Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia/II parte Capítulo VI
8 de marzo.—Como no teniamos que hacer, i la ropa estaba bastante sucia, fuimos al rio para lavarla con el poco jabon que habiamos podido sustraer a la voracidad de los indios; cuando digo la voracidad de los indios, no hablo en estilo figurado, los indios son mui golosos con este manjar; no conocen el verdadero uso del jabon. Ellos para quitarse la grasa, emplean una tierra que debe contener potasa. Fuimos al rio con pretesto de lavar; teniamos tambien la libertad de tomar una observacion de latitud con el instrumento, aunque para esta operacion nunca nos faltaba pretestos, ya un baño etc.
En donde lavábamos vimos muchos pescados del largo de 25 i 30 centímetros que se acercaban sin desconfianza, nadaban tambien en el mismo lago algunos patos i quetrus. Una pareja de patos, hembra i macho, segun las costumbres monógamas de esas aves, volaron cantando. Uno que debia ser la hembra hacia oir un silbido i el otro una especie de grito mui estraño, parecia al grito de un perro castrado.
De los espinos de la orilla volaban bandadas de tortolitas de la especie que Gay llama tortolita araucana.
Lavada la ropa, volvimos a los toldos i fuimos a platicar al del tio Jacinto en donde se hallaba tambien Dionisio el lenguaraz. Se puso en discusion el asunto que nos ocupaba dia i noche: el viaje a Patagónica, i de allí se vino siguiendo el hilo de la conversacion a los malones que daban los indios en la vecindad de Patagónica, i los repetidos ataques contra el pueblo. Contó Dionisio que habia tomado parte en una de esas espediciones. Era una partida de quinientos indios, que fueron a dar un asalto al fuerte de San Antonio de Iraola i acuchillaron tres cientos españoles (argentinos).
Como no teniamos mas ovejas para comer, i Dionisio conocia algunos indios que tenian majadas, le propuse que me acompañase a esos toldos. Lenglier se quedó para limpiar el fusil de Inacayal, nosotros montamos a caballo, orillamos el Caleufu remontándolo como tres leguas, lo vadeamos i tomando un estero que se llama Tchelciuma, llegamos a una toldería, en donde pude comprar siete ovejas. Habia allí un indio que hablaba castellano, habiendo vivido como cautivo siete años en Chillan. Era de la banda del caudillo Pincheira, i hecho prisionero fué llevado a esa ciudad, en donde conoció a varias personas conocidas mias que me mentó. Le compré algunos objetos i un poco de tabaco, pero era verde i de mal gusto segun me dijo Lenglier a quien lo regalé. A la noche me hicieron cama dentro del toldo, pero habian tantas pulgas que preferí dormir afuera envuelto en mi huaralca.
Conversando con Dionisio, me contó que Eliza Bravo vivia en las tolderías del cacique Huitraillan, casada con un indio llamado Nahuelquir; que era un hombre viejo, del cual tenia tres hijos, uno con el nombre de Narciso; que la habia visto en una fiesta que tuvo lugar en aquel punto; i que el indio tenia ademas otra mujer de alguna edad; pero que Eliza Bravo era la preferida. Que su existencia era tan feliz como podia ser entre esa jente. Que hacia como seis años que vivia allí i que los indios nunca daban detalles sobre ella. Todo esto me lo dijo en secreto, advirtiéndome que la publicidad de esto era bastante para que se le orijinasen perjuicios a él.
Despues, en Arsqulhue, al relatar estas noticias a la mujer de Prieto, el vaquero de ese potrero, me dijo: que el indio habia venido una vez a ese lugar; que tenia una cicatriz de bala en una pierna, i que le habia contado como era casado con una señora de Valdivia, que él habia comprado a los indios de Arauco. I como la mujer de Prieto le dijese que la trajera consigo para el siguiente verano, él le contestó que no haria tal cosa, porque estaba seguro que se la quitarian los españoles; i sucediendo eso, como el la queria tanto, se ahorcaria de pena: dijo tambien que sabia escribir i bordar, i que sus hijos eran mui blancos.
Motoco Cárdenas, me dijo lo mismo i agregó que el cacique Huitrallan ofrecia entregarla por quinientos pesos, de los cuales destinaba dos cientos para comprarla a su marido. Díjome tambien en mucha reserva, que el cacique le habia encargado que buscase sijilosamente entre los españoles de Valdivia alguno que ocultamente quisiera interesarse por la cautiva.
