenso aliento:
La consuela, la esfuerza, reorganiza,
De pecho en pecho imprime sus ardores....
No hay tiempo á más que crujen les tambores
Y el enemigo encima se divisa.

La hidra que hundir sus cuellos altaneros,
Chacabuco vió en polvo, ora acrecida
Con más y más cabezas
Los ojos reverberos
Lanza á las dos naciones: honra y vida
Amenaza arrancarles: ya pavesas
Hace, amor á la Patria, tu obra santa.
¡Señor! ¿contra tu ley asi el Íbero
Se cebará en nosotros carnicero?
¿Y tu diestra, Señor, no se levanta?
 
¡Iberia, Iberia! ¿Qué haces? Hubo un dia
En que la Asia, la América, la Europa
Y la África admiraron
La terrible osadía
De tu soberbia y numerosa tropa:
Tus glorias fué que á su zenit llegaron.
El curso natural de loa estados,
Cual de toda humanal magnificencia
Te obliga á irresistible decadencia:
¿Quieres insana combatir los hados?

¿Qué puedes prometerte en tanto crimen
Como en tu odioso nombre se consuma
De Méjico hasta el Cabo?
El viejo, el niño gimen
Bajo el azote bélico que abruma
La extensión de una tierra en que de esclavo
Sufrir no es dado el bárbaro renombre:
Sufre el sexo, los templos, las ciudades,
Y por decir de un golpe tus crueldades —
Se insulta á Dios, y se destruye al hombre.

Retira esos verdugos.... ¡ Ay! que es tarde:
Rompe el cañón: impávida se arroja
Nuestra hueste á los llanos.
Toda retumba y arde
La dilatada atmósfera. Ya roja
La tierra está do quier. Probad, tiranos
La pujanza de aquellos que defienden
Su patria y libertad. La rabia, la ira
Con que vuestra alma nuestras glorias mira,
Hoy á su vez nuestra venganza encienden.

¡El bronco trueno al trueno, el rayo al rayo,
El acero al acero cual responden!
Cualquier sospecharía
Que allí Cid, ó Pelayo,
Aquí Washington, ó Nassau se esconden,
Y las falanges rigen este día.
La Patria encima de los altos Andes
Se alza, y los campos de la lid descubre:
Su bello rostro con la mano encubre;
¡Son! ¡hay! los riesgos de sus hijos, grandes!

Madres cubrid los vuestros, que la muerte
Corriendo sobre el carro del destino
Feroz se precipita,
Y sangre en copia vierte.
Valor hijos del Sud: que el Argentino
El arca de sus glorias deposita
En vuestras manos hoy; en ellas Chile
Su vida y su salud. La muerte es nada
Si ella es el precio de la Patria amada.
¿Y hoy dejaréis que se hunda y aniquile?

¡Mas qué dejar! cuál torbellino os veo
Lanzaros sobre el campo de batalla,
Y más allá lanzaros,
Hasta que ya el trofeo
En vuestras manos victoriosas se halla.
Ya el tirano se rinde. Á coronaros
Se acerca la Victoria, de su seno
Manando gracias y placer. Ante ella
El hondo encimo súbito se estrella,
Los aceros se envainan: calla el trueno.

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Del Camaleón á la Osa, de occidente
Al meridiano de la bella aurora.
Tu gloria es proclamada.
San Martín, eminente.
La Patria, que tu diestra valedora
Alzó en firmes quiciales, admirada
Tu nombre sin cansarle ha repetido:
Ella también celebra con ternura

Á los héroes de insólita bravura
Que atletas tuyos á tu lado han sido.

Vive, nación ilustre, que supiste
Tu brazo asir al nuestro, y los cervices
Hollar del cruel tirano.
¡Oh! cuanto contribuiste,
Preciado Chile, á dias tan felices
Como hoy disfruta el suelo Colombiano:
Á ti prez y loor. Desdo hoy debiera
Al grato Maipo en eternal memoria,
El Eridano austral ceder su gloria.
Ceder su plaza en la estrellada esfera.

Empireo gozo á los ilustres manes
De aquellos que el aliento, generosos,
Por la Patria rindieron:
Gloria al que sus afanes
Consagró á la Nación: cuyos gravosos
Días, después el júbilo se hicieron
Y la delicia nacional. En lumbre
Eterna brille el nombre Americano;
Y arrojando el león tras el Océano,
Ponga América el pie sobre la cumbre.