Un dolmen
de Amós de Escalante


 Rústico altar que a un Dios desconocido
 el religioso cántabro erigía;
 sepulcro que los huesos escondía
 del muerto capitán y no vencido.
 

 Silla de excelso juez, cadalso erguido
 donde la sangre criminal corría,
 donde el bígaro ronco repetía,
 llamando a guerra, su montés bramido,
 

 rayendo el musgo que tus lomos viste,
 en vano el arte codicioso indaga
 señales que declaren lo que fuiste;
 

 en ti la antorcha del saber se apaga,
 yerto gigante de la cumbre triste,
 envuelto en ondas de la niebla vaga.