Venus
de Ignacio Valdés y Machuca


 Ya que fue inevitable mi infortunio,   
 y que no hubo remedio a mi desgracia,   
 haz que los males que me martirizan,   
 y las penas acerbas que traspasan   
 

 mi cariñoso pecho, se mitiguen,  
 y cese mi desdicha tan infausta:   
 transfórmame a mi Adonis amoroso   
 en la flor más preciosa, en la más rara,   
 

 en la más olorosa y más risueña   
 que pueda de tus manos ser formada,  
 y en ella encontraré cuando la mire   
 

 aquella seductora y dulce gracia,   
 aquellas perfecciones y atractivos,   
 que mis ojos amantes cautivaban.