Vencedor después de muerto
Un lustro gozara el Cid De sus lauros el honor, Ocupando su vejez En servir y orar a Dios: Entonces le fueron nuevas De la grande expedición De treinta y seis Reyes moros Que el Rey Búcar preparó. Estuvo el Cid muchos días Entendiendo en oración Y en visitar los altares Con muchísimo fervor: Calenturas le postraron Y en ellas solo tomó Mirra con agua rosada Y un bálsamo que por don Le remitiera el Soldán Cuando el bélico rumor De sus hechos y proezas Por Egipto se esparció. Consolado con los gustos De una angélica visión Cumplió el plazo de sus días Y en su palacio espiró. No se hizo llanto alguno Ni triste demostración Porque lo ignorase el moro Que a la ciudad cerco dio. Guardias y velas le hacían Como vivo a su Señor Los caballeros cristianos En su cámara y salón. Pasados seis días fueron Y cuando el alba rayó Salieron los de Valencia Con sus haces en unión. Iba el cuerpo del buen Cid Con tal arte que admiró: Muy religado a la silla Encima de su trotón: Con papeles plateados La armadura se fingió; Iba enhiesto, ojos abiertos, Llevaba lanza y guión. Con la bandera del Cid Pero Bermúdez llevó La primer haz esforzada Y de ella marchan en pos Acémilas con fardaje Y un magnífico escuadrón De quinientos caballeros, Todos de fama y valor: Seguía doña Jimena Que adolorida lloró, Con guerreros de alto nombre Que eran la nata y la flor. El cuerpo del noble Cid La postrer haz resguardó Y a su lado iba el obispo Como buen padre y pastor. Por la puerta de Roceros Salieron y cual turbión Dieron contra la morisma Y un gran triunfo se logró: Pasaron luego a Castilla, Llevando con devoción A San Pedro de Cardeña El cuerpo del Campeador. Del cual se dijo esta vez Con muchísima razón Que venció después de muerto, Vivo y muerto vencedor.