Veo el ajeno bien, veo el contento
Veo el ajeno bien, veo el contento que ofrece blando amor al pobre estado; y como al fin doliente, acongojado, busco un liviano engaño a mi tormento. Aparto de la pena el pensamiento, y espero, osadamente aventurado, nueva gloria en la fuerza del cuidado, y doy valor seguro al sufrimiento. Surte incierto mil veces mi deseo, la presa desparece por quien muero, y se remonta con desdén perdido. Temo ser otro insano Salmoneo, que fingió el no imitable rayo fiero, y fue con rayo abrasador herido.