Viaje en las regiones septentrionales de la Patagonia/II parte Capítulo I
En Valdivia me ocupé de todos los preparativos para mi vuelta a donde los indios. Cárdenas, que habia entrado a mi servicio, con el objeto de acompañarme durante el nuevo viaje, se puso en marcha para comprar en Arique el aguardiente necesario tanto para el rescate de los rehenes, como para procurarme la amistad de los caciques; i algunos caballos para el viaje; al mismo tiempo debia conducirlo a Arsquilhue, última estacion en este lado de la cordillera.
Como habia perdido todos mis instrumentos en el naufrajio, necesitaba a lo menos una brújula para tomar las direcciones durante el viaje i un barómetro para calcular las alturas i hacer algunas observaciones. Encontré facilmente una brújula de bolsillo para Lenglier: yo iba a usar un reló de sol portátil, dotado de una buena aguja, que mi buen amigo el Doctor Fonck, sabedor de mi determinacion, me habia remitido de Puerto Montt. Con este reló, tenía la ventaja de poder determinar bastante aproximadamente la hora para las latitudes que iba a calcular con otro pequeño instrumento que hice construir, semejante a uno que habia perdido en el Limai. Este aparato, aunque imperfecto, llenaba el objeto; por su sencillez puede prestar grandes servicios. Se compone de una plancheta cuyo largo varia con la latitud en que se viaja: como nosotros sabíamos que no debíamos salir de los paralelos de Valdivia i Puerto Montt, entre los 40° i 42°, i ademas como podiamos determinar la duracion del viaje, nos era fácil calcular el mayor largo de la sombra para la latitud mas alta, así es que nuestra plancheta solo tenia 30 centímetros de largo; un ancho de 10 centímetros es suficiente, porque facilmente se puede apreciar la hora en que pasa el sol por el meridiano. Ahora, la aguja que da el largo de la sombra debe estar fija en el medio de un estremo de la plancheta, perfectamente vertical, i en ángulo recto con ella. La mejor forma que se la puede dar, es la de un rectángulo terminado por un triángulo de menor base que el rectángulo; de esta manera a las doce, la parte horizontal del rectángulo irá acrercándose al vértice del triangulo; despues se alejará de él: así, a esa hora, será mas fácil ver la posicion precisa de la sombra. Otra clase de aguja tiene el inconveniente de describir una curva. En nuestra plancheta, la aguja tenia 20 centímetros i obrábamos de la manera siguiente: un poco antes de las doce colocábamos el instrumento en posicion; por medio de la brujula teniamos poco mas o menos la direccion del meridiano. Para ponerlo horizontal nos serviamos de un pequeño nivel de aire; tambien puede conseguirse esto, con una bala de plomo, que colocanda en un punto cualquiera de la plancheta debe quedar inmóvil; un hilo a plomo aplicado en el estremo de la aguja, manifiesta si se encuentra perfectamente vertical a la plancheta. Señalábamos con un lápiz los varios puntos de la estremidad de la sombra, i al mismo tiempo las líneas que ella marcaba del lado horizontal del rectángulo; entónces teniamos el minimun de sombra correspondiente al pasaje del sol por el meridiano. Se tiene luego un triángulo rectángulo, en el cual, el lado b es el largo de la aguja i c el de la sombra: con la fórmula se obtiene el ángulo de la altura meridional; esta se corrije de la refraccion i paralaje dadas en las tablas correspondientes i junto con la declinacion del sol se obtiene la latitud.
De esta manera, no necesitabamos sextante, ni horizonte artificial, instrumentos que se echan a perder mui facilmente, i cuyo uso en presencia de jente tan suspicaz como son los indios entre quienes viajabamos, nos hubiera acarreado algunos inconvenientes.
Ahora, con las tablas de longaritmos de Lalande i una copia de las declinaciones del Almanaque naútico, se tienen todos los elementos necesarios para calcular una latitud aproximada.
