Uruguay, a fines del siglo XIX

Uruguay, a fines del siglo XIX
de Octavio Velasco del Real
Publicado en el libro Viaje por la América del Sur, Barcelona, 1892.

Visto Montevideo, poquísimo interés han de ofrecer las poblaciones subalternas. No he visitado ninguna, pero citaré lo que a este propósito escribe un viajero: "El paisaje—dice—es agradable en ciertas partes; hay a lo largo de las orillas del Uruguay estancias bien situadas; las cercanías de Río Negro, sobre todo, son curiosas y características de las regiones fértiles del territorio en que se entremezclan agua, bosque y praderas. Pero, en suma, fatígase pronto uno de mirar un cuadro que no se renueva nunca. De trecho en trecho, los vallados de postes reunidos por alambres están reemplazados por setos formados por piteras y cactus, y aun acá y acullá se han establecido separaciones por medio de eucaliptos, olmos y otros árboles. Los caminos por donde transitan largas procesiones de pesadas carretas arrastradas por bueyes enrollerados son tan espantables como los de la República Argentina. Vagan por las praderas innumerables rebaños de ganados y caballos. Encuéntranse, a veces, dos o tres campesinos vestidos con ponchos pardos que van a caballo, cazando animales, y de vez en cuando pásase por delante de los ranchos o cabañas en que viven esos campesinos. Ciertamente que los ranchos de la República Argentina tienen miserable aspecto; pero, sin embargo, los he visto en el Uruguay más miserables aún, simples chozas de fango negro con un techo de paja de maíz, un suelo de tierra apisonada, una puerta y a veces una ventana. Las cabañas de los campesinos irlandeses pueden dar idea de los ranchos del Uruguay. Son, en ambos países, las mismas moradas incómodas, malsanas, frecuentadas por los reumatismos, menos habitables que las de los esquimales, construidas menos cuidadosamente que los nidos de los pájaros.

"En cuanto a las poblaciones, la más importante es, después de Montevideo, Paysandú, que en nada difiere de una docena de localidades argentinas parecidamente situadas. Salto está absolutamente desprovisto de interés. Florida no puede enorgullecerse sino de un monumento conmemorativo de la declaración de la independencia de la República, proclamada en esta ciudad el 25 de agosto de 1825. Santa Lucía, donde los habitantes de Montevideo van en gran número en verano, tiene lindos alrededores, una plaza pintoresca y una grande iglesia con columnas de estuco muy ornamentadas cuyos capiteles corintios sostienen un tímpano."

Sobre la vida de provincias, añade el expresado autor los siguientes interesantes pormenores: "Por regla general,—dice,—la ciudad de provincia consiste en el Uruguay en una vasta aglomeración de calles rectilíneas sin empedrar y de casas de estuco. No se observa en ellas ningún carácter especial; pero el aspecto es menos descuidado y menos sucio que en las ciudades similares de la República Argentina. La Banda Oriental y sus habitantes ofrecen más refinamiento y más aliciente que el país y las gentes de la república hermana, lo cual no impide que todo, en provincias, sea muy primitivo, y que muchos ricos estancieros lleven en sus dominios una existencia sin ninguna especie de bienestar. Esos propietarios poseen muchas leguas de terreno, donde viven como vivían los patriarcas de antaño: el mismo techo y la misma mesa bastan para toda su familia, compuesta de dos o tres generaciones. Fácilmente se imaginará que esos estancieros tienen su puerta cerrada al progreso: ejercen la industria pastoral sin cambiar nunca nada en su manera de obrar; indolentes, apáticos, descansando en la naturaleza de casi todos los cuidados y no saliendo de su sopor sino cuando se trata de vender o de cobrar dinero. Por nada consentirían en subdividir sus tierras y arrendar parte de ellas. A ese espíritu conservador de los propietarios criollos es a lo que se debe, sobre todo, la responsabilidad de la situación atrasada del Uruguay: poseen dominios inmensos, a los canales no dan ningún desarrollo. La ley relativa a las herencias y el fraccionamiento obligatorias de los bienes inmuebles entre los herederos modificarán, sin duda, en el porvenir, este estado de cosas; las grandes pro piedades se fraccionarán peco a poco, y cada pequeño propietario hará valer su parte de terreno. Sin embargo, pasará tiempo antes de alcanzarse este resultado; y como, en el entretanto, el Estado no posee terrenos, no podrá ser rápido el aumento de la inmigración."

