Un archipiélago argentino

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

UN ARCHIPIÉLAGO ARGENTINO


Cuando poco há recordábamos la necesidad de reivindicar los títulos eminentes de la República Argentina á las islas Malvinas, y el honor que para las naciones fuertes resulta siempre de su justicia con todas las demás, no sospechamos ni la repercusion que en Estados distantes ha tenido nuestra palabra, ni el oportuno apoyo recibido aquí mismo de dos de nuestros compatriotas.

Uno es hijo de aquel gobernador del archipiélago que fué expulsado por una fuerza superior; el otro es uno de los jóvenes que mas se han distinguido por sus estudios históricos, y por un criterio independiente.

No navega en esta corriente de ideas el Honorable Edmundo Monson, Representante de Su Majestad Británica en Buenos Aires; y este caballero vuelve hoy por segunda vez á la palestra, para contestar á aquellos ciudadanos.

El Sr. Monson se guarece contra la prolongacion de una controversia que amaga arreciar, en la práctica del cuerpo diplomático de su país, segun el cual no se acostumbra sobre asuntos públicos, y mucho mas 80bre cuestiones pendientes, contestar oficialmente á las apreciaciones de la prensa.

Entretanto, se ve á tiro de ballesta que el bagaje del Euviado del Reino Unido es demasiado ligero para sostener los soñados derechos de su patria en los mares del Sur de nuestro continente; y que su única salvacion contra el testimonio de la historia es el silencio.

Hay un punto esencial, que dá la clave de la solución que pende todavía de la lealtad del gabinete inglés.

Consta de documentos archivados en las cancillerías de Londres y del Plata, que el Plenipotenciario Moreno y el Principal Secretario de Estado de S. M. para los Negocios Extranjeros se detuvieron en dilucidar un hecho histórico, del cual uno y otro dedujeron consecuencias opuestas.

La violenta expulsion de una colonia inglesa en Puerto Egmont suscitó entre la Gran Bretaña y España diferencias que llegaron á amagar la guerra en un tiempo en que la primera como poder marítimo calculaba poco si el valor del objeto de un conflicto internacional compensaba los gastos y los peligros de sus empresas bélicas. Se entablaron sin embargo negociaciones terminadas bajo la amistosa mediacion de Luis XV. El Embajador español se obligó á nombre de su soberano á restituir á la corona británica aquel puerto; pero es sabido que al mismo tiempo declaró que este compromiso no puede ni debe de ninguna manera afectar la cuestion del derecho anterior á la soberaníu sobre las Islas Malvinas, derecho de la España, se entiende.

Lord Rochford presentó una declaracion al Embajador español en la cual, sin mencionar esa reserva respecto á soberanía sobre las Malvinas, anuncia que mirará aquella declaracion y el cumplimiento del reciente compromiso como satisfaccion suficiente para su Corte. Así, tácitamente, el reconocimiento de los derechos de la España era indudable. Esto sucedia en 1771. Tres años despues las Islas eran abandonadas por la guarnicion inglesa, y miembros conspicuos del Parlamento anunciaron en él que ese abandono era en virtud de un convenio secreto, lo cual no fué negado por el Ministerio.

Cuando en 1834 Lord Palmerston contestó al Sr. Moreno, indicó que la reserva á que nos hemos referido contenida en la declaracion española no tenía peso sustancial, por cuanto no se hiciera mencion de ella en la contra-declaracion británica con que fué cambiada. De manera que el silencio del gobierno inglés, que segun toda regla de crítica y segun los usos diplomáticos equivale á un reconocimiento virtual, se hizo valer ante la Legacion Argentina como prueba en contrario!

Corrieron los tiempos; y al rededor del grupo perdido en la extremidad oriental de América no se escucharon mas que los vientos que azotan aquellos parajes.

Despues en negociaciones entabladas en 1790 bajo el Ministerio de Pitt, tan anheloso de realzar en todo momento la grandeza colonial del Imperio, y en el tratado de Madrid de 1814 no se habló de Malvinas, aunque se estipularon condiciones generales para la navegacion y la pesca en los mares del Sud.

La revolucion de las Provincias Unidas del Rio de la Plata trasmitió al Gobierno patrio el dominio de las Malvinas, ejercido sin reclamo alguno de ninguna potencia europea, y en presencia de los plenipotenciarios ingleses.

Desde Mr. Parish, que firmó el primer tratado de amistad con este pias en 1825 hasta hoy, se ha sucedido un brillante cortejo de diplomáticos de esa nacion, la primera entre las de Europa en saludar nuestra independencia. Pero ni Lord Ponsomby, ni Fox, ni Hamilton, ni Lord Howden, ni Mandeville, ni todos los demas que han levantado en alto su nombre ó su bandera han tocado jamás el asunto de esas islas sometidas hoy á una dominacion extraña.

Pero no se olvide que las protestas argentinas no han sido contrarestadas por ningun argumento nuevo, ni por la repulsa que toda pretension sobre cualquiera de las otras posesiones inglesas habria recibido sin demora hasta del último Vice Cónsul en el rincon mas desconocido del orbe.

Han hecho bien esos nobles servidores de su patria y del trono en guardar tan discreta circunspeccion.

Ellos se habrian apercibido fácilmente que la opinion de los amigos no les acompañaria; y que en este siglo, y en las Repúblicas Americanas el abuso no prevalecerá como regla.

Entretanto, aplaudimos el celo de nuestros compatriotas que han arrojado un destello de luz sobre los hechos, y esperamos que no tardará la serena victoria del derecho de los Argentinos.