Al caminar, se ha calculado poco mas o ménos la distancia recorrida i las direcciones por medio de la aguja; se puede entonces obtener la variacion en lonjitud, Por otra parte, en el cálculo de la declinacion, un error de veinte minutos en lonjitud, lo que unce a error de veinte minutos al Este o al Oeste, altera poco el valor final de la declinacion i la altera tanto menos, cuanto mas léjos se halla uno del Ecuador, porque se sabe que la lonjitud de un grado comprendido entre dos meridianos va siempre disminuyendo desde el Ecuador hasta los polos.
Hemos verificado el instrumento en Puerto Montt, cuya latitud nos era conocida, i nunca tuvimos error mayor de tres o cuatro minutos, i aun cuando lo hubieramos tenido, esta exactitud era suficiente para lo que necesitábamos.
En cuanto al barómetro, debí contentarme con uno aneroide: dos termómetros de bolsillo completaban la coleccion de instrumentos.
Los artículos que llevaba para rescatar a mi jente de las manos de los indios, consistian en aguardiente, escopetas, cornetas, pólvora, ropa, cuentas de vidrio, cuchillos, pañuelos, camisas, añil i otras cosas para regalar a las nuevas relaciones que podia contraer.
Don Ignacio Agüero, respetable vecino de Valdivia, que en otro tiempo habia estado entre estos indios, i que habia dejado entre ellos mui buenos recuerdos, por motivos que espondré mas adelante, me ofreció una carta de recomendacion que podia servirme i me apresuré a aceptarla.
Los indios de Valdivia, junto con los araucanos, constituian en otro tiempo aquella nacion que tan valientemente defendió su independencia contra la invasion de los españoles. Arrojados muchos de ellos de las poseciones que ocupaban en esta banda, al pié de los Andes, pasaron la cordillera i formaron la nacion de los Pehuenches: aquellos que se sometieron al dominio español, permanecieron en éste lado; pero conservando siempre su sistema de gobierno, por reduciones mandadas por caciques. Estos indios se conocen en el país con el nombre de Huilliches, jente del Sur, i los Pehuenches, los llaman Aucaches, que significa, jente alzada, porque parece que hasta unos cuarenta años atras conservaban todavia su carácter belicoso. Ántes de haberme impuesto de estos pormenores, i cuando recien conocía los Pehuenches, me figuré que seria por ironía que estos indios llamaban Aucaches a los indios de Valdivia; pero me habia equivocado.
Si entro en algunos detalles sobre los Huilliches, es porque, como se verá mas tarde, algunos de ellos han figurado en las aventuras que me sucedieron. Estos indios, aunque cristianos, han conservado casi todas las costumbres i hábitos superticiosos de sus antepasados. El traje que llevan, se diferencia algo del de los Araucanos: consiste en unos pantalones cortos de lana azul, calcetas de punto hasta el tobillo, una camisa del mismo color i material; i el poncho: usan el pelo largo que les cae hasta las espaldas, dividido en la frente i sostenido por una cinta pue llaman trarilonco, algunos llevan un sombrero cónico de lana azul. Las mujeres, se visten como las de los Pehuenches, cuyo traje describiremos mas adelante.
Durante el dominio de los españoles, estos indios, siempre conservaron su carácter salvaje e independiente; parece que nunca aceptaron resignados el pesado yugo que les impusieron los conquistadores; no hubo vez en que no aprovechasen la oportunidad para emanciparse de las duras obligaciones que pesaban sobre ellos, i volver a su primitiva libertad: quemaron i saquearon dos veces la ciudad de Osorno, hasta que al fin estenuados por las sangrientas luchas, aparentaron resignarse a la voluntad de sus amos. Para civilizarlos adoptaron los españoles, como hacian con todos los indios, el sistema de las misiones, que produjeron escasos resultados: los curas de ese entónces los consideraban como lobos disfrazados de corderos; i mas como bestias que como hombres. A este respecto, don Felix de Azara cita las controvercias que tuvieron lugar entre los curas españoles para saber si los indios merecian todos los sacramentos o solamente el bautismo, i un cura escribiendo a un obispo de España, argüía contra la administracion de todos los sacramentos fuera del bautismo, diciéndo: que los indios no eran hombres, puestos que hasta el fin de su vida, conservaban los dientes, como sucede a los animales. Esto manifiesta que si los indios fueron convidados por los españoles al banquete de la civilizacion, tuvieron poca parte en la mesa. No es estraño, pues, que su condicion haya variado tan poco.
