Un ensayo clíchico sobre las facultades de la mente
UN
ENSAYO CLÍCHICO
SOBRE LAS
FACULTADES DE LA MENTE.
Señor,
SIENDO usted un tan gran amante de las antigüedades, era razonable suponer que estaría grandemente complacido por cualquier novedad. Últimamente, me he indignado con muchos escritores de ensayos y discursos morales, por caer en tópicos obsoletos y citas trilladas, y por no abordar el tema con profundidad y rigor: errores, todos ellos, que he evitado cuidadosamente en el siguiente ensayo, que propondría como modelo a seguir para los jóvenes escritores. Al ser las opiniones y observaciones completamente nuevas, las citas no manipuladas por nadie más, el tema de suma importancia, y tratado con gran orden y perspicacia, me ha llevado mucho tiempo; y espero que usted lo acepte y lo considere como el esfuerzo culminante de mi ingenio.
LOS filósofos dicen que el hombre es un microcosmos, o mundo pequeño, que reproduce en miniatura cada parte del grande; y, en mi opinión, el cuerpo natural puede compararse con el cuerpo político. Y, si esto es así, ¿cómo puede ser cierto el parecer del epicúreo de que el universo se formó por una confluencia fortuita de átomos? No creeré más en esto, que en que un revoltijo accidental de las letras del alfabeto pudiera coincidir por ventura con un ingeniosísimo y erudito tratado de filosofía. Risum teneatis amici?[2] Esta falsa opinión necesariamente dará lugar a muchas más; es como un error en la primera mezcla, que no puede corregirse en la segunda; el fundamento es débil, y cualquier superestructura que se levante sobre él necesariamente se derrumbará. Así, los hombres son llevados de un error a otro, hasta que, como Ixión, abrazan una nube en lugar de a Juno[3]; o, como el perro de la fábula, pierden el sustento por ladrarle a su reflejo[4]. Porque tales opiniones no pueden ir juntas, sino que, como el hierro y el barro en las piernas del coloso de Nabucodonosor[5], deben separarse y deshacerse en pedazos. He leído en un cierto autor que Alejandro Magno lloró porque no tenía más mundos que conquistar; cosa que no hubiera tenido que hacer si la confluencia fortuita de los átomos pudiera crear uno. Pero esta es una opinión más propia de esa bestia de muchas cabezas, el vulgo, que de un hombre tan sabio como Epicuro: la parte corrupta de su secta sólo tomó prestado su nombre, como el mono se valió de la zarpa del gato para sacar la castaña del fuego[6].
Sin embargo, el primer paso para la cura es conocer la enfermedad; y aunque la verdad puede ser difícil de encontrar (porque, como observa el filósofo, vive en el fondo de un pozo[7]), no es necesario que andemos como los ciegos, a tientas, a plena luz del día. Espero que se me permita, entre tantos hombres mucho más eruditos, ofrecer mi granito de arena, ya que un observador a veces puede ver más del juego que quien lo juega[8]. Pero no creo que un filósofo esté obligado a dar cuenta de cada fenómeno de la naturaleza, ni a ahogarse con Aristóteles por no ser capaz de resolver el flujo y reflujo de la marea, en esa sentencia fatal que se dictó a sí mismo: «Quia te non capio, tu capies me»[9]; donde era a la vez juez y criminal, acusador y verdugo. Sócrates, por otro lado, quien dijo no saber nada, fue declarado por el oráculo el hombre más sabio del mundo.
Pero volviendo de esta digresión: me parece tan claro como cualquier demostración de Euclides que la Naturaleza no hace nada en vano. Si fuéramos capaces de sumergirnos en sus rincones secretos, encontraríamos que la más pequeña brizna de césped, o el más despreciable hierbajo, tienen su particular uso; aunque ella es admirable sobre todo en sus composiciones más minuciosas: el insecto más pequeño y desdeñable es el que más descubre el arte de la naturaleza; si es que lo puedo llamar así, a pesar de que la naturaleza, que se deleita en la variedad, siempre triunfará sobre el arte. Y como observa el poeta,
Naturam expellas furca licet, usque recurret[10].