En efecto: la inmigración al Uruguay no tiene razón de ser y resulta una superfluidad, por más que el Gobierno, no sabemos por qué, haya pensado en favorecerla, imitando, hasta cierto punto, a la Argentina. El Gobierno de esta república, en efecto, posee, cuando menos, buenos o malos, inmensos territorios por ocupar, como el Chaco, por ejemplo, donde el inmigrante tiene que luchar contra los mosquitos y las calentaras; pero en el Uruguay ¿qué se le puede ofrecer al inmigrante? ¿Quién va a emplearle en empresas de colonización, si toda la propiedad está en manos de particulares nada dispuestos a aligerar la sosegada marcha de sus estancias? Hasta que el Estado no se haga dueño de terrenos que entregar a la explotación de los inmigrantes, todo intento en este sentido dará los más deplorables resultados.

El número de inmigrantes ha sido, de todas maneras, bastante escaso; pero ni aun así ha sido dable proporcionar ocupación a los que cayeron en la tentación de ir a buscar trabáis al Uruguay; de manera que todos los consulados europeos se han visto asediados por infelices compatriotas en demanda de reimpatriación. Las decepciones han sido muy amargas. Guárdense, pues, los españoles de creer que vayan a encontrar en el Uruguay (y quien dice aquí, dice en toda Hispano-América) lo que no tienen en nuestra patria. Dado el carácter estadizo de los grandes propietarios territoriales, aquí no hay porvenir para los labradores, a pesar de la excelente calidad de la tierra, de lo delicioso del clima y de las facilidades de la navegación: sólo es permitido ensayar una emigración corta y lenta. Sepa el emigrante que si algo ha de conseguir habrá de ser en lucha con las trabas del Gobierno y con el espíritu archiconservador de los estancieros.

Hecha esta advertencia, que en nada afecta a la masa de la población uruguaya, continuemos en la enumeración de las riquezas con que cuenta la República.

La principal industria del Uruguay es la ganadería. El número de reses declaradas, en 1887 (según el Anuario Estadístico de 1889), era el siguiente:

Bueyes 6.119,482

Carneros. . . . ". . . 15.905,441

Caballos 408,452

Es decir, más de 22 millones de cabezas de ganado, que representan la proporción de 120'13 cabezas por kilómetro cuadrado, y de 34'64 cabezas por habitante. Por término medio, estimase un buey en 60 francos, un caballo en 30, un carnero en 4 y un cerdo en 30.

La agricultura está algo desarrollada en los departamentos de Montevideo, Canelones y Colonia, y muy poco, o casi nada, en las provincias del interior. Aparte de lo cual, hay que advertir que el país produce más cereales de los que necesita para su consumo, hasta el punto de haberse exportado en 1887 por más de 4 millones de francos de los mismos.

Y ahora menester es decir, para intranquilidad de nuestros compatriotas, que en el Uruguay se están haciendo muy formales tentativas para producir vino, y se produce ya, dando las pruebas unos resultados tan satisfactorios, que es un desconsuelo para nuestro país. En fin, qui vivra verra; pero me parece que dentro de no muy largos años habrá que borrar el Uruguay de la lista de nuestros mejores mercados, como es al presente la Banda Oriental.

Dependiente de la industria ganadera es la de los saladeros, o sea los establecimientos en que son sacrificadas, desolladas, descarnadas y pues tas en salazón las reses. Los mayores saladeros existen en Montevideo (al pie del Cerro), y siguen luego por orden de importancia los de Fray Vientos, de Paysandú (famosos por sus lenguas de buey en conserva) y del Salto. El saladero de Fray Ventos es celebérrimo en el universo mundo por prepararse allí el ponderado Extracto de carne Liebig. Para dar idea de su importancia baste decir que hay ocupados en él mismo 600 operarios, y que el número de reses sacrificadas diariamente, durante el verano, no baja de mil.