En la carta que me dió don Ignacio Agüero para los Pehuenches, con el objeto de interesarlos en mi favor, les recordaba los hechos siguientes: como unos cuarenta años atras, cuando Chile recien sacudia el yugo de la España, los indios de Valdivia aprovechándose de los disturbios consiguientes a ese estado de cosas, se armaron i pasando la cordillera fueron a maloquear a sus vecinos los Pehuenches; víctima de uno de esos asaltos fué el cacique Paillacan, el mismo en cuyas manos estaba prisionera mi jente. En su retirada trajeron muchos caballos, i como prisioneras, muchas mujeres de los caciques. Entre ellas habia una de Paillacan con un hijo pequeño. Don Ignacio que ya tenia algunas relaciones con los Pehuenches, avisado por ellos, procedió a rescatar los prisioneros para devolverlos a sus hogares. El Huilliche, en cuyas manos estaba el hijo de Paillacan, no queriendo desprenderse de la criatura, huyó a una de las islas del lago de Ranco; perseguido por don Ignacio, viendo que se le forzaba a entregar el niño; enojado, prefirió romperle la cabeza contra las piedras i devolverlo cadáver a su perseguidor. Casi todos los cautivos fueron redimidos i devueltos a los Pehuenches; la mujer de Paillacan solo fué rescatada alguños años despues, i no quiso volver a las pampas. Esta se llamaba Aunacar.Restablecida la buena harmonia entre los Huilliches i Pehuenches, tuvieron estos que haberselas con los Tehuelches del Sur de Limai. Los Tehuelches, en gran número atacaron a los Pehuenches i les quitaron casi todas las mujeres: estos pidieron auxilio a su amigo don Ignacio, quien con unos cincuenta Huilliches, provistos de armas de fuego, salvó las cordilleras i juntándose con ellos, llevó la guerra a los arenales de los Tehuelches: despues de veinte i seis dias de marcha hacia el Sud, los alcanzaron, se batieron durante algunas horas i lograron arrebatarles las cautivas.
Por estos tan señalados servicios, don Ignacio Agüero era mui conocido entre los Pehuenches i su carta debia servirme para los fines de mi viaje.
Miéntras que yo tomaba todos los informes que creia necesarios, llegó Cárdenas que habia ido a transportar el aguardiente hasta Arquilué, i entonces pudimos ponernos en camino.
Aquí debo decir que todos los amigos de Valdivia desaprobaban mi vuelta a donde los indios. Me decian: que era querer tentara Dios i a la fortuna, el volver otra vez habiendo ya salido de entre esa canalla, i que no debia considerarme empeñado en mi palabra; que respecto de mis hombres, se les podia mandar rescatar por medio de uno de los compradores de caballos que van a la otra banda. No hubo razones que no sujiriese la amistad a mi amigo don Félix Garcia Videla, Intendente de la provincia i a las otras personas que se interesaban en disuadirme de mi proyecto, pero resistí. Ademas de que habia empeñado mi palabra, el atractivo del viaje hasta el Carmen, las ventajas que a mi parecer reportaria la jeografía de esos países tan desconocidos, el vivo deseo que tenia de volver a ver el lugar del naufrajio i el confluente del Limay, i tambien debo confesarlo, la importancia que los peligros mismos daban a la empresa, tuvieron mucho influencia en mi espíritu. Todos esos motivos me hicieron persistir en mi resolucion i el 8 de febrero saliamos de Valdivia con Lenglier i Cárdenas, dirijiéndonos a Arique. Instruidos por la esperiencia llevábamos solamente los vestidos estrictamente necesarios: habiamos mandado hacer cinturones de cuero, guarnecidos de bolsillos, que escondidos bajo el poncho, estaban al abrigo de las manos inquisidoras de los indios; grandes botas de agua, unos pantalones de tela gruesa i un sombrero gris cónico, igual al que suelen usar los arrieros del Sur de Chile. Otro sombrero no es aparente para soportar el excesivo viento