Una precaución sabia

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


Una precaución sabia.

Sitiaban los franceses á Zaragoza, y en la magnifica esplanada que sirve de margen al canal ea el monte de Torrero, acababan de descargar un grande convoy de pólvora y municiones, traido de Villa-feliche. Era verano, y á eso délas dos de la tarde se levantó una horrorosa tempestad, de aquellas que en Aragón acostumbran todos los años á devastar los campos y reducir los pueblos á la miseria. Eayos y centellas cruzaban la atmósfera y el con voy de municiones y todo el pueblo corría un peligro espantoso si estallaba la electricidad eii aquel sitio.

Un sargento de la guardia entró á hablar al comandante del punto para esplicarle el peligro que se corria y ver las precauciones que se podian tomar.

—Un rayo, dijo, acaba de hendir un árbol próximo; ahora mismo, en este instante, ó dentro de algunos segundos puede caer otro en medio de las municiones, y miles de hombres perecerán si no se toma desde luego alguna disposición salvadora.

El comandante pensó un momento lo que debia hacer, y dijo al sargento:

—¿Cuántos centinelas cuidan de la pólvora?

— Seis, mi comandante.

—Pues bien, mande V. poner doce, y deles V. de consigna, pena de la vida, que no dejen aproximar ningún rayo á veinte varas de distancia.