9 de marzo.—Ese dia, volvimos a los toldos del Caleufu, no quise traer conmigo las ovejas compradas sino una que necesitábamos, i tuve que arrepentirme, porque al dia siguiente el indio no quiso entregar sino cuatro a Dionisio que fué a buscarlas.
Llegando al campamento, supe una noticia que ajitaba a la jente de la toldería. Se decia que dentro de poco tiempo llegaría Chincoleu, hermano del famoso Llanquitrue, que venia a cobrar la muerte de su hermano Manquelaf asesinado por los Tehuelches. Pedí pormenores sobre Llanquitrue a los presentes que le habian conocido, í reuniendo esos informes a otros datos que me habia proporcionado el señor Otto Muhm de Valdivia que habia conocido personalmente a Llanquitrue, puedo presentar una relacion suscinta de la vida i muerte de este cacique célebre en toda la pampa.
El padre de Llanquitrue era cacique en Puelmapu (tierra del Este), pero dependiente del cacique predecesor del actual Calfucurá. A la edad de seis años cayó en manos de los Picun-pehuenches, i con ellos vino a Chillan. Allí estuvo sirviendo de criado; pero, como a todos los indios, le gustaba mas la vida libre de la pampa con todas sus emociones que la tranquila monotonía de la vida civilizada, i se arrancó, volvió a lo de Calfucurá i fué promovido a cacique en lugar de su padre que habia muerto durante su cautiverio.
Estimado por Calfucurá a causa de su valor, se distinguió Llanquitrue mucho en todas las batallas contra los arjentinos. No tardó en concebir algun recelo Calfucurá, temiendo la superioridad del talento de Llanquitrue i quiso matarlo. Llanquitrue tuvo la suerte de escaparse con los mocetones que mandaba, i que le eran adictos; se fué al Sur del Limai i venció a una tribu de Tehuelches. Juntos los vencido i vencedores bajo las órdenes de Llanquitrue, marcharon al Norte, i atacaron a Calfucurá. La suerte de las armas favoreció igualmente a los adversarios i cuando lo visitó el jóven Muhm, Llanquitrue i Calfucurá eran igualmente poderosos, pero siempre contrarios. Era en ese tiempo un hombre de veinte i seis años de edad, mui ladino. No era alto pero tenia una figura imponente i de frente desarrollada; su rostro aunque feo, era dotado de mucha espresion de franqueza i de audacia. Era mui magnífico en sus vestidos; casi siempre, me dijeron los que le habian conocido, llevaba casaca fina, sombrero blanco, con un chiripá azul i calzoncillos bordados; nunca quitaba su sable el cual con las cabezadas, avios, frenos, canelones, estriberas i estribos, todo era de plata maciza. Le gustaba tambien que los mocetones que le escoltaban anduviesen tan magníficos como él.
La historia de sus primeros años, fué relatada por él mismo, al señor Muhm; concluyóla diciendo: en el tiempo que gobernaba mi padre, no vino ningun español por acá, pero ahora vienen. Sabeis vosotros los alemanes, que Udes. son nuestros parientes; eso es mui verdadero: ved cerca del sol vivia un padre con sus dos hijos; i los hijos se casaron, i tuvieron muchos hijos. Los ganados multiplicaron, i no habia lugar en el pais en donde pudiesen vivir sin incomodarse, i una parte salió de allá i llegaron aquí. Antes eramos tan blancos como vosotros pero los vientos nos tiñeron. Los alemanes vienen del lado del sol, por eso deben ser los hijos que se quedaron allá." En este tiempo que le visitó el señor Muhm, vivian con el dos oficiales arjentinos, Pablo Moron i otro llamado Mercado.
Llanquitrue continuó por algunos años con su buena fortuna; fué jefe de la famosa espedicion contra el fuerte de San Antonio Iraola, cuyo saqueo presenció Dionisio el lenguaraz. Sacó muchos animales, i algun tiempo despues, habiendo hecho la paz se vino a vivir cerca del Cármen, en donde lo conoció el dragon Celestino Muñoz. Pero la sangre de los españoles gritaba venganza; la familia de un oficial muerto allí, se resolvió a castigar a Llanquitrue. Mandó un ajente a Patagónica con bastante dinero, compró obsequios para Llanquitrue, le regaló yeguas i prendas de plata; pero los indios son suspicaces, Llanquitrue desconfió del ajente; dejó la vecindad de Patagónica i se fué a vivir cerca de Bahía-blanca; el ajente lo siguió.