de la pampa; ademas habriamos tenido mucho trabajo para sustraerlo a las solicitaciones importunas de los indios. Una mula llevaba la carga con los artículos ya citados.En todo ese dia orillamos el Calle-calle: todos los terrenos que atraviesa este rio son fértiles i tanto mas a medida que se acercan a la orilla; la capa vejetal es espesa i descansa sobre arena i cascajo menudo. El rio no tenia mucho caudal cuando lo orillamos, pero se dice que en el tiempo de las inundaciones periódicas, el Calle-calle cubre una legua a la derecha, i forma como un vasto lago en el que nadan millares de manzanas arrastradas por la corriente del pié de los árboles; i de los dos caminos que conducen de Valdivia a Arique, uno solo es practicable en el invierno, el otro que atraviesa el valle se cubre por el agua. Atravesamos bosques de manzanos, embalsamados por el perfumado olor de las flores de la murta [1], fruta que tuvo el honor de ser cantada por Ercilla.
Arique es el primer pueblo que se encuentra en el camino, pero las casas no están agrupadas al rededor de un centro comun, sino desparramadas a los lados del camino. La iglesia pintada de rosado hace mui buen efecto en medio de los campos verdes.
Allí alojamos, en casa de don Francisco Lagisse, aleman que en ese punto ha establecido una fábrica de aguardiente de grano: al dia siguiente salimos para Huitri, fundo perteneciente a don Atanasio Guarda, adonde llegamos a la noche, despues de haber atravesado cinco veces los brazos del Calle-calle que dan numerosas vueltas, unas veces por arenales, otras al pié de colinas cuya formacion aparece bien marcada, compuesta de capas estratificadas de arena, arcilla i piedras redondas.——En una de esas vueltas, en la confluencia con el rio de Quinbhilca se encuentra la pequeña aldea del mismo nombre, formada de unas cuantas casas. Todo el camino hasta Huitri, es por manzanales, pampas pequeñas i potreros cortados por una que otra colina. Esta es la parte de la provincia de Valdivia que se llama los Llanos i se estienden hasta Osorno. Estos terrenos son efectivamente bajos, aunque su horizontalidad no es tan perfecta como la del llano de Santiago. Los campos en parte están privados de esa formidable vejetacion que cerca de la costa hace tan trabajoso el cultivo: sobre ellos caen directamente los rayos del sol, con cuya influencia alcanzan las siembras su perfecta madurez. Espesa es, como ya lo llevo dicho, la capa de tierra vejetal, que descansa sobre arenisca i cascajo menudo. La indicación de algunos de sus pastos naturales bastará para dar una idea de la calidad del terreno a cualquiera que conozca un poco el cultivo usado en Chile. El trebol [2] i la gualputa [3] crecen en abundancia. El inapreciable colihue enano, planta vivaz i siempre guarnecida de hojas verdes en todo tiempo, el coiron, [4] la avena [5] silvestre, tapizan con muchas otras menudas gramineas los campos dejados sin cultivo.
10 de febrero.—En la mañana nos despedimos del señor Guarda que nos dispensó una franca hospitalidad i salimos para Dollingo; atravesando un riachuelo i un potrero grande: de allí ya divisábamos la cordilera central. Don F. Acharan dueño de la hacienda de Dollingo vive allí, ocupandose en la crianza de animales. Todos los Huilliches que trajinan por ese lugar, conocen mui bien esta casa, en donde nunca se les rehusa la chicha i el alojamiento: mucho nos hizo reir este señor al contar la esclamacion de un indio, a quien por falta de chicha en barril, habia ofrecido botellas tapadas: preguntó a don Fernando cuánto tiempo las guardaba en su bodega, i como este le contestase que tres meses: ¡qué jente de tanta paciencia son estos huincas dijo, que pueden guardar chicha por tanto tiempo sin bebérsela! nosotros, luego que está hecha, la bebemos toda.
