Un desengaño (Castro)

La flor de Rosalía de Castro


Un desengaño

 En las riberas vagando
 de la mar, las verdes olas
 mira Argelina y contando
 las horas que van pasando
 vierte lágrimas a solas.
    
 Sus lindos ojos de cielo
 en el horizonte fija,
 por ver si encuentra un consuelo
 ¡mas ay!, que es vano el anhelo
 que su corazón cobija.
    
 Su amante le dijo allí
 desde su buque velero:
 «Aguarda Argelina aquí:
 Que si hoy dejarte prefiero,
 mañana vendré por ti.»
    
 Y entera la noche larga
 que silenciosa corría
 vio pasar; pero en su impía,
 crüel desventura amarga
 no vio que su bien volvía.
    
 Y el día también llegó:
 Mas fue que llegara en vano,
 que el bien que ansiosa esperó,
 consuelo del mal tirano,
 por el mar no pareció.
    
 Y allí todavía está
 mirando a la mar movible,
 por ver si la mar le da
 lo que tal vez imposible
 para Argelina será.
    
 Y viendo al fin reducidas
 sus esperanzas en nada,
 viendo en el viento esparcidas,
 las ilusiones perdidas,
 su bienandanza frustrada;
    
 mirando al bien que se aleja
 con su fugitivo encanto,
 dijo en tristísima queja:
 «¿Por qué tan sola me deja,
 cuando yo le amaba tanto?
    
 ¿Por qué si tras él corrí?
 ¿Por qué si hasta aquí llegué?
 ¿Por qué si tanto esperé
 a verle más no volví?
    
 ¿No comprendió que sin él,
 fuera un tormento mi vida,
 donde guardara escondida
 llena una copa de hiel?
    
 ¡Adiós, ventura de un día!
 ¡Adiós, delicia soñada,
 donde he mirado estampada
 toda la esperanza mía!
    
 ¡Ya nunca más te veré,
 que el rudo penar que siento
 me irá consumiendo lento,
 y de dolor moriré!
    
 ¡Adiós, hermosa ribera
 donde mi esperanza dejo
 ya para siempre me alejo
 de tu orilla placentera.
    
 Mas si viniendo él aquí
 oyeras su dulce canto,
 contéstale, dile cuánto,
 cuánto por él padecí!...»
 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

 Ya su vivienda tornando
 supo después que olvidada
 fue de su amante, y postrada
 no resistió su dolor.
    
 Y encerrándose en la tumba
 tanta belleza en un día
 nadie pensó que moría
 ¡de un desengaño de amor!