Allí habia un destacamento de soldados arjentinos a los cuales el ajente confió sus proyectos, i que ardian por vengar la muerte de sus hermanos. Todos los dias regalaban aguardiente a Llanquitrue que concienzudamente se emborrachaba como verdadero hijo de la pampa. Un dia que todos estaban ébrios hasta la muerte, los soldados asesinaron a Llanquitrue i al mismo tiempo a un moceton con quien habia reñido Llanquitrue en los dias precedentes. La muerte del cacique fué atribuida a su moceton, i para evitar con mas seguridad un alzamiento de los indios, las autoridades de Bahia-blanca, hicieron a Llanquitrue magníficos honores fúnebres, como si hubiese sido un jeneral arjentino; así murió este hombre estraordinario. Tenia instruccion, sabia escribir i tengo dos cartas autógrafas de él, que el señor Muhm tuvo la bondad de obsequiarme.
Una es dirijida a S. E. el Presidente de Chile; la otra al Intendente de Valdivia; las cópio aquí testualmente para dar una idea del caráctes de este cacique.
La letra es mala, no cambiaré la ortografía; aunque escribiendo en la pampa, el cacique pone la fecha de Santiago.
"Para el Señor Presidente de la republica de chile despues de Saludar Asuecelencia yasures petadafamilia Recibira Uste de mi i de toda mi jente Señor ucia le doy a saber agora en esta fechameallo en paces con buenosaires i conPatabones porqe yo he ido en persona a buenosaires Aréglar las paces con el precidente i hemos qedado los dos mui conformes i agora profesamos una buena Amista como ermanos todos los de esta parte,
"Senor Presidente de chile Le doy a saber qe me allo en aucion degera con Calfucura En estas meses no mas voy a acerle la entrada i por ese le suplico me aga lagracia de ordenarles a todos los pueblos que no saqen arma ninguna para los indios.
"Soy suciempre cerbidor qe en sus manos besa."
La otra carta es dirijida a don Juan Adriasola, que ha sido intendente de Valdivia. Aunque es escrita en la pampa, tiene la fecha del lugar adonde es dirijida; la trascribo como la otra con la ortografía orijinal. Fué escrita el 10 de diciembre como la peronterior aquí el cacique pone la fecha en compendio.
"Baldibia Di 10 de 1857. Señor Don Juan Adriasolas Señor Intente de la probincia de Baldibia despues de saludar a su atencion Reciba muchas memorias de mi i de toda mi jente le doi a saber señor qu aora me allo en paces con Buenosaires i e estado conbersando con el presidente i emos profesado una paz muy Linda, i estoi muy bien en bista de los superiores de buenos Aires i de Patabones tanbien le mando al precidente de Santiago de chile otra carta pido a uste la mande en cuanto reciba esta carta.
"Al Señor Yntendente de Baldibia le suplico me aga la gracia de no consentir que los comerciantes saqen ninguna arma de ninguna clase ni polbora porque paillacan quiere pasarce al bando del calfucura yo me hallo en disposicion de salir apeliar con calfucura por eso le ago el encargo qe no debe sacar arma pacá e si uste tiene noticias Baia para Baldibia el ijo de paillacan remache me le una Bara de grillos."
"S. S. Y. S. B. D. G. S.
"Señor don José María Llanquitrue.
"B. Aires ha acabado hasta el presente con todos los enemigos que ha tenido. La misma suerte sucederá a vos si tu no te resuelves a hacer la paz. He oido que tu eres un hombre bueno e intelijente, i quiero tratar contigo: si consientes en hacer la paz, te haré regalos este año i todos los otros años; juntad a todos tus caciques i comunicadles mis propuestas. En caso favorable, ponte en comunicacion con el Comandante de Guardia-Blanca.
"Dios te guarde i te dé buenos consejos.
"Mayo 1856.
Aquí está la otra.
"Apreciado cacique: tu hermano Manquelaf i el cacique de los Tehuelches han estado aquí en Buenos Ayres i han tratado conmigo las paces en tu nombre. Me alegro mucho que hayas aceptado mis consejos.