11 de febrero.—Salimos de Dollingo por una pampa larga rodeada de bosques; entramos luego en ellos; seguimos subiendo i bajando por las pequeñas ramificaciones que se desprenden de los dos grandes cordones laterales, que forman ese largo valle que concluye en el boquete. Estos cerros son de cimas redondas i en jeneral casi cortados a pico. La vejetacion cubre solo los puntos en que el declive no es mui pronunciado, lo demas es roca viva. Todo el camino que es como de doce quilómetros hasta Futronhue, asi se llama una pampita a orillas del lago de Ranco, en donde viven algunos indios, es de pampas alternadas con bosques.
No quiero dar aquí una descripcion pintoresca de las bellezas de este lago, que bien valen la pena de que un viajero se tome el pequeño trabajo de visitarlo. El lago de Ranco tiene como cuarenta quilómetros de Norte a Sud i veinte i dos de Este a Oeste, es decir, que es tan largo como el de Llanquihue pero ménos ancho: es como el lago Maggiore o el lago de Como en Lombardía, pero dos o tres veces mas ancho, i si sus orillas estuviesen pobladas de aldeas, villas, casas, quintas i sus aguas animadas por embarcaciones, no les cederia casi en nada a estos lugares tan decantados. En el centro de sus aguas se ven pequeñas islas, donde manchas amarillas indican campos de trigo. Son trece en número i algunas de ellas habitadas por indios. De Futronhue hasta Hueque-cura orillamos la ribera oriental que es formada de colinas altas cubiertas de bosque espeso, que dan al lago el aspecto de una inmensa soledad.
Los rios que bajan de la Cordillera para echarse en el lago de Ranco, son el rio Caunahué que despues de haber recibido varios afluentes viene a desembocar dando muchas vueltas en medio de arenales, el Cullinmillahue, el Huentruleufu, el Pillanleufu i el Cunringue, pero antes de echarse en el lago pasan estos tres por la lagunita de Maihué situada mas al Este i cuyo desagüe es el rio Llebcan. Todos esos nombres de rios tienen un significado en indio.—Cullinmillahue, quiere decir, rio de arena de oro, Pillanleufu, rio del volcan. Pero hablaremos mas estensamente de cada uno de ellos, cuando los encontremos en el camino. El rio Bueno une las aguas del lago con las del mar Pacífico: sale del Sur i no del medio de la laguna como se creia antes: recibe varios esteros que vienen a echarsele a derecha e izquierda i llega en seguida a la mar. Las mareas suben hasta cuarenta i cuatro quilómetros ad entro.
Despues de haber pasado a Futronhue, siempre por pampas i bosques, llegamos a un lugar llamado la Mariquina, al rancho de un indio Antonio Panguilef, pariente de los caciques Pehuenches i que en ese momento se hallaba en el otro lado de la cordillera. La familia constaba de tres o cuatro hijos, de los cuales dos niñas, eran de catorce a quince años: una tenia un tipo mui notable: las facciones eran mas que regulares, la cara color de aceituna i los cabellos de un negro de azabache. Regalé algunas chaquiras a la madre i a las hijas. Allí vi colgado en la pared el cuero de un leon que poco ántes habia muerto un peon de la casa. Despues de haber comido una cazuela que por mis regalos quiso retornarme la india, proseguimos nuestro camino.
