Una mata de helecho: 06

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



V.

Dos Moras, modestamente ataviadas y con el rostro descubierto, acudían á recibir á Yusef. Una de ellas, anciana y débil, apoyaba la diestra en el hombro de la otra, que era jóven y bellísima. Ambas, madre y hermana de Yusef Ben-Lope.

En breves palabras las enteró éste de cuanto había acaecido. Fueron generosamente pagados los Montañeses, quienes, al ver el dinero en sus manos, se prestaron á llevar el herido cristiano á lo interior de la casa. Dejáronle en la primera habitacion, y miéntras Moraima, que así se llamaba la jóven, les daba sendos tabaques ó cestíllas de aceitunas, sabrosamente adobadas, con otros tantos panes hechos, por mitad, de harina de maíz y de trigo, Yusef consultaba con la madre, cuál sería la mejor habitacion para que hallase el herido tranquilidad y reposo. Sentáronse los de la Jarquía, antes de irse á su casa, en el suelo, al amparo del sombrajo, para despachar con buen apetito las aceitunas y él pan; y la anciana Fátima dijo: que miéntras se hallase el herido tan grave, como á la sazon estaba, deberia reposar en la habitacion más tranquila y apartada de todo ruido. Entonces, asió Yusef el cuerpo, punto menos que inerte del cristiano, y ayudándole madre é hija, entraron en la segunda de las dos habitaciones que éstas tenian para si.

Finas esterillas de verano cubrian los suelos; azulejos de finísimos colores azul y pardo oscuro, subian por las paredes como á una vara del suelo; cojines forrados de tela de lana de vivos colores formaban el estrado, y en un pebetero dispuesto en medio de la segunda habitacion, diversos aromas, entre los que predominaba el benjuí, despedían grata fragancia. No había otros muebles, ni otro lujo en la modesta mansión de los Beni-Lope.

Llevado el cristiano á la segunda y más reducida habitacion de las mujeres, ginecéo ó harem proporcionado al resto de la casa, desarmáronle primero, y, quedando solo Yusef, le dispuso blando lecho en el alhamí ó alcoba de mejor abrigo. Registróle las heridas, y sólo le halló una por debajo del sobaco, que parecía profunda y muy grave. Entonces, y á pesar de que las celosías no dejaban pasar sino escasa luz por la estrecha y única ventana, todavía entornó más, de suerte que apenas se viera lo suficiente para no tropezar.

En la habitación inmediata disponían la anciana Fátima y su hija Moraima hilas y vendajes. Yusef las dijo lo que debían hacer, y salió en busca de algunas plantas, que por aquellos arroyos medran, y son en extremo medicinales y á propósito para heridas.

La llegada de Yusef habia atraído á algunos servidores de su casa, que por las laderas inmediatas se hallaban trabajando en el campo. Uno fué con él, miéntras los demás se hacían cargo, éstos del caballo, alegrándose de ver no volvía herido, y aquellos de las armas ofensivas y defensivas que el amo había dejado arrimadas á la pared. El caballo fué llevado á la cuadra, y las armas, puesta la lanza en un armero que al lado del lecho tenía Yusef, miéntras al otro lado, de una alcayata, como aún se dice en Andalucía, ó escarpia, dorada, colgaron la adarga.

No tuviera el herido cristiano en su propia tierra más atentos y cariñosos enfermeros, de los que halló en Yusef, Fátima y Moraima. Siempre han estimado en mucho los Árabes la ciencia de curar; y á menudo, los mismos guerreros acudían con medicinas á las heridas que sus propias armas habian hecho.

Yusef Ben-Lope era labrador, y conocia muchos simples excelentes que, con oportunidad aplicados, fueron poco á poco devolviendo la vida al Cristiano.