"Te convido ahora a venir a verme a Buenos-Ayres i te recibiré como hermano. Trae todos los cautivos que tengas en tu poder.
"En poco tiempo te mandaré regalos del valor de 50,000 pesos para tu persona, tus caciques i tu jente; no puedo mandarte mas porque estamos pobres ahora. Hemos tenido muchas guerras. Pero cada año que se consolidará la paz, agarraremos mas fuerzas, i entónces te mandaré regalos magníficos.
"Dios te guarde muchos años.
"Julio 1856.
Se ve por esas cartas lo que era este Llanquitrue que la muerte detuvo en su carrera a la edad de treinta años. Su hermano Manquelaf no era menos belicoso. En un malon que dió a los Tehuelches, fué vencido i muerto.
Chincoleu, el tercer hermano, venia con mucha jente armada para cobrar su muerte a los Tehuelches. Debia haber una gran reunion de los caciques del Norte del Limai, para saber qué conducta debian observar en esta ocasion.
Poco ántes se habia sabido que cerca de Cholechel unos soldados arjentinos habian acuchillado una partida de indios; los soldados eran mandados por este mismo Mercado, que vivia cerca del cacique Llanquitrue cuanda lo visitó Muhm. Despues del encuentro, habiendo sido tratados con dureza por su jefe Mercado, los soldados se rebelaron i quisieron fusilar al oficial que no escapó sino pasando a nado el Rio Negro. Como se ve, el horizonte político se oscurecia. No teniamos nada de bueno que esperar de la junta jeneral de los caciques.
Al dia siguiente, sucedió un acontecimiento de mal agüero para nosotros.
10 de marzo.—El dia se pasó en calma. Inacayal a quien hablé de la venida de Chincoleu, me dijo que probablemente saldriamos ántes de su llegada i que hiciese todos mis preparativos. Entónces me fuí al toldo de Jacinto con Dionisio i Celestino, para convenir en lo que necesitaba. Celestino estaba trabajando algunas maneas que le habia encargado, el tio Jacinto le miraba trabajar, i Dionisio se puso a fumar del tabaco que le habia regalado para conquistar su amistad. Queria hacerme dos amigos fieles i adictos con estos dos jóvenes que debian hacer tambien el viaje hasta Patagónica. Entónces nos pusimos a hablar de Chincoleu, de su venida, de su carácter. Dionisio me lo pintaba como hombre mui temible. "Estaba con nosotros, dijo Dionisio, en el ataque del fuerte San Antonio de Iraola; i con él fuí a una espedicion que hicieron los indios para matar a un brujo." Dije a Dionisio que me relatara esta espedicion i me contó lo siguiente:
"Habiendo sabido Choihueques, cacique dependiente de Llanquitrue, que su padre habia muerto envenenado por su segunda mujer que vivia en unos toldos de su dependencia, distantes tres o cuatro leguas; probablemente por los consejos del indio su pariente en cuyo toldo vivia, avisó a Llanquitrue i éste condenó a muerte a todos los habitantes del toldo, en donde vivia la mujer; al mismo tiempo dió el mando de la tropa a Chincoleu cuya crueldad le era bien conocida. Guiadas por Choihueque se fueron i sorprendieron el toldo en el cual vivia dicha mujer con sus parientes.
"Los indios, no creyendo que su propio cacique viniese a atacarlos, salieron para saludarlo. Pablo Moron, el oficial arjentino, era de la comparsa, i él primero dió el ejemplo matando a un indio de un pistoletazo en el pecho; Chincoleu mató otro de una puñalada. Miéntras tanto, Choihueque habia entrado al toldo i mataba sin misericordia a las pobres mujeres i niños. Despues se llevaron el botin; a Chincoleu le cupo en suerte como ciento cincuenta caballos i yeguas; a Choihueque otro tanto; tambien tuvo su parte el oficial arjentino."
