Viajes de Gulliver/Cuarta parte/III

III

EL AUTOR SE APLICA A PERFECCIONARSE EN LA LENGUA, APROVECHANDO LAS LECCIONES DEL «HOUYHNENM» SU AMO. DIFERENTES «IOCYHNHNMS» LE VISITAN POR CURIOSIDAD.-HACE A SU AMO UNA BREVE RELACIÓN DE SUS VIAJES.

Asombrados de ver en un bruto los modos y todas las señales de un racional, no sólo me miraban como prodigio, sino que merecí que mi amo (éste es el nombre que le daré de aquí adelante), sus hijos y demás familia, deseando que me instruyese con perfección en su lengua, se dedicaron a darne lecciones y yo a aprovechar en ellas. El procedimiento consistia en señalarles con el dedo la cosa cuyo nombre quería saber, y le retenía en la memoria para escribirie después, cuando me hallaba solo, en mi diario de viajes.

Procuraba adquirir el acento escuchándoles con atención, y en seguida hacía mis ensayos; pero, a no ser por la haca alazana, de poco me hubiera servido.

Confieso que hallé su pronunciación sumamento dificil, porque ellos hablan a un mismo tiempo con la nariz y la garganta lengua narici-gutural muy parecida a la alemana, aunque sin comparación mucho más graciosa y expresiva. Así decía el emperador Carlos V, habiendo hecho la misma observación, que si hubiera de hablar a su caballo le hablaría en alemán.

Era tanta la impaciencia de mi amo por satisfacer su curiosidad con mi conversación, que destinaba todo su tiempo libre a instruirme en los términos, frases y finuras de la lengua. El me tenía por yahou, según confesó después, pero mi compostura, docilidad y disposición para aprender le encantaban al extremo, no pudiendo conciliar estas cualidades con las del yahou, animal grosero, puerco e indócil; y como - nunca me acostaba hasta que todos estaban recogidos y por la mañana me encontraban siempre vestido, vivía en el concepto de que mi ropa era parte de mi cuerpo, lo cual acrecentaba su confusión. Por último, a vista de los progresos que de día en día iba haciendo en el conocimiento y pronunciación del idioma, se prometía saber nuuy presto de qué país procedía, como y cuando había adquirido esta especie de razón que me distinguía, y todo el resto de mi historia. Para ayudar en algo a mi memoria, iba formando un abecedario de los vocablos que aprendía, poniendo por bajo su significación en inglés. Al principio me reservaba de su vista, pero, pasado algún tiempo, no tuve reparo en escribir delante de mi amo, ni él pudo comprender lo que hacía, porque los houyhnhnms no tienen la menor idea de lo que es escritura.

Al cabo de diez semanas, entendía ya muchas do sus preguntas, y tres meses después me hallé suficientemente instruído para poder contestarle. Viéndome mi amo en estado de poder seguir una conversación, me preguntó, entre otras cosas, de qué país venía y cómo había aprendido a remedar al animal racional no siendo más que un yahou; pues, aunque estos yahous a quienes os semejáis en la cara y en las manos añadió, no dejan de tener alguna vislumbre de conocimiento con astucia y malícia, carecen absolutamente de esa comprensión y docilidad.

Le contesté que venía de muy lejos y que había atravesado los mares con otros muchos de mi especie en un gran edificio de madera hasta llegar a aquellas costas, donde me habian abandonado. Pero tuve que acompañar todo esto de mil señas y gestos para hacerme entender. Mi amo me replicó que seguramente me había equivocado, que habia dicho la cosa que no era, queriendo darme a entender que mentia; pues los houyshnhnms no tienen en su lengua palabra que exprese la mentira o falsedad, y le repugnaba que hubiese tierra de la otra parte de las aguas, como que un vil rebaño de animales fuese capaz de conducir a su voluntad sobre este elemento un edificio de madera tan grande. Apenas, decía él, un houyhnhnm podría hacer otro tanto, y en tal caso no fiaría su dirección a los yulous.