Excusado es decir que en todos los saladeros, sin excepción, no se puede resistir el enorme mosqueo, que se extiende luego por todas partes, con la consiguiente incomodidad. Digno de citarse es también el saladero de Cibils, en la capital, donde se elaboran los polvos para el caldo de dicho nombre. Por supuesto, que no es muy de recomendar a ninguna persona de estómago delicado la visita de esos grandes assommoirs, a pesar de la riqueza que suponen. La carne, cortada en largas lonjas, salada y puesta a secar al sol, se convierte en charqui o en tasajo, en cuya forma es exportada a Cuba o al Brasil, acondicionada en sacos ad hoc. Y recomiendo a los que vayan a bordo de los buques (generalmente de vela), en que se exportan el tasajo o el charqui, que tengan mucho cuidado al andar, pues el suelo, con la grasa, se pone tan resbaladizo, que al menor descuido mide uno el suelo de la cubierta a costa de sus costillas. Parece ser que en estos últimos años se hacen ya menos pedidos de tasajo, coincidiendo quizá con la abolición de la esclavitud en Cuba, en vista de lo cual los grandes ganaderos abrigan la idea de exportar ganado vivo o carne congelada a Europa. De todas maneras, no bajan de 800,000 las cabezas de ganado que se sacrifican anualmente en los saladeros del Uruguay.

Además de reses vivas, tasajos, charquis y polvos de carne seca, exportarse como productos de ganadería lana, pelo, huesos, cueros, sebo, etcétera, renglones de primera importancia en el comercio de los Orientales.

Vamos ahora a dar una ligera idea de la riqueza de la república, ateniéndonos a los datos estadísticos oficiales de 1887, únicos de que he podido disponer, pero que no deben diferenciarse mucho de la realidad actual.

El valor de los bienes inmuebles evaluase en dicho año a 272.529,674 duros (oro), estando en posesión de los mismos 54,761 propietarios.

Descomponiendo su total, aparece que el 51'32 por 100 de propietarios eran extranjeros, por el orden siguiente, en cuanto al número: italianos, españoles, brasileros, franceses, argentinos, ingleses, alemanes, suizos y portugueses. Fijándonos en la cuantía de los bienes, el orden es el siguiente: brasileros, españoles, italianos, franceses, ingleses, argentinos, alemanes y portugueses. En las provincias, los propietarios más numerosos son argentinos. En cuanto a la propiedad uruguaya, está representada por el 48'66 por 100 de dicha cifra de 54,761.

El producto de aduanas es el ingreso principal de la Hacienda uruguaya, elevándose a 46.500,000 francos. El presupuesto total es de 70 millones, también de francos. La contribución territorial produce 6 millones, y el resto procede de los sellos de correo, patentes, licencias, timbre, etc.

El Uruguay no es librecambista, ni mucho menos: atestiguanlo sus grandes ingresos aduaneros, y, como es natural, los fuertes derechos con que se gravan las importaciones son causa de que la vida resulte bastante cara. Toda mercancía extranjera importada para el consumo paga en derecho ad valorem el 31 por 100; el chocolate, las velas esteáricas y ciertos comestibles pagan el 44; los sombreros, los trajes, el calzado, los muebles, los carruajes, pagan el 48; las armas, la pólvora, el jamón, la carne, la manteca, el queso, el 51 por 100. De donde resulta que, aunque los salarios sean en apariencia algo crecidos, en último resultado no bastan, por regla general, para atender a todas las necesidades, como no se trate de muy gordos sueldos.

La instrucción pública adquiere notable desenvolvimiento. Cuenta la República Oriental con una Universidad, en Montevideo, a la que concurren unos 600 alumnos, con un personal de 60 catedráticos. Las escuelas públicas son en número de 280, correspondiendo 60 de ellas a la provincia de Montevideo. En 1888 concurrían a estas escuelas 18,000 niños y 15,000 niñas. El personal docente se componía de 230 maestros y 470 maestras.