Esta historia me hizo reflexionar en lo salvajes que eran los hombres con quien viviamos, i que plaga tenia pegada a su flanco izquierdo la República Arjentina. Pobre país, me decia a mi mismo, no es bastante que tus guerras intestinas te corroan las entrañas, es preciso ademas que hordas de salvajes te pongan en contínuo alboroto i que compres a precio de oro una ficticia tranquilidad! Lo que hai de mas desgraciado, es que la República Arjentina no tiene ninguna barrera que oponer a los feroces habitantes de la pampa; no hai montañas, los rios no sirven de nada, los indios los pasan en cualquiera, parte, ya sea a vado, o nadando.
ll de marzo.—Por la mañana, pregunté a Inacayal; cuándo se realizaría el paseo que me habia prometido hacer conmigo a las orillas del Limai en donde habiamos naufragado. Me contestó que tan pronto como volviese Chiquilin, ausente entónces, nos pondriamos en marcha. Ensilló su caballo i se fué a pasear.
Como a las doce llegaron dos indios acaballo; un viejo que supimos mas tarde era el cacique Puelmai, cuyos toldos se hallaban un poco mas abajo en las orillas del Caleufu, i su hijo. Se apearon i entónces entre los tres, Huincahual, Puelmai i su hijo, sentados en pellejos, principió un coloquio mui animado, unas veces en el tono del coyagtun, que es el mismo que el de los rezos para los difuntos, otras en tono de la conversacion ordinaria. El viejo tio Jacinto venia de tiempo en tiempo a escuchar. Yo no entendia nada sino las palabras de huinca, huinca, que aparecian a cada instante en el diálogo. La conversacion duró como tres horas, despues se fueron los indios. Dionisio estaba, ausente. No tenia otra esperanza de saber algo sino por medio del tio Jacinto, pero éste se manifestó impenetrable, i a todas mis preguntas, no contestaba otra cosa sino que habia sido cuestion de nosotros, pero que el viejo Huincahual habia alegado la ausencia de su hijo para no dar una contestacion decisiva.
A la noche volvió Inacayal; tuvo un coloquio mui solemne con su padre. Dionisio estaba presente; concluida la plática, yo quise hacer algunas preguntas a Dionisio, pero me contestó que no le interrogase para no exitar la desconfianza de Inacayal i de su padre, que todo lo que me podia decir, era que esos dos indios de la toldería habian venido a decir cosas que hacian mui crítica nuestra posicion. Se puede concebir si pasé una noche tranquila.
12 de marzo.—Al dia siguiente, resolví saber de una vez lo que se trataba i pedí una entrevista a Inacayal. El consintió, pero Dionisio estaba ausente, ocupado en arrear la cabellada i no habia otro que pudiese pasarme la palabra. Cuando llegó, i nos juntábamos, Lenglier, Iuacayal, Dionisio i yo, bajo la ramada, delante del toldo de Inacayal, llegó un indio de visita, i fué interrumpida la entrevista. Al fin se fué i quedamos solos: Dionisio manifestó entonces a Inacayal que yo estaba inquieto por lo que habian dicho los dos indios de la víspera, que temia que hubiesen tratado de sembrar la desunion entre mi hermano Inacayal i su hermnano el ingles, i que por eso habia querido conversar con él a fin de que me abriese su corazon como el mio habia estado siempre abierto para él. Reflexionó Inacayal algunos minutos, i contestó lo siguiente, que Dionisio me tradujo palabra por palabra: "di a mi hermano el ingles que han venido ayer el cacique Puelmai i su hijo: diciendo, que los dos huincas andaban en cosas malas entre nosotros; que sus lábios no estaban de acuerdo con su corazon; que la carta que traian de Ignacito era falsa, que el ingles no conocia a Ignacio Agüero. Que todo esto lo habian sabido, (Pueimai i su hijo,) por otros caciques, cuya desconfianza habia sido exitada por la venida de los dos huincas; que Huincalrual debia desconfiar porque la venida de los dos huincas atraeria muchas desgracias sobre su cabeza. Di a mi hermano el ingles, añadió Inacayal que, cuando me contó esto mi padre, le he contestado que todo eso eran mentiras i nada mas, i que esta mañana he mandado un chasque a los caciques mis vecinos para decirles que han sido engañados, que por otra parte el ingles es mi huesped, i que miéntras duerma en los toldos del Caleufu, ninguno tocará un pelo de su cabeza. Di gracias a Inacayal por lo que habia hecho. Entónces él continuó: que solamente diga mi peñi (hermano) a qué vá a Buenos-Aires; no le pregunto eso por mí, conozco el corazon del ingles, yo sé que está bueno; pero es para tranquilizar a mi anciano padre."
