Tratado de la pintura/Prólogo del Traductor

Nota: Se respeta la ortografía original de la época
PROLOGO DEL TRADUCTOR


En todas las artes hay profesores que se contentan con ser meros prácticos, sin mas estudio que lo que comunmente ven hacer á los demas, ni mas reglas que las que les suministra su imaginacion; pero tambien hay otros que uniendo la práctica al estudio y aplicacion, emplean su entendimiento en buscar y aprender los preceptos sublimes que dieron los hombres eminentes de su profesion, y reflexionar profundamente sobre ellos y sobre las máximas que establecieron; y de este modo ejecuta su mano las producciones de sus fatigas y desvelos con honor y aprovechamiento del artífice, y con universal satisfaccion y aplauso. Tal vez la Pintura será el arte que mas abunde de la una de estas dos especies, aunque no sé con qué razon se llamarán los de la primera profesores de Pintura, sino corruptores de ella. No se dirige á estos mi discurso, ni hallo en mí suficiente caudal de voces, ni tienen bastante fuerza mis argumentos y expresiones para pretender persuadirlos el grosero error que los alucina: solo hablo con los aplicados y estudiosos, con aquellos que se hacen cargo del número de ciencias que han de acompañar al arte sublime que profesan: en fin, con los Pintores Filósofos, cuyo anhelo es llegar al último grado de perfeccion en la Pintura.

Para cooperar en cuanto me es posible al aprovechamiento y utilidad de estos, he traducido el Tratado de la Pintura del famoso Leonardo de Vinci, y los tres libros de Leon Bautista Alberti, que tratan del mismo arte. Instruido ya un jóven con fundamento en el dibujo, y habiendo adquirido alguna práctica en el manejo de los colores, que es la materialidad del arte, se hace preciso que empiece á estudiar y reflexionar sobre aquellos primores que caracterizan de divina á la Pintura, dedicándose enteramente al examen de la naturaleza para notar y admirar la estupenda variedad de todos los seres que la componen y constituyen su mayor belleza, observando los diversos efectos de la luz, y de la interposicion del aire en todos los objetos corpóreos, sacando de todo fecundidad, abundancia y amenidad para la composicion de sus obras, é imbuyéndose finalmente de las ideas sublimes de que debe estar adornado el que intente sobresalir en esta profesion.

Los auxilios que necesite para todo esto, juntamente con no pocos preceptos de inestimable precio, los encontrará en este Tratado, en donde verá teóricamente, y luego podrá comprobar con la experiencia, las mutaciones que causa en los cuerpos lo mas ó menos grueso del aire que los circunda, y se interpone entre ellos y la vista, ó la mayor ó menor distancia. En él leerá ciertas y científicas reglas para la composicion, viendo el modo de enriquecer una historia con la variedad oportuna de objetos y figuras que debe tener, sin confundir la accion principal; el contraste de la actitud de todas ellas; el decoro con que han de estar, segun los personages que representan, ó la acción en que se suponen; el arreglo de sus movimientos, y la armoniosa contraposicion de tintas, claros y oscuros que ha de reinar en el cuadro, para que de todo resulte aquella hermosura que embelesa los sentidos del que lo mira. A cada paso hallará el documento de la continua observacion del natural, en lo cual insiste siempre Vinci con todo conato, amonestando al Pintor á que todo lo estudie por él, para que sus obras sean hijas legítimas de la naturaleza, y no se acostumbre nunca á pintar amanerado. Finalmente todo lo que compone la parte sublime de la Pintura lo hallará el aplicado en esta obra que con razon la miran los inteligentes como excelente y utilísima; pero antes de empezar á estudiar en ella será bien que se haga cargo de las advertencias siguientes.