Sin embargo, las diversas opiniones de los filósofos han esparcido tantas plagas mentales por el mundo cuantas la caja de Pandora esparció de corporales, con una única diferencia: ellos no han dejado la esperanza en el fondo. Y si la verdad no se fugó con Astrea[11], a buen seguro se oculta tanto como las fuentes del Nilo[12], y sólo puede encontrarse en Utopía[13]. No quiero retratar a aquellos sabios, lo que sería una especie de ingratitud; y aquél que llama a alguien ingrato sintetiza todo el mal del que puede ser culpable un hombre,
Ingratum si dixeris, omnia dicis.[14]
Pero de lo que culpo a los filósofos (aunque algunos consideren que es paradójico) es más que nada su orgullo: basta con un ipse dixit[15], y les debemos toda nuestra confianza. Por mucho que Diógenes viviera en una tinaja, bien pudiera haber, hasta donde yo sé, tanto orgullo bajo sus andrajos como entre las delicadas prendas del divino Platón. Se cuenta de este Diógenes que, cuando Alejandro [Magno] fue a verlo y le prometió entregarle lo que le pidiera, el cínico sólo respondió: «No me quites lo que no me puedes dar, interponiéndote entre la luz y yo»; cosa casi tan extravagante como el filósofo que arrojó su dinero al mar, junto a esta destacada sentencia: ———[16].
Qué difente fue este hombre del usurero al que, al decirle que su hijo gastaría todo lo que él había conseguido, respondió: «Él no puede encontrar más placer gastándolo que yo obteniéndolo». Estos hombres veían los defectos ajenos, pero no los propios: esos se los guardaban en la mochila, non videmus id manticæ quod in tergo est[17]. Tal vez mis libres opiniones sean censuradas por esos Momos[18] criticones a quienes los autores veneran por miedo, como los indios al diablo. Tratarán de lesionar mi reputación tanto como al hombre del almanaque[19], pero no me importa; y quizá, como moscas, revoloteen tanto en torno a la vela que se acaben quemando las alas. Ellos me perdonarán si me atrevo a darles este consejo: no reprochar lo que no pueden entender, pues ello sólo desvela esa pasión autocastigadora de la envidia, que los tormentos del mayor tirano jamás superaron en crueldad:
Invidia Siculi non invenere Tyranni Tormentum majus ———[20].
Debo ser tan osado como para decirles a mis críticos y bufones que no tienen más capacidades para juzgar esto que las que tiene un ciego congénito para tener una idea cierta de los colores. Siempre he observado cómo vuestras vasijas vacías suenan las más fuertes: tengo en tan poca consideración sus latigazos como el mar tuvo los de Jerjes cuando le azotaba[21]. El máximo favor que uno puede esperar de ellos es lo que Polifemo prometió a Ulises: que lo devoraría el último[22]. Creen que someten a un escritor como sometía [Julio] César a su enemigo, con un Veni, vidi, vici [vine, vi, vencí]. Confieso que valoro la opinión de unos pocos sensatos, un Rymer[23], un Dennis[24] o un W————k; por lo que corresponde al resto, para decirlo de una sola vez, creo que la extensa disputa sobre el vacío [vacuum] entre los filósofos[25] puede zanjarse con la afirmación de que se encuentra en la cabeza de cualquier crítico. No son, a lo más, más que zánganos de los mundos eruditos, que devoran la miel sin ninguna voluntad de trabajar por sí mismos; un escritor no tiene por qué prestarles más atención que la luna le presta a los ladridos de un chucho inconsciente. Pues, a pesar de sus terribles rugidos, no hace falta ser muy avispado para reconocer al asno bajo la piel del león[26].
Pero, para regresar a nuestro discurso: Demóstenes, interrogado sobre la primera cualidad de un orador, respondió «acción»; la segunda, «acción»; la tercera, «acción»; y así ad infinitum [hasta el infinito]. Tal vez esto sea cierto en la oratoria, pero la contemplación supera a la acción en otras cosas. Así, un hombre sabio nunca está menos solo que cuando está solo:
Nunquam minus solus, quam cum solus[27].
También Arquímedes, el famoso matemático, estaba tan empeñado en sus problemas, que ni se inmutó de los soldados que llegaron a matarlo[28]. Así, para no desmerecer los justos elogios que les corresponden a los oradores, deberían considerar que la naturaleza, que nos dio dos ojos para ver y dos oídos para oír, no nos ha dado más que una lengua para hablar; de la cual, sin embargo, algunos están tan abastecidos que los grandes talentos, que llevan tanto tiempo en la búsqueda del movimiento perpetuo, sin duda podrán encontrarlo allí.
Algunos admiran las repúblicas, porque allí es donde más prosperan los oradores, y ellas son las mayores enemigas de la tiranía; pero, en mi opinión, un tirano es mejor que cien. Además, esos oradores encienden al pueblo, cuya ira no es más que un breve arrebato de locura,
Ira furor brevis est[29]
tras la cual las leyes son como telarañas, que pueden atrapar pequeñas moscas, pero que dejan a avispas y avispones abrirse camino a través de ellas. No obstante, en la oratoria, el mayor arte es ocultar el arte,
Artis est celare artem[30].
