LXXIV
Trilce (1922)
de César Vallejo
LXXV
LXXVI

Poema LXXV

Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo
estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del
zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la
sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que
la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se
está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes
enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo
morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría
que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros
sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber
sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás.
Orfandad de orfandades.

Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una
vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.