Le conté entónces la misma historia de ántes, que iba a ver a un hermano para darle unos poderes que se necesitaban para conseguir un dinero de Inglaterra etc, etc., i que si habia tomado el camino de la pampa, era por ser el mas seguro i mas corto que por el mar. Dionisio le tradujo todo mi discurso aunque él entendia un poco el castellano, porque me habia interrumpido varias veces diciendo may may quimelei sí, sí, está bueno. Cuando Dionisio acabó, Inacaya le ordenó decirme que, con lo que habia pasado, no se podia pensar en ir con él al lugar del naufrajio, viaje que ciertamenie irritaria a Paillacan, pero que tenia su palabra de acompañarle hasta Patagónica, que esperando eso para divertirme, al dia siguiente iba a ordenar una gran caza de avestruces i huanacos, que en esta caza iriamos al Este i podria yo conocer otras partes de la pampa; lo cual me probaria que no tenia ninguna desconfianza de mí. Le dí otra vez las gracias, i nos separamos buenos amigos.13 de marzo.—Al dia siguiente todo estaba en movimiento en la toldería; las mujeres prepararon el almuerzo mas temprano que de costumbre: dos indios andaban en busca de la caballada para traerla a los toldos a fin de escojer los caballos choiqueros, que debian servir en la cacería. Almorzamos i nos pusimos luego en marcha. Yo iba adelante con Inacayal i Lenglier, i nos seguían sus dos hermanos Marihueque i Chiquilin i tres mocetones arreando veinticinco caballos. Descendimos por el valle orillando el Caleufu por espacio de media hora i llegamos a los toldos del viejo cacique Puelmai, a quien encontramos listo, montado, con todos sus mocetones i unos ochenta caballos. Los indios con la cara pintada de colorado o de negro para preservarse del sol i del viento que con violencia sopla en la pampa, estaban vestidos los mas lijeramente posible, teniendo solo el chiripá i la huaralca de cuero de guanaco; en la cintura dos pares de boleadores, uno de dos bolas para avestruces i otro de tres para los guanacos. Una numerosa jauría de galgos saltando i ladrando al rededor de los caballos completaban la comitiva. Cambiamos los saludos i cumplimientos de costumbre, saludos que varian segun el carácter de cada indio. A las palabras de Eiminai, ioshresh, si es pehuenche o pampa, el indio que quiere guardar la reserva se contenta con responder "he, he," si es mas espansivo, agregará peñi, Yinua (hermano), i si es alguno que quiere ostentar su conocimiento de la Castilla, como llaman ellos al español, dirá "buenos dias, pariente." Aumentada nuestra columna, con los nuevos compañeros, seguimos la marcha orillando siempre el Caleufu i apresurando el paso para dejar atras la caballada i evitar así el ser sofocados con la polvareda que selevantaba.
Al otro lado del rio, percibimos tambien nubes de polvo a traves de las cuales se dejaban ver indios i caballos al galope; eran nuestros vecinos del otro lado que debian juntársenos en el confluente del Caleufu i del Chimehuin. Como la caballada estuviese algo lejos, nos detuvimos para esperarla en un lugar que debia ser ordinariamente un punto de estacion para los indios, porque habian estacas plantadas para amarrar los caballos: los indios se apearon, desensillaron i se echaron de barriga en el pasto, es su costumbre, de esta manera se abrigan del viento. Habiéndonos alcanzado los caballos, partimos, pasamos al Caleufu i llegamos luego a su confluente. Un poco mas arriba está el vado del Chimehuin; en este punto, el rio es bastante ancho, el agua llegaba hasta mojar las monturas; la corriente es rápida; los lebreles con ahullidos prolongados manifestaban su repugnancia para arrostrarla; pero pasado ese momento de hesitacion se echaron al agua; la corriente los llevó i no pudieron abordar la orilla sino mui abajo.
Aquí las colinas son bastante elevadas, de un color amarillo i desnudas casi enteramente de vejetacion; el terreno, como todas las pampas, compuesto de arena i piedra, solo permite el desarrollo de uno que otro raquítico arbusto.