Al lado de dichas 280 escuelas públicas hay más de 400 privadas, a las que asisten 21,000 niños y niñas. De entre las citadas escuelas, corresponden 250 a la provincia de Montevideo. En esta ciudad hay, además, una magnifica Escuela de Artes y Oficios, instalada en un hermoso edificio ex professo, cerca de la plaza de Ramírez. El profesorado consta de 36 catedráticos y 24 peritos, y hay matriculados 200 alumnos. Citemos, finalmente, la Escuela Militar, con 60 alumnos.

El ejército uruguayo se parece, relativamente, al nuestro en el grande número de generales y oficiales con que cuenta. Componese de 4 batallones de infantería, 4 regimientos de caballería y uno de artillería, formando un total de 3,264 soldados, mandados por 197 oficiales y 21 generales, sin contar los que están de cuartel. Este ejército presta excelentes servicios, pues, excepto las tropas que custodian la frontera y las que prestan guarnición en Montevideo, hace las veces de guardia rural y de policía urbana. El uniforme es parecido al de los soldados franceses. Los soldados son, en su mayoría, negros o indios.

La marina de guerra consta de tres cañoneros y de muchos vaporcitos. El personal se compone de 10 jefes, 12 oficiales, 43 maquinistas y fogoneros y 119 marineros.

El presupuesto de la República para el año económico de 1890-1891 era como sigue:

Ingresos 16.143,000 duros

Gastos.. .... 16.081,247

Como se ve, resulta un superavit de más de 60,000 duros.

La hacienda uruguaya debió resentirse necesariamente del tremendo cataclismo de la Argentina, dadas las estrechas relaciones entre las dos repúblicas; pero, afortunadamente, la crisis no ha revestido, ni de cien leguas, las proporciones que en la otra orilla del Plata.

La Banda Oriental dista mucho todavía de contar con las vías de comunicación que le son indispensables para la facilidad de la exportación de sus productos: en vez de la locomotora, ocupa todavía el primer lugar la diligencia. Es de esperar, sin embargo, que en breve quede completada la red ferroviaria, y entonces se verá como se explotan muchas minas de oro, cuyo laboreo es actualmente imposible por su incomunicación, y como se establecen grandes empresas industriales y agrícolas.

Casi todos los ferrocarriles del Uruguay pertenecen a compañías inglesas. La compañía principal es la del Uruguay Central, con tres líneas que se extienden, divirgiendo como una pata de ganso, a través de todo el territorio. Una de esas tres líneas parte de Montevideo, pasa por La Paz, Piedras, Canelones, Santa Lucia, Florida, Durazno, cruza el Ji por un puente de 17 metros de altura por 670 de longitud y prosigue hasta Paso de los Toros (273 kilómetros), donde empalma con la otra línea del Uruguay Central, que va a Paysandú y a Salto (318 kilóme tros). Desde Paso de los Toros parte un ramal que llega a la otra parte de Río Negro, el cual atraviesa por un magnífico puente de 9 pilares, con viaductos de aproche a uno y otro lado, sostenidos por 11 pilas.

En Salto hay la estación término del Ferrocarril del Noroeste, que va a Santa Rosa y Cuareim (180 kilómetros), en combinación con la línea del Mediodía del Brasil, entre Cuareim, Uruguayana e Itaqui. Esta línea del Noroeste es de grandísima utilidad para el comercio del Uruguay con el Brasil, pues el río Uruguay, desde Salto al Brasil, ofrece rápidos y cataratas que se oponen a la navegación, supliendo así dicha vía férrea los inconvenientes opuestos al tráfico fluvial.

El Ferrocarril del Noreste va de Montevideo a Minas (122 kilómetros), con trece estaciones situadas en comarcas ricas en productos agrícolas y canteras de mármol y piedra de construcción. Desde la estación de Toledo, poco distante de Montevideo, parte una línea de 300 kilómetros hacia Nico Pérez y Artigas.