Yo sabía que esta voz houyhnhnm, que en su lengua significa el caballo, traía su etimologia de la perfección de la Naturaleza, y así no quise responderlo más sino que, desconociendo aún muchas frases, me reservaba para otro día el darle parte de cosas que le pasinarian. Entonces exhortó a la señora yegua su esposa, a los señoritos potro y potranca sus hijos, y a todos sus domésticos a que concurriesen con celo constante a perfeccionarme en el idioma; y aun él mismo destinó dos o tres horas diarias a esta ocupación.

Eran continuas las visitas de caballos y yeguas de primera distinción que, informados de que en casa de mi amo había un yahou prodigioso, que hablaba como un houyhnhnm, y en cuyas expresiones y modales se percibía algún vislumbre de razón, acudían llenos de curiosidad; y como todos me preguntaban (con proporción a mi talento), y me veía precisado a contestarles según podía, todo esto contribuyó a instruirme y ejercitarnie, de suerte que al cabo de cinco meses no me quedó que aprender para explicarme como quería sobre la mayor parte de sus cosas.

Algunos de los concurrentes hallaban dificultad en creer que fuese un verdadero yahou, atendida la diferencia de mi piel; pues decían que sólo se advertía semejanza en la que cubría mi cara y manos, aunque sin pelo. Sólo mi amo sabía este secreto que un accidente ocurrido pocos días antes me había obligado a descubrirle, y hasta entonces había podido ocultar por el temor de que me confundiesen con sus yahous.

Ya dije al lector que por las noches aguardaba a que todos estuviesen recogidos para desnudarme, y los vestidos me servían de cobertor. Una mañana envió mi amo a su lacayo alazán a buscarme muy temprano. Yo dormía descuidadamente, la ropa se había caído y mi camisa estaba arrollada. Despertando con el ruido, advertí su turbación, y que se volvía sin evacuar la comisión, verosímilmente a dar parte al amo de lo que había visto. Vestíme al instante para ir a dar los buenos días a Su Honor (que es el tratamiento que ellos usan, como nosotros la Excelencia, Señoría o Reverendisima), y apenas entré me preguntó qué era lo que su lacayo había visto en mí aquella mañana, pues le había dicho que yo no era el mismo dormido que despierto, que tenía otra piel distinta.

A pesar de mis temores, fué preciso descubrirle ei misterio, que no podía llevar más adelante porque además mis vestidos y zapatos se iban destruyendo, y veía próxima la necesidad de tener que recurrir a la piel de algún yahou o de otro animal para reemplazarlos. Respondí a mi amo que en el país de donde procedía todos los de mi especie acostumbraban cubrir su cuerpo con el vellón de ciertos animales preparado con arte, bien fuese por la honestidad y decencia, o bien por defenderse del rigor de las estaciones, y que estaba pronto a hacerle ver claramente esta verdad desnudándome a su presencia, con tal que me permitiese reservar lo que la Naturaleza nos prescribía. A esto no pudo ya disimular su sorpresa, y me replicó pues qué, la Naturaleza nos ha bocho efectivamente presentes vergonzosos, furtivos y criminales? Por lo que respecta a nosotros, nunca nos hemos avergonzado de sus dádivas, ni tenemos reparo en exponerlas a la luz; pero no quiero obligaros.

Me desnudé honestamente por satisfacer la curiosidad de Su Honor, que dió grandes muestras de admiración al ver la configuración de mi cuerpo. Después fue examinando con igual atención todos mis vestidos, tomando pieza por pieza entre su casco y la ranilla, y sin dejar de acariciarme y dar vueltas alrededor de mí, hasta que se creyó bien enterado. Entonces, con mucha gravedad, me dijo que estaba claro que era un verdadero yahou, que no me diferenciaba de todos los demás de mi especie sino en tener las carnes menos duras y más blancas, la piel más suave, nada de pelo en la mayor parte de mi cuerpo, las garras más cortas con alguna diferencia en su figura, y que afectaba andar en dos pies; que no quería ver más y que me vistiese, lo cual le agradecí infinito porque ya principiaba a enfriarine.