Vivió Leonardo de Vinci al fin del siglo XV, y al principio del XVI; y casi en el último tercio de su vida escribió el presente Tratado de la Pintura, que, igualmente que otras varias obras suyas, quedó manuscrito, y sin aquella coordinacion y perfeccion que requeria. La costumbre que tomó de escribir á lo oriental, esto es, de derecha á izquierda como los Hebreos y Arabes (segun se lee en su vida) es preciso que causase mucha dificultad para sacar la primera copia, y por consiguiente padecerian, asi esta como las demas que despues se hicieron, varias alteraciones considerables, que serian casi imposibles de enmendar cuando se hizo la edicion en Francia año 1651, que es la que se ha tenido presente para hacer esta traduccion. Asi lo dice el Editor, advirtiendo que habia tenido presentes dos copias, una de Mr. Ciantelou, á quien se la habia regalado en Italia el Caballero del Pozzo, y otra que poseia Mr. Tevenot, que aunque mas correcta que aquella, estaba sin embargo llena de errores, en especial en donde hay explicacion géométrica. En esta parte dice que le parece haber restituido el texto original á su verdadera pureza á fuerza de trabajo; pero en las demas no es extraño que haya quedado tan confuso, como verá el Lector en varios pasages. Esto, junto con el extraordinario y anticuado estilo del autor, ha causado no pequeña confusion al tiempo de traducir la obra, habiendo sido preciso estudiar con sumo cuidado las palabras, y consultar con algunos profesores para descifrar el sentido, el cual en ciertos parages se ha quedado, á pesar de tanta diligencia, en su misma oscuridad; porque en ellos fue sin duda en donde se cometieron los indispensables errores de las copias, ó tal vez salieron informes de la mano de su autor, que no los volvió á ver para corregirlos ó aclararlos. En atencion á esto, y al mayor aprovechamiento y mas facil inteligencia de todos, se ha usado de alguna libertad en la traduccion para que esté el estilo mas corriente, lo que hubiera sido sumamente dificil ó tal vez imposible, si se hubiera ido rigurosamente ceñido á la inflexion que el autor da á sus frases, y entonces quedaba la version con la misma oscuridad que el original. Para dar también mayor claridad al texto, y excusar todo trabajo á los lectores, se han puesto varias notas que sirven en algunas partes de comentario á la obra, las cuales se ponen al fin del Tratado por no afear las planas; y los números Arabes que van entre paréntesis al fin de algunas secciones, advierten adonde se ha de acudir para ver la correspondiente nota. Algunas otras, que son breves, se reclaman tambien con números Arabes, pero sin paréntesis, y van colocadas al fin de la plana; porque es preciso que esten á la vista para la mayor inteligencia.

Parece que Leonardo de Vinci se preciaba de muy inteligente en la Anatomía, aun mucho mas de lo que necesita y corresponde á un Pintor. Prueba de esto son algunas secciones del presente Tratado en las que explica varias partes asi externas como internas de la estructura humana; pero como en aquel tiempo estaba muy en mantillas (por decirlo asi) la ciencia Anatómica respecto de los adelantamientos con que hoy dia se cultiva, se hallan los tales pasages sumamente defectuosos y errados, cotejados con las observaciones modernas. Tal vez en ellos se habrán cometido tambien algunas faltas al copiarlos, y esto aumenta mas su error. Para no dejar, pues, defraudada la obra de un ramo de erudicion, que aunque en algunos casos (como ya se ha insinuado) no es absolutamente precisa para el Pintor, con todo no deja de ser muy útil y amena; se ha procurado poner en donde le corresponde una nota algo dilatada que explica la materia, aunque no con toda la extension que se requiere, con arreglo á los mejores Tratados Anatómicos y observaciones modernas. A este trabajo ha ayudado el Licenciado D. Felipe Lopez Somoza, Maestro Disecador de los Reales Hospitales; pero si alguno deseare instruirse mas fundamentalmente, puede acudir al Tratado Anatómico de Sabatier, edicion de Paris año 1775, ó á la Anatomía histórica y práctica de Lieutaud con notas de Portal, impresa en la misma Ciudad año 1776, que es de donde se ha sacado toda la doctrina para la mejor explicacion. A algunos parecerá superfluo este trabajo; pero bien mirado, seria muy extraño que se publicasen á vista de la Real Academia de San Fernando unos pasages relativos á la ciencia que tiene tanta conexion con el dibujo, cual es la Anatomía, y en ellos advirtiesen los inteligentes tantos errores que se dejaban correr libremente y sin reparo alguno. Ni tampoco era decoroso á la nacion que la falta de correccion de ellos denotase ignorancia en un asunto tan importante.

En la citada edicion de Paris se tuvieron presentes varios apuntamientos de figuras que hizo el célebre Poussin y tenia el M. S. de Ciantelou, arregladas á las instrucciones que da Vinci en este Tratado, y por ellos dibujó Errard las que se hallan grabadas al pie del capítulo ó sección que las corresponde, aumentando algunas con ropas que tomó del antiguo. En la presente traduccion se han suprimido algunas que no eran necesarias, y las demás las ha dibujado D. Josef Castillo, profesor de Pintura en esta Corte (igualmente que la estampa del frontispicio, y los dos retratos), y aunque la actitud es la misma, por evitar la nota que ponen á las de Errard los inteligentes, se les ha dado una proporción mas gallarda y esbelta, como conviene á unas figuras de Academia. En donde ha parecido preciso se ha consultado el natural para que salga todo con la posible perfeccion.

En lo demas, cualquier defecto que se halle en la traducción no será por falta de cuidado y diligencia; en cuya suposicion espero lo mire con benignidad quien lo notase, lo cual me basta por suficiente recompensa de las tareas que he emprendido en beneficio de las bellas artes.

Las figuras de líneas van numeradas por su órden con números Romanos; y las humanas, aunque llevan igualmente los suyos tambien Romanos, para mayor claridad se citan de este modo: Lámina I, II, &c.