Una lágrima del Gral. San Martín

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

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(TRADICIÓN DE 1822)


La lágrima no miente!


I

No siempre lágrimas expresan debilidad o sufrimiento; sobre las de angustia, otras más hermosas hay de reconciliación, de perdón; hay lágrimas de arrepentimiento, lágrimas de ternura, de recuerdos, lágrimas de amor y hasta lágrimas de alegria. La palabra es falaz, la lágrima no miente. Cuando en un hombre de entereza como el de quien la América ha coleccionado tantos actos de heroísmo y abnegación de este su primer militar, vióse correr ese jugo íntimo cristalizado por el sentimiento, tocado fué sin duda por emoción que dignifica.

¿A cuál de esos nobilísimos sentimientos de alma grande correspondió la lágrima del veterano fortísimo, y dónde, cuándo, cómo se observara la única que se le vió verter?

No fué en medio del peligro, en sus tribulaciones, no al alejarse de la ribera natal, para ir en busca de instruirse en el arte que enseña la victoria, Colegio de Nobles de Madrid, donde se codearon Belgrano, Bolívar, Alvear y tantos otros. Herido en África, en Europa y en América, nunca se oyó un lamento de su alma bien templada.

Su lágrima, su única lágrima estaba reservada á satisfacción y reconocimiento que ennoblecen.

Sabido es, que cansados de esperar y en la impaciencia de la nerviosidad argentina, soldados que recorrido habían la América cuan grande es, hasta el Ecuador, sus sables enmoheciéndose por inacción andaban saliéndose de la vaina, y también del ejército, algunos de sus jefes. Preguntaban si en Lima se acababa el mundo y empezaba la gloria, á la que tan encantadora ciudad parecía, por tanta cara de gloria, si las tapadas se destapaban, bien fuera entre sombras, cuando todos los gatos son pardos