Encarecí a Su Honor cuánto me mortificaba dándome seriamente el nombre de un animal tan infame y odioso que me evitase tal ignominia y tuviese a bien encargar lo mismo a su familia, criados y amigos; mas todo fué en balde. También le supliqué la reserva del secreto de mis vestidos, por lo menos hasta que ine viese precisado a renovarlos, y que mandase a su lacayo alazán que no publicase lo que habia visto.

Me prometió el secreto, y con efecto, nada se supo hasta que me vi obligado a buscar de qué vestirme, como diré más adelante. Pero me volvió a encargar que me perfeccionase en la lengua, porque le pasmaba aún más cl oirme hablar y razonar que el verine blanco y sin pelo, y tenía un inexplicable deseo de saber de mí aquellas cosas admirables que le había ofrecido. Esta codicia le hizo dedicarse cada día más a mi enseñanza, y para ejercitarme principió a llevarme consigo a las tertulias, cuidando de que me tratasen con decencia y aprecio, con la idea (según me declaró después en confianza) de suavizar mi humor y hacerme más agradable y divertido.

Tras cada lección siempre me preguntaba alguna cosa relativa a mi historia, y como procuraba contes...n tarle con la frase adecuada, él fué adquiriendo unas ideas generales, aunque imperfectas, de lo que había ofrecido explicarle, y yo llegué al punto de poder seguir una conversación seria y larga. Baste decir que la primera que tuvimos de esta clase fué tal cual voy a referir.

Dije a Su Honor que venía de un país muy distante, como ya había pretendido darle a entender, con otros cincuenta, sobre corta diferencia, de mis semejantes, y que habíamos atravesado los mares en un navío, esto es, en un edificio construído de tablas.

Le describí como pude la forma del navío, y desplegando un pañuelo le hice comprender de qué modo avanzábamos por medio de las velas infladas del viento. Le dije también que con motivo de una pendencia suscitada entre nosotros me abandonaron los compañeros sobre la ribera en que me habían encontrado que por el pronto me había visto perplejo sin saber que país ocupaba, hasta que Su Honor tuvo la bondad de librarme de los villanos yahous que nue perseguían.

-¿Quién fué el que construyó ese navío?-me preguntó; -¿y cómo fiaron su dirección los houyhnhnms de vuestro país a unas bestias?

A esto le respondí que me era imposible satisfacer a su réplica ni continuar mi relación, a menos que me empeñase su palabra y me prometiese sobre su honor y su conciencia no ofenderse de cuanto me ovese que sólo en estos términos podría seguir adelante, y manifestarle con sinceridad aquellas cosas admirables que había ofrecido referirle.

Me aseguró con toda seriedad que no se resentiría de nada, y en esta confianza le declaré que el navío había sido fabricado por criaturas semejantes a mi: que en mi país, y en cuantas partes del mundo habia corrido, éramos los únicos animales dominantes y racionales; que cuando llegué allí me había sorpren-dido extremadamente el ver a los houyhnhnms manejarse como criaturas dotadas de razón, del mismo . modo que él y todos sus amigos se manifestaban tan aturdidos de encontrar señales de esta razón en mi, llamándome por su antojo yahou, sin otra semejanza con aquellos viles animales que la figura exterior, pero con grande diferencia en las cualidades del alma; y añadí que si algún día me permitiese el Cielo volver a mi patria, y publicase en ella la relación de mis viajes, particularmente la residencia entre los houyhnhnms, todo el mundo exclamaría que decía la cosa que no era, que les contaba una historia fabulosa e impertinente inventada por mí mismo. Y, en fin, que a pesar de todo el respeto que le profesaba, comu a su ilustre familia y amigos, me atrevia a decirle con seguridad que jamás creerían en mi país que un houyhnhnm era un animal racional, y un yahou una bestia.