La ramificacion de la derecha concluye en el lago mismo; la faldeamos por un sendero malísimo abierto en medio de un bosque mui tupido de quilas, por donde tuvimos que andar como un quilómetro tendidos sobre el pescuezo del caballo para no enredarnos: despues echamos pié a tierra en algunos declives violentos, pasando por debajo de enormes trozos de rocas inclinados que amenazan desprenderse: hicimos algunos trechos por la orilla misma del lago con el agua hasta el pecho del caballo i a la noche llegamos a un lugar llamado Hueque-cura, que significa en lengua chilena piedra nueva. Como a un quilómetro ántes habiamos atravesado el rio Cahuna-hue que tenia en ese momento una mediana profundidad i una anchura de treinta metros, pero el cauce que es ancho como de ciento cincuenta metros debe llenarse en el invierno; la corriente es bastante fuerte. Allí tomamos la primera altura barométrica, porque ántes era difícil por lo lijero que andábamos; ademas la altura del lago tomada con barómetro de mercurio por Mr. Gay nos iba a servir como punto de partida.
Todo el terreno como el de Valdivia, es compuesto de arena, arcilla i cascajo menudo alternado con rocas metamórficas, principalmente la esquita chloritica i micacea.
En Futronhue principian las cordilleras a tomar mayores alturas i continuan así hasta el boquete. En frente de la casa de Hueque-cura, del lado del lago, se halla una roca cortada a pico, de una grande elevacion. No léjos de ese lugar hai una pampa que se llama Lifen, i que probablemente ha dado su nombre al boquete, que es conocido igualmente bajos los nombres de boquete de Lifen i boquete de Ranco. Alojamos en esta casa de Hueque-cura. El dueño estaba tambien en la otra banda i como nos lo contó la mujer, debia ir a Patagónica con los Pehuenches. El hijo de éste indio volviendo de Puerto-Cármen con una partida de Tehuelches, habia sido muerto en un combate que tuvieron con las tropas arjentinas, i el viejo Ragnin iba en busca de unos caballos que habia dejado. Para agradecer la hospitalidad que esta mujer me dispensó en mi viaje anterior, le regalé algunas chaquiras, obsequio de que quedó mui contenta.
13 de febrero.—Salimos en la mañana para Arsquihué. De Hueque-cura hasta Arsquihué, no hai mucha diferencia de nivel: los cordones de los lados se van alejando i el valle se presenta mucho mas ancho, las pampas mucho mayores, cubiertas de frutillas: [6] ranchos de vaqueros se ven de cuando en cuando: en todos los potreros se ocupaban de hacer quesos. Atravesamos algunos riachuelos i un poco ántes de Arsquilhué pasamos el rio Cullin-millahue. Unos lenguaraces me tradujeron este nombre por: Rio de la casa de arena, pero sin querer ofenderlos, me permitiré decir que se equivocaron, porque despues de haber aprendido un poco el idioma, conocí el verdadero significado; quiere decir: Rio de la arena de oro, porque Cullin significa arena, milla oro, hue lugar i Leufu rio. En donde lo principiamos a orillar, era bastante ancho i parece tener como un métro de profundidad, pero en donde lo vadeamos, disminuia de fondo, i el agua alcanzaba apenas a las rodillas de los caballos. Como a las doce del dia llegamos a las pampas de Arsquilhué, potrero de don Manuel Florin. En la casa encontré algunosindios Pehuenches sentados bajo una ramada, bebiendo en compañía de mi grande amigo Juan Negron, del cual hablaré un poco mas adelante. Entre estos indios se hallaban unos dos, que eran hermanos: Pedro i Manuel Montesinos, apellido español que habian adoptado i vivian en la otra banda, en los toldos de Huitraillan, cacique Pehuenche de las orillas del Chimehuin. Tambien estaba con ellos Pedro Cárdenas, (Motoco) hermano de mi mozo i otro jóven José Bravo, lenguaraz i secretario del mismo cacique.
