Viajes del chino Dagar Li-Kao/Prefacio

Viajes del chino Dagar Li-Kao: por los países bárbaros de Europa, España, Francia, Inglaterra y otros. Primera parte (1880)
de El ermitaño de las peñuelas
Prefacio del traductor

PREFACIO DEL TRADUCTOR.


Bárbaro y todo como soy, segun los chinos, por haber nacido en una de las naciones que ellos llaman bárbaras, viajé algo más allá del limitado horizonte que desde mi ermita de las Peñuelas se descubre, hasta penetrar más lejos que el mismo Marco Polo, célebre por sus viajes á las desconocidas tierras orientales, en las profundidades del Celeste Imperio, ó Imperio de enmedio, vulgo China.

Si esta ventajilla me costó cara, en cambio ví mucho y estudié más; y entre otras cosas que aprendí al dedillo, y que hasta ahora no me sirvieron de nada, se cuenta el idioma chino, que no es grano de anís que digamos, pues es tan revesado, que la mayor parte de los chinos no lo saben aunque lo hablan, en lo que no están más adelantados que los españoles, á quienes nos sucede otro tanto con el nuestro.

Ya estaba retirado á buen vivir, ó á vivir mal, que no todos los retirados viven bien, después de rodar de Seca en Meca, creyendo haber perdido el tiempo empleado en aprender el chino, cuando el célebre escritor Dagar-Li-Kao, á quien conocí en mis viajes, tuvo conmigo la delicada atención de mandarme un ejemplar de esta obra, encabezado con dedicatoria tan lisonjera para mí, como jamás bárbaro escritor e u ropeo la recibió de autor alguno del Celeste Imperio.

Hela aquí, textualmente traducida: «A tí, Ermitaño ilustre, cuyo criterio tiene más de chino que de europeo, que escomo si dijéramos, más de civilizado que de bárbaro, dedico este ejemplar de mis viajes, suplicándote lo traduzcas al idioma castellano, en el que estoy seguro eres capaz de hacerlo pasar, más por original castizo de tu perspicuo caletre, que por chinesca traducción.

»Lee, traduee, goza, y despáchate á tu gusto, que el tuyo será siempre el de tu cariñoso amigo

D. L. K.»

La modestia, lector benévolo, no me permite aceptar estas palabras, tan encomiadoras de mi pobre intelecto, más que por la simpatía que revelan.

Sabe que á ellas deberás esta traducción del chino, pues no podia dejar de corresponder al que me las enviaba, con menos que traduciéndole su obra al castellano, ya que con tanta llaneza y donaire me lo pedia.

Acaso sea esta la vez primera que un libro chino se traduce directamente á núestra lengua, lo que no puede menos de aumentar la novedad y el deseo de leerlo; pero debo advertir al curioso lector, que se prevenga contra los excesos y arrebatos de su amor propio ofendido, porque como Dagar-Li-Kao ha escrito para los chinos y no para nosotros, nos trata de bárbaros á cada paso; y yo, fiel traductor, he creído deber mió no alterar el texto, reproduciendo escrupulosamente las impresiones y apreciaciones del autor en toda su crudeza, tanto más, cuanto que, conociéndole muy bien, sé que son sinceras, hijas de la mejor buena fé, é inspiradas por el deseo y firme propósito de que sus compatriotas conozcan, tal y como él las ha visto, las que allá en su tierra llaman bárbaras naciones de Occidente.

Una cosa debe, sin embargo, consolarnos de la mala opinión que los chinos tienen de los europeos, y es que estos no la tienen mejor unos de otros, estando tan cerca y codeándose á todas horas. A juzgar de los hombres de cada nacion por lo que piensan los de las otras, de los de cada provincia por lo que dicen los de las limítrofes, y hasta por lo que los vecinos del mismo pueblo hablan recíprocamente de los del opuesto barrio, y aun de los que están puerta por medio, no se necesita ir á la China para oir llamar bárbaros á todos. ¿Qué tiene, pues, de extraño que Dagar-Li-Kao, llame bárbaros, así, como si dijéramos á la gruesa, á todos los europeos, cuando estos se lo llaman unos á otros á boca llena?

Por otra parte, no debemos olvidar, que si los chinos nos llaman bárbaros, nosotros les pagamos en la misma moneda, y váyase lo uno por lo otro.

Sea por lo tanto indulgente el lector, probando de este modo que no merece la calificacion de bárbaro que los hijos del Celeste Imperio nos endosan. Acaso, tambien, en la opinion de un extranjero que procura conocernos, aprendamos más de nosotros mismos y á corregir nuestras faltas, que en las obras de tantos escritores nacionales, turba de aduladores, cortesanos de vicios triunfantes, de preocupaciones populares ó aristocráticas, que á trueque de una cátedra, de una poltrona en cualquiera Academia, y basta de un empleillo de tres al cuarto, dirán que Torquemada no fué un bárbaro, harán casta á María Luisa, liberal á Fernando VII, buen mozo á Moyano, y á hombres como Nocedal y Ayala los políticos más consecuentes de España.

Quién bien te quiera te hará llorar, dice el antiguo proverbio; y en este concepto, si nuestro autor chino dice á los europeos, á trueque de tal cual involuntaria injusticia, sendas verdades, que les saquen los colores á las mejillas y las lágrimas á los ojos, resultará que él nos quiere más que los que por acá nos adulan.

Otras consideraciones no ménos graves han influido en mi resolucion de traducir la obra del viajero chino, y entre ellas se cuentan las noticias que contiene sobre aquel vasto Imperio, tan poco conocido, y la utilidad de conocerlo, que no tardará en ser justamente apreciada en lo que hemos dado en llamar mundo civilizado.

Réstame sólo, para terminar este mal pergeñado prefacio, y dejar la palabra al hijo del Celeste Imperio, pedir al lector paciente toda su benevolencia para la traduccion que le ofrezco.

Traducir lo más literalmente posible es lo único que podia proponerme, porque, y sea dicho sin falsa modestia, no me creo capaz de otra cosa.

El gusto literario de los chinos difiere mucho del nuestro; su idioma carece de la flexibilidad del castellano, y por eso he procurado atenerme al texto, en todo aquello en que la decencia no me lo vedaba.

Despues de todo, si algun critico aristarco no encuentra buena mi traduccion, no tiene más que tomarse la pena de escribir cuatro líneas á Dagar-Li-Kao, pidiéndole un ejemplar de sus viajes, que sin duda le mandará gustoso, pues tiene grandes simpatías y muchas consideraciones con los bárbaros, sobre todo si son españoles, y podrá de visu cerciorarse de si mi traduccion es ó no correcta, y aun hacer otra mejor, si así le viniera en talante.

El Ermitaño de las Peñuelas.