Pero esto debe ser obra del tiempo; debemos atrapar todas las oportunidades, y no dejar escapar ninguna ocasión. De otra manera, nos veremos obligados a hilar la tela de Penélope, desenredando por la noche lo que embrollamos durante el día[31]. Así, he observado que al tiempo se lo retrata con un mechón por delante y calvo por detrás, refiriéndose de ese modo que debemos, como se dice, pillar a la oportunidad por los pelos[32], puesto que, una vez pasada, no hay vuelta atrás.
La mente humana es, de entrada, si consienten esta expresión, como una tabula rasa [lámina lisa] o como la cera, la cual, mientras esté blanda, permite cualquier impresión, hasta que el tiempo la endurece. Y después de todo la muerte, ese lúgubre tirano, nos detiene en medio de nuestra trayetoria. Los mayores conquistadores han sido finalmente conquistados por la muerte, que no perdona a nadie, desde el cetro hasta la azada:
Mors omnibus communis[33].
Todos los ríos van a dar en la mar, pero ninguno regresa de ella. Jerjes lloró cuando contempló su ejército, pensando que en menos de cien años todos estarían muertos[34]. Anacreonte se asfixió con la pepita de una uva[35], y el placer violento mata tanto como la violenta aflicción. Lo único constante en la vida es el cambio. Aunque Platón creyó que, si la virtud se apareciera ante el mundo en su atuendo natural, todos los hombres quedarían prendados de ella. Pero ahora que el interés gobierna el mundo y los hombres desoyen la dorada medianía[36], si el mismísismo Júpiter bajase a la tierra sería despreciado, a no ser que lo hiciese como una lluvia dorada, como lo hizo con Dánae[37]: pues hoy los hombres adoran al sol naciente, pero no al poniente.
Donec eris felix multos numerabis amicos[38].
Así, en obediencia a tus órdenes, he osado exponerme a la censura en estos tiempos críticos. Si he hecho honor al asunto, ha de dejarse al juicio de mi erudito lector. Sin embargo, no puedo sino esperar que mi tentativa pueda servir de estímulo para que alguna pluma capacitada lo ejecute con mayor éxito.
- ↑ En inglés, Swift titula este opúsculo A Tritical Essay Upon The Faculties of the Mind, empleando el neologismo compuesto “tritical”, a partir de los adjetivos “trite” (manido, clichezudo) y “critical” (crítico). (Nota bene: todas las notas de esta traducción son del traductor.)
- ↑ “¿Aguantáis la risa, amigos?”. Horacio, Ars poetica, v. 5.
- ↑ Progenitor de la raza de los centauros, Ixión intentó acostarse con Juno, la esposa de Júpiter, la cual, para evitarlo, lo engañó transformándose en una nube.
- ↑ Se refiere a la fábula de Esopo en la que un perro confunde su reflejo en el agua con otro perro y, por ladrarlo, pierde el alimento que llevaba en la boca.
- ↑ Según la Biblia (Daniel, 2), el rey babilónico Nabucodonosor II había soñado con una gran estatua dorada con los pies de barro, que el profeta del libro interpreta como una representación de la fragilidad de los imperios históricos.
- ↑ Se refiere a otra fábula, esta vez de Jean de la Fontaine, en la que un mono engaña a un gato para que emplee sus zarpas para sacar una castaña de entre unas brasas ardientes.
- ↑ Frase atribuida a Demócrito: “No sabemos nada de la verdad, pues vive dentro de un pozo”.
- ↑ Referencia a la anécdota clásica en la que Pitágoras, para explicar a un tirano en lo que consiste la filosofía, compara la vida con un espectáculo deportivo: los filósofos mantienen una actitud contemplativa, como los espectadores, en lugar de competir en el juego.
- ↑ “Si yo no te pillo, entonces me pillarás tú a mí”. Frase atribuida desde muy antiguo a un Aristóteles desesperado que, al no comprender la razón de las violentas mareas que se sucedían en el estrecho de Euripo, se arrojó a sus aguas para ahogar sus dudas.
- ↑ “Puedes ahuyentar a la naturaleza con una horca, pero ella seguirá viniendo”. Horacio, Epístolas, I, 60, v. 24.
- ↑ Astrea, también conocida como Diké, fue la diosa de la Justicia para los antiguos griegos. En su mitología, acompañó a la humanidad durante la antigua y próspera edad dorada, pero cuando la especie humana degeneró y su carácter se volvió incorregible, Astrea fue la última diosa en abandonar a los mortales, ascendiendo a los cielos y convirtiéndose en la constelación de Virgo.
- ↑ Las fuentes donde nacía el río Nilo han sido, desde la antigüedad, uno de los grandes misterios que la humanidad ha intentado resolver a lo largo de su historia. No lo consiguió hasta apenas un siglo y medio después de que Jonathan Swift escribiera estas líneas.