Al dia siguiente, fuimos sorprendidos con la llegada de Labrin, aquel jóven chileno de quien he hablado en la primera parte de esta relacion, i que junto con su querida, se encontraban cautivos en los toldos de Paillacan, cuando nosotros llegamos del Limai. Habia obtenido su libertad con la llegada de Foiguel, el hijo mayor del cacique, que se empeño por él con su padre. Es difícil espresar la satisfaccion que esperimentaba esa pareja el verse libre i en medio de jente civilizada. Habian permanecido un año entre los salvajes. Labrin me anunció la llegada de mis peones, el carpintero Mancilla, i Antonio Muñoz que se habian quedado voluntariamente en Huechuhuehuin, para construir la casa de Antinao; pero que despues del parlamento se les habia considerado como rehenes hasta mi regreso de Valdivia. Díjome tambien que habia entre los indios mui mala disposicion respecto de mí, a causa de ciertos rumores falsos que habian llegado a noticias de ellos: sobre que el aguardiente que yo llevaba estaba envenenado, i que el cacique Huentrupan del otro lado de la cordillera habia mandado chasques a los otros caciques avisándoles acerca de mis malas intenciones.
Otro individuo Diego Martinez, uno de aquellos perseguidos por la justicia que suelen ir al otro lado de la cordillera, con el objeto de comprar caballos, no pudiendo entregarse en este lado a ninguna ocupacion para poder subsistir, tambien les habia llenado la cabeza a los indios con mentiras: como, que de Nahuelhuapi venian seis cientos hombres armados para hacerles la guerra, aseverando todo esto con otras falsedades.
Como a las doce, divisamos dos hombres i un perro, que se dirijian hácia la casa; eran los dos peones, seguidos de Tigre. Efectivamente habian hecho una casa a Antinao i este teniendo noticia de mi pronta llegada, les habia conseguido la libertad, al mismo tiempo, les habia regalado a cada uno un caballo, pero pasando el boquete, como uno no estaba amarrado, habia sido robado o se habia perdido en el bosque. Les pedí noticias de la otra banda, i desgraciadamente me confirmaron lo que ya me habia dicho Labrin. Parece que un tal Melipan, indio de la vecindad, habia dicho a los indios de la otra banda que el aguardiente que yo llevaba, estaba envenenado, con el objeto de causar la muerte a los caciques Pehuenches. Para jente ilustrada, lo falso i absurdo de tales cuentos hubiera resaltado al momento; pero los indios, acostumbrados a tratar con los compradores de caballos, que jeneralmente es jente poco honrada, creen todo lo que se le antoja decir al primer bribon que les habla sobre las malas intenciones de los huincas. ¿Cómo iban a ir dos hombres con aguardiente envenenado, para ser en seguida víctimas de la venganza de aquellos que viendo morir a sus compañeros, se abstendrian de probar el licor funesto? Como conocia la credulidad de los indios, me resolví a cambiar ahí mismo el aguardiente por caballos. Los dos peones venian poco contentos de los indios i principalmente el carpintero, decia: que lo habian maltratado mucho i que habian querido matarlo, pero como me lo contó despues su compañero, la verdad de lo ocurrido era, que tenia la costumbre de embriagarse junto con los indios, i que despues éstos, locos con la bebida, se volvian malos i lo amenazaban. Hubiera evitado todo eso, no mezclándose en sus borracheras. Por otra parte, no habian sido mui desgraciados, porque los indios no ejecutaron con ellos las intenciones que me habian manifestado en el parlamento que tuvo lugar cuando yo me iba a Valdivia; los habian dejado residir tranquilamente en casa de Antinao, sin intentar retenerlos hasta mi vuelta, como se convino. Talvez se portaron así, porque sabian ya mi proximidad, i esperaban ser mas recompensados obrando de ese modo.
Dí una carta a esos dos hombres, para que fuesen pagados en Valdivia. Se fueron, pero dejándonos a Tigre: éste fiel perro, como he dicho antes, se habia quedado con los dos peones en los toldos de Antinao cuando pasamos por allí, yendo a Valdivia: una marcha forzada por los arenales de la pampa le habia lastimado las patas, i para evitarle fatigas inútiles, lo habia dejado con la intencion de recojerlo a la vuelta. El pobre animal manifestaba el gusto de vernos con movimientos i caricias que no podria describir la pluma. Lenglier, que profesaba mucha admiracion por este intelijente animal, persistió entonces mas que nunca en su resolucion, de celebrar mas tarde los hechos i proezas del sin igual Tigre, en un poema épico de veinte i cuatro cantos, adornado con el retrato del héroe. Tigre como perro bien criado, se despidió lanzando una mirada de agradecimiento al carpintero que se alejaba, mirada que nos manifestó que si la conducta de Mancilla, no habia sido sin mancilla en cuanto a la embriaguez, al ménos lo fué en cuanto a los cuidados que habia prodigado a nuestro perro. Otra vez, antes de alejarse, volvió a decirme el carpintero, que auguraba mal de mi viaje, i añadió: que él, por todo el oro del mundo, i ni aun por barriles de aguardiente, consentiria en ponerse otra vez en las manos de la canalla de la otra banda.
