Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXVII

CAPÍTULO XXVII
"Como gusteis, Señor Seele"

Cuando todos se retiraban de la Academia, llevando en el fondo del alma la mas punzante duda respecto de la aparicion de Seele que se había negado á convertir el Theopolita. Friedrich Seele, ó Federico Alma, el espiritista terrestre, el génio Marcial, me hizo una seña para que permaneciera allí, y cuando se hubo alejado el último concurrente, que como podeis suponerlo, era el loco del matraz

—"Teneis algun interés particular en permanecer en Sophopolis?" me preguntó.

—"Nó, señor Seele, de ninguna manera, y mucho menos ahora que el Doctor se separa de mí, tal vez para siempre."

—"Os engañais, señor Nic-Nac, el Doctor no le aleja para siempre, sino temporalmente; volverá, no tengais duda."

—"Y entretanto?"

—"Podemos, si quereis, emprender un nuevo viaje."

—"Á algun otro planeta? Os aseguro que desearía no precipitarme. Es tan maravillosa la vida Marcial, y sus misterios se armonizan de tal manera con la índole de mi carácter, que no me atrevería á abandonar mis nuevos hábitos. Pero ante todo decidme, Señor Seele,—si vuestro elevado carácter puede permitiros hacerme una revelacion—¿por qué no habeis consentido en la conversion del Theopolita?"

—"¿Porqué?—voy á decíroslo. Conoceis ya, con bastante exactitud, los antecedentes relativos á la fundacion de Theopolis, y no dudo que cedereis la razon á los Sophopolitas. Estos tienen el caracter mas generoso y mas noble, en tanto que los otros hipócritas profundos, conservan su carácter primitivo y no lo perderán jamás, á no ser qué, jóvenes sin reflexion aún, penetren en esta ciudad. Si no he consestido en semejante conversion, ha sido porque no quería ver penetrar aquí los malos elementos de perversion."

—"Y la carla recibida por mi huesped?"

—"Já! já! ¿qué no habeis comprendido que era de un Theopolita?"

—"Aaah! ¿y cómo es que el astrónomo Hacksf condensó el espíritu imájen creyendo condensar un rayo de Sol?"

—"¿No recordais que Hacksf decía en su carta, hablando del rayo: "lo he visto flotando en el espacio, como si una fuerza extraordinaria le hiciera trazar una curva inexplicable?"

—"¿Y bien?"

—"Es muy simple: mi mano lo arrastraba por las altas rejiones."

—"Señor Seele, me llamo Nic Nac."

—"Bien lo sé."

—"Y esa es la causa que me impide humillarme ante vuestro maravilloso poder."

—"Señor Nic Nac, os espero aquí mañana, cuando pase la hora del Zenit." Y desapareció.

La noche había llegado.

Al entrar en casa de mi amigo el cicerone, saludé á todas las risueñas personas allí reunidas, y me retiré á mis habitaciones.