Faldeando la pendiente principiamos a subir; a media falda nos detuvimos para hacer una corta provision de muchí, fruta de un arbustillo espinosa que tiene un sabor agradable; llegamos luego a la cima i volvimos a hacer alto para hacer los preparativos necesarios i dar principio a la cacería. Todos echaron pié a tierra. La comitiva se componia de treinta i ocho personas, unos doscientos caballos i unos ochenta perros. Mientras que cada cual enlaza i casilla el caballo que debe servirle en la correría, el viejo Puelmai saca de su vaina una especie de escalpelo que principio a afilar con cierto aire misterioso; cesan poco a poco las conversaciones i en medio del mas profundo silencio rodean todos a Puelmai. Sacudiendo de sus hombros las huaralcas, quedan a medio cuerpo desnudos; entonces Inacayal el primero presenta el hombro derecho a Puelmai; éste tomándole el cutis con dos dedos lo levanta i hace con el escalpelo una doble incision: ningun músculo de la cara del paciente reveló que esperimentaba el mas lijero dolor: una linea de sangre corrió hasta el puño; Inacayal untando la otra mano, hizo aspersiones al sol acompañadas de roncos gritos rogando al Hualichu para que se manifestase favorable al buen exito de la caza, i ajitando en seguida el brazo herido probaba la ajilidad adquirida con la operacion; despues echóse tierra en la herida i se apartó. Esta bárbara ceremonia se repitió con cada uno de los circunstantes. Puelmai a su turno fué tambien sangrado, i viendo que yo no me acercaba, me invitó a hacer lo mismo; me escusé repetidas veces haciéndole presente que yo no sabia usar los laquis i que solo era simple espectador.
Los indios continuaron en sus preparativos i miéntras tanto yo observaba el vasto panorama que se desarrollaba a mis piés. En frente de mi hácia el Oeste, se dibujaba en el horizonte la cresta dentada de la cordillera que iba elevándose del sur para el norte hasta un gran cerro blanco de nieve, volcan estinguido que el desgraciado piloto español Villarino, cien años ántes subiendo el rio Chimehuin, equivocó con el volcan de la Imperial de Chile: era bien natural i conforme al objeto de sus deseos, puesto que siendo así, se hallaba mui cerca de Valdivia a donde se dirijia; pero no era el cerro de la Imperial, sino el Volcan Lagnin, situado mas al sur de ese que no se vé de las pampas. Del sur partia una línea que serpenteando, se dirijia hácia, nosotros; era el valle por donde corre el Limai; esa misma linea prolongada por nuestros piés hácia el norte, cubierta de manchas blancas, encerraba al Chimehuin con sus arenales; enfrente, el Caleufu sembrado de verdes islitas, vaciándose perpendicular en Chimehuin: a cinco millas para el sur, unas barrancas elevadas señalaban la confluencia del Limai con ese rio: siguiendo su valle, se veia la mancha blanquisca en el, cerro al pié del cual habia naufragado. A tres leguas del confluente habia tenido lugar el fracaso, no me faltaban mas que tres leguas para haber recorrido completamente el Limai. Pero como de esas tres leguas, dos habian sido esploradas por Villarino i la última la habia recorrido orillándola Cuando me iba a entregar a los toldos de Paillacan, nada quedaba pues, para el completo conocimiento del rio; i sin embargo no podia dejar de pensar con suma triteza que sin aquel maldito escollo habria llegado con felicidad al Cármen. Dí rienda suelta a mis meditaciones i me veia descender el Rio Negro, pasando por entre las verdes islas de Cholochel i llegando a aquella ciudad lleno de placer, cuando los gritos de peñi, pariente, amui, me volvieron a la realidad; di una última mirada al panorama a fin de grabarlo bien en mi memoria para despues fijarlo sobre el papel en la primera ocasion que pudiera librarme de las investigadoras miradas de los indios, i me uní a la tropa cazadora que se puso en movimiento. Segun las instrucciones de Inacayal i del viejo Puelmai, hé aquí el órden de marcha que se iba aseguir: la caballada arreada por tres indios i varios niños, se avanzaria en línea i desmbocaria por la quebrada vecina en el valle lateral, mientras tanto los indios, en grupos de dos o tres, partirian de ámbos lados a dominar las gargantas del valle, cercándolo completamente. Así, cuando la caballada principiase a avanzar, los avestruces i guanacos, asustados por el ruido de los caballos, huyendo delante de ellos, tratarían de salir por las otras gargantas, i debian, por consiguiente, pasar a corta distancia de los cazadores que en acecho los aguardaban.