14 de febrero.—El sábado tenia todavía algunos caballos que comprar; para pasar el tiempo, resolví ir a dar un paseo a Maihué que dista como cuatro kilómetros de Arsquilhne. En Maihué podia vera Juan Negron, llamado también Juan chileno, a Melipan, el autor de las calumnias que se hablan corrido, i en fin, a Matías González, intelijente lenguaraz, cuyas luces necesitaba para resolver algunas cuestiones de etimolojía jeográfica. Juan Negron o Juan chileno si se cree a lo que él decía, era un hombre importante en el otro lado de la cordillera. Salido muí jóven de Osorno, habia vivido en Valparaíso, en casa de la familia de don Miguel Fuentes. Al presente, podia tener cerca de treinta años; de color oscuro, como todos sus semejantes de sangre mezclada, parecia uno de esos trozos de madera groseramente tallado a cuchillo para darle forma humana, i servir de juguete a los niños. Pero, a pesar de su aspecto grotesco tenia Juan chileno pretensiones a la elegancia; i en efecto, un hombre que se titulaba lenguaraz mayor de los caciques, un hombre que habia sido fotografiado a costa del Gobierno arjentino, i a quien el mismo Gobierno arjentino habia regalado un uniforme militar i un sable, no era, ni podia ser un hombre ordinario: le creimos todo al principio, en nuestras primeras relaciones. Entonces, Juan chileno descansaba de sus fatigas i peregrinaciones en casa del cacique Cayo-antí, en Maihué, donde habia establecido su cuartel jeneral. En ese momento Juan estaba algo enfermo: el hombre que habia soportado las fatigas de numerosas peregrinaciones, que mas de una vez había arrostrado los laquis de los indios, habia sucumbido a los ataques del pequeño dios malígno: Cupido le había atravesado el corazón con una flecha, ¿flecha de qué madera? De madera de la hermosa Manuela, hija de Matías Gonzalez, que vivia en las cercanias. ¿En dónde la vista de la Dulcinea de Maihué, habia herido con una descarga eléctrica al sensible Juan probablemente bajo la bóveda verde de algún i manzano i quién sabe si no tuvo lugar la escena como en la Egloga de Virjilio. Alumno del Instituto Nacional de Santiago, sin duda ninguna Juan hubiera parodiado el verso del pastor, cantado por el Cisne de Mantua:
Malo me Manuela petit, lasciva puella
Et fugit in silvas, sed se cupit ante videri.
Estaba enfermo, pues, el corazon de mi Juan chileno. La presencia continua del objeto querido, le hubiera curado, i seguramente, si en lugar de establecer su cuartel jeneral bajo el techo de paja de su apreciado amigo el cacique Cayu-antí (seis soles), hubiera transportado sus penates cerca de los de su querida; pero Juan tenia que satisfacer las exijencias de otro órgano, tan imperiosas como las del corazon: era mui aficionado al aguardiente i al palacio del cacique era a donde venian a alojarse los honrados comerciantes, que siempre regalaban una botella de aguardiente a Seis-soles. I como era seguro que Juan, apesar de la avaricia bien conocida del cacique en materia de licores, estando siempre presente, participaria de algunos tragos; en calidad de profundo político, se habia quedado cerca de Cayu antí. De allí, podia ir a visitar a su querida i llevar al mismo tiempo a su futuro suegro, algunas gotas del precioso licor.