- ↑ Isla imaginaria, que fue el escenario sobre el que Thomas Moore poyectó, en 1516, su proyecto fantástico de una sociedad ideal.
- ↑ “Si dices ingrato, lo dices todo”. Frase de origen desconocido, atribuida ocasionalmente a Publilio Siro.
- ↑ “Así lo dijo él”. Cicerón atribuyó esta frase a los seguidores de Pitágoras, que justificaban la veracidad de cualquier afirmación a partir de las palabras de su maestro.
- ↑ Se refiere a Crates, filósofo cínico que, como digno miembro de esta secta, despreciaba todos los bienes materiales. Cuenta el hecho Diógenes Laercio, Vida ay opiniones de filósofos ilustres, VI, 87.
- ↑ “No vemos lo que cargamos en la mochila”. Catulo, Carmina, XXII.
- ↑ Momo fue una divinidad griega que representaba una ácida actitud burlesca, criticona y satírica hacia el resto de los dioses.
- ↑ Se refiere a la figura humana que, a partir del siglo XVI, se incluía en los calendarios populares ingleses para señalar, sobre ella, el momento astrológico idóneo para que un médico operase o interviniese en cada parte del cuerpo, en función de las constelaciones zodiacales.
- ↑ “Los tiranos sicilianos no encontraron un tormento mayor que la envidia”. Horacio, Epístolas, I, 2, v. 57. Erróneamente atribuida a Juvenal.
- ↑ El rey persa Jerjes I había mandado construir un puente de barcas para cruzar el estrecho de Dardanelos, pero una fuerte tempestad lo destrozó. Como castigo, el rey ordenó que se inflingiesen 300 latigazos a esa porción marina.
- ↑ En la Odisea, el cíclope Polifemo encerró al héroe Ulises y a sus tropas en una cueva para devorarlos. Ulises se mostró servicial, y Polifemo prometió comerle a él en último lugar.
- ↑ Thomas Rymer. Historiador y crítico inglés, e inventor del concepto de “justicia poética”.
- ↑ John Dennis. Comediógrafo y crítico inglés.
- ↑ Las teorías de Aristóteles en contra de la existencia del vacío perduraron siglos; sin embargo, a comienzos de la edad moderna, la ciencia experimental comenzó a recabar evidencias que contradecían aquellas teorías, dando lugar a la citada disputa entre filósofos sobre si era posible la existencia, o no, del vacío.
- ↑ Se refiere a otra fábula de Esopo, en la que un burro se pone por encima la piel de un león para intentar aparentar ser este animal —pero es rápidamente descubierto por algún otro animal.
- ↑ “Nunca [estuvo] menos solo que estando solo”. Cicerón, De officiis, III, 1.
- ↑ La anécdota cuenta que, cuando los romanos invadieron Siracusa, Arquímedes les dijo: “Noli turbare circulos meos!” [¡No molestéis a mis círculos!]. El origen está en Valerio Máximo, Factorum et dictorum memorabilium, VIII, 7.
- ↑ “La ira es una breve locura”. Horacio, Epístolas, I, 2, v. 62.
- ↑ “El arte ha de ocultar el arte”. Frase de John Dryden (Essay of Dramatick Poesie, 1668), atribuida vagamente a Aristóteles, Retórica, III, 3, 1404b.
- ↑ En la Odisea, Penélope es la esposa de Ulises, que lo espera en su casa a que vuelva de su larga travesía. Para evitar otros pretendientes, ella asegura que les atenderá cuando termine de tejer la pieza que está terminando: así, la tejía por el día, y por la noche la destejía.
- ↑ “Taking the time by the forelock” es un dicho inglés que se traduce, literalmente, como “agarrar el tiempo por el flequillo”, y que figuradamente se refiere a algo así como “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Guarda parentesco con otro dicho español, “A la ocasión la pintan calva”.
- ↑ “La muerte es común para todos”. Erasmo de Rotterdam, Adagia, III.9, 12.
- ↑ Heródoto, Historias, VII.
- ↑ La muerte de este famoso poeta arcaico se recoge nuevamente en Valerio Máximo, Factorum et dictorum memorabilium, IX, 8.
- ↑ Aristóteles proponía, como modelo de virtud, el punto medio entre dos conductas extremas: lo que se acabó llamando aurea mediocritas, golden mean o el “justo medio” actual.
- ↑ Pseudo-Apolodoro, en su Biblioteca, II, 4.1, explica que el dios Zeus (Júpiter para los romanos) consiguió engatusar a la princesa Dánae transformándose en una lluvia de oro.
- ↑ “Mientras seas feliz, tendrás muchos amigos”. Ovidio, Tristia, I, 8, v.5.