Desde la orilla N. de Río Negro, donde muere el Uruguay Central, según queda dicho, parte ahora otra linea hasta Rivera, en la frontera del Brasil (300 kilómetros), y se construirá otra linea de 70 kilómetros para enlazar en Cacequi con la de Portalegre a Uruguayana (brasilera). "Este sistema de ferrocarriles,—dice un autor,—pondrá la provincia de Río Grande do Sul en comunicación directa con Montevideo, que se convertirá en el puerto natural de aquella rica parte del Brasil, en lugar de Porto Alegre, que prácticamente no tiene ninguna utilidad, puesto que la entrada del puerto está en ciertas épocas bloqueada por las arenas y es impracticable durante meses enteros. Pero ya desde ahora es Montevideo, en rigor, el verdadero puerto de Río Grande, a causa de los numerosos contrabandistas, que transportan mercancías europeas del Uruguay.

Si se tienen en cuenta, por una parte, los importantes negocios existentes entre la República del Uruguay y la provincia brasilera contigua, y de otra las comunicaciones que parecen deber ser, a corto plazo, más íntimas y más fáciles, gracias a la extensión de las lineas férreas, es permitido suponer que los dos países llegarán a una unión tanto más probable, en cuanto los intereses y las simpatías de sus habitantes tienden a este objeto; y no hay que olvidar, en efecto, que, si los habitantes de la provincia de Río Grande do Sul son portugueses, no por eso deja de existir entre ellos y los uruguayos una afinidad más real que con los brasileros de las regiones tropicales. El número de brasileros que son propietarios de fincas rústicas en el Uruguay es un factor que no hay que desconocer, y la ventaja que habría en fortalecer el Uruguay y establecer una República-tope entre la República Argentina y la República de los Estados Unidos del Brasil no debe, quizás, dejar de ser tenida en cuenta por los diplomáticos de ambos hemisferios" (1).

Todos los ferrocarriles del Uruguay (¡ingleses!) están garantizados por el Gobierno de la República, excepto el Uruguay Central y alguna otra línea. Quizás, a juicio de un inglés o de un francés, el material móvil y la organización no podrán citarse aún como acabados modelos; pero todo se andará, y, como decía el otro, por ahí se empieza, que, si vamos a juzgar por el material de los ferrocarriles españoles, lo mejor será cosernos la boca.

Las dos estaciones del Uruguay Central y del Nordeste en Montevideo son simples cobertizos; pero en breve la primera compañía va a levantar un edificio que costará más de 650,000 duros (oro), de estilo Renacimiento. Los coches y vagones de mercancías son de sistema norteamericano; pero la mayor parte han sido construidos en el país.

Lo que no deja de ser particular es que los maquinistas, fogoneros, guardaagujas, etc., no sean ingleses, sino austriacos, españoles o italianos: inglés, ninguno. El fenómeno se debe, al parecer, a la poca confianza que inspiran los rubicundos hijos de la nebulosa Albión, a causa de su desenfrenado amor a la caña. Por igual motivo no se ve ningún englishman a bordo de los vapores de la Compañía Platense, ni como marinero, ni como fogonero, ni como maquinista. Ingenieros, cuanto se quiera; pero en materia de confiarles ninguna maniobra, nequáquam.

Tal es la República del Uruguay, una de las que menos se han apartado de la tradición española; una de las más prósperas de Sud-América; una de las más hospitalarias y simpáticas al viajero que llega allí desde nuestra patria. Sirvan las anteriores páginas como de tosco resumen de su modo de ser, y perdónese al autor cualquiera frase que haya podido molestar a los hijos del progresivo y siempre querido Uruguay.



(1) Los acontecimientos que se desarrollan actualmente en el Brasil parecen confirmar las predicciones del autor citado por el Sr. Velasco del Real. Lo mismo si se consolida la forma republicana que si se consigue la restauración imperial, es probable que el Brasil sufra una profunda alteración, y no tendría nada de extraño que la siempre republicana provincia de Río Grande del Sur se fusionara con el Uruguay, formando un nuevo y floreciente Estado, cuya razón de ser estaría más que justificada, ya que no por la identidad de idioma, por la comunidad de intereses. (Nota de la D. de la I. I.)


Nota: se